Radiohead se dan un baño de masas en la presentación de A Moon Shaped Pool en el Primavera Sound 

En los festivales no hay teloneros. En este Primavera Sound, sin embargo, ha fluido cierta sensación que, de alguna manera, el resto del cartel actuaba como materia flamígera ambiental para el gran momento: el viernes 3 a las 22.15, hora en que Radiohead tomaría el escenario Heineken para hacer sonar los temas de su nuevo disco, A Moon Shaped Pool. Sin duda, los de Thom Torke, banda referencial del rock independiente durante las últimas décadas, era el principal reclamo de la programación de este año, y los ingleses, diez años después de actuar por última vez en Barcelona, protagonizaron una de las eucaristías más masivas en la historia del festival. Antes, sin embargo, tenían que pasar muchas atres cosas, y muchas de muy buenas. 

Las cinco de la tarde es la hora de los valientes... y de las bandas catalanas. Y allí estaban dos de las formaciones más interesantes de nuestra escena independiente: Inspira y Aliment. Los primeros, banda impulsada por el instinto creativo de Jordi Lanuza, se balancean entre el folk onírico y el pop etéreo. Otro momento, otro escenario habrían ayudado a digerir mucho mejor la sensibilidad sensorial que requiere su propuesta. Aun así, ofrecieron un concierto más que notable en la puesta en escena de su Greta (2015). 

Aliment son unos crápulas. Pero son nuestros crápulas y por eso los adoramos. Los gerundenses caminan por el lado salvaje del rock y facturan garrotazos sónicos de la contundencia de Holy Slap (2012) y Silverback. En el entarimado patrocinado por Pitchfork, las santas escrituras del moderneo y el hipsterismo, escupieron todas las ráfagas punk garajeras que esconde su arsenal. ¡Que aprendan! 

Eso tendría que haber pasado un año atrás, pero ha acabado sucediendo este 2016. Quizás porque, como reza el dicho, las cosas buenas se hacen esperar, Ben Watt canceló el concierto originalmente programado para el Primavera Sound 2015 y han tenido que transcurrir 365 días para disfrutar de la nueva reencarnación artística de la mitad masculina de Everything But the Girl. La espera (sí, de nuevo tirando de tópicos) ha valido la pena. En 2014 Watt publicaba Hendra, su segundo disco en solitario, el primero en 30 años, retorno sin asociados consolidado este mes de abril con Fever Dream (2016). Olvidados los sonidos sintetizados y los ritmos programados, el músico inglés, nunca lo bastante reconocido por estas latitudes, vuelve a disfrutar expresándose a través del rock más elegante, el folk y el jazz. Mucha clase en el Parc del Fòrum entre las 18.30 y las 19.15, más cuando a Watt lo secundaba quien fue el guitarrista original de Suede, Bernard Butler. 

De Titus Andronicus, renovadores de la herencia de insurgentes como The Who, The Clash o Hüsker Dü, mola desde su nombre, birlado de la tragedia homónima de Shakespeare, a los bemoles que demuestran creando una ópera punk como The Most Lamentable Tragedy (2015): 93 minutos encapsulados en 23 temas. ¡Toma ya! De la inicial “Titus Andronicus Forever” a la final “A More Perfect Union”, en el Primavera se han “limitado” a atacar ocho de sus llamaradas decibélicas. Y en medio, una tremebunda versión del “Blitzkrieg Bop” de los Ramones. ¿Veis cómo molan?  

Lush no fueron ni la más popular, ni la mejor banda británica de los noventa. Pero sería injusto no reconocer la relevancia del grupo de Miki Berenyi en el estallido de la escena independiente británica, muy especialmente en las formas del shoegazing, tres décadas atrás. Reencontrados para celebrar el 30 aniversario de la publicación de su último álbum de estudio, Lovelife (2016), mañana me habré olvidado de los londinenses, hoy, quizás arrastrado por la nostalgia, he disfrutado de “De-luxe”, “For Love” y resto de sus píldoras de pop embrollado. 

Preciosistas y melancólicos, la música de Beirut, aquella refinada confluencia entre indie rock y world music, dibujó (y aquí los que seáis alérgicos al azúcar dejad de leerme) la banda sonora ideal para el atardecer en el Fòrum. Hacía cuatro años que los de Zach Condon guardaban silencio. Mutismo saldado con la publicación de No, No, No (2015). Los norteamericanos, sin embargo, modelaron un repertorio que, mayoritariamente, evocó sus pequeños clásicos pretéritos: “Elephant Gun”, “Santa Fe”, “Nantes", My Night with the Prostitute from Marseille” o “The Gulag Orkestar”. Había llegado el momento de sintonizar con Radiohead. 

Los seguidores de Radiohead son (somos) alguna cosa así como la versión indie de los entregados fans de Bruce Springsteen o U2: un colectivo acrítico que venera sus ídolos sean cuáles sean sus designios, movimientos y acciones. Es del todo incuestionable que los ingleses han trazado una de las trayectorias más fascinantes, ya no de los últimos años sino de la historia del rock, expandido el género hasta límites improbables. Una increíble evolución artística que de un tiempo a esta parte, sin embargo, se ha estancado. En sus últimos discos, aunque notables (muy especialmente el último, A Moon Shaped Pool), Radiohead parecen haberse resignado a copiarse a ellos mismos. Aun así, allí, en la explanada del escenario Heineken, nos comulgamos unos cuantos millares. Y este inicio de aliteración de formas que transmiten sus últimos álbumes lo difuminaron con un concierto sublime. 

Diez años después de su última visita a Barcelona, Radiohead volvían a la capital catalana para presentar, dentro del cartel del Primavera Sound, A Moon Shaped Pool, noveno álbum de estudio de los británicos que monopolizó los primeros instantes de la actuación, sonando, siguiendo el mismo orden que en su versión encapsulada, "Burn the Witch”, "Daydreaming”, "Decks Dark”, "Desert Island Disk” y "Ful Stop”. Acompañada por una efectiva puesta en escena, la banda se mostraba expansiva, con un Thom Yorke especialmente entregado, el público entusiasmado. Y a partir de aquí, un repertorio que cartografiaba buena parte de los momentos capitales de su trayectoria: “The National Anthem”, “Karma Police”, “Everything in Its Right Place”, “Idioteque”, “Street Spirit (Fade Out)”… combinados con alguna joya oculta, como aquella “Talk Show Host”, cara B de “Street Spirit (Fade Out)”, que, curiosamente, Radiohead habían interpretado por primera vez en directo en el concierto que ofrecieron el año 1997 en la sala Razzmatazz. Glorificación con una primera serie de bises donde, entre otros, descifraron “Paranoid Android” y “2+2=5”. Apoteosis y delirio con “Creep” como punto final. 

Una noche para la historia de un festival que todavía nos tenía que ofrecer propuestas tan apetitosas como los Last Shadow Puppets del Arctic Monkeys Alex Turner, Animal Collective, Beach House y The Avalanches.