Me pasó en la edición de hace un par de años. En el concierto de Kendrick Lamar. No recuerdo con quién coincidía, pero desaparecieron todos mis amigos y, a mí que me flipa el bueno de Kendrick, acabé solo esperando que el rimador californiano apareciera por el que aquel 2023 se llamó escenario Santander. Imagino que fue mi soledad la que las animó. Eran cuatro. Tres chicas y un chico. Guiris. Estaban quemadas por el sol. Iban borrachas. Imagino que fue mi soledad y que iban bebidas, lo que las animó. Paaaam. Una de ellas me pegó un collejón. Un pescozón. Un bofetón en la nuca. No dije nada. Pocos segundos después... ¡Paaaaaaaaaam! La misma guiri requemada me dio una segunda colleja. Más fuerte. Con más mala leche. Conté hasta 10. ¡Paaaaaaaaaaaaaaaam! Caguendiós. Tercera colleja. Risas. Conté hasta cien. ¡Paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaam! Me giré, agarré al chico por el cuello y le amenacé que si no se largaban, se llevaría una paliza cortesía de su amiga, la gamba borracha. Aún hoy estoy intentando deducir si mi reacción fue la correcta o no. "Lo siento. Mí-ser-idiota", me dijo ella. "Eres rematadamente idiota, pero ya os estáis largando". Se marcharon mientras me prometía, como ya había hecho el año anterior, y el anterior, y el anterior, y el anterior, que no volvería nunca más al Primavera Sound: muchos, muchísimos guiris, campando por el Fòrum como si estuvieran de viaje de fin de curso en Lloret, cerveza a precio de aceite de oliva, distancias kilométricas entre escenarios...
Y yo, que juré y perjuré sobre el ensayo de Nando Cruz 'Macrofestivales' (santas escrituras del odio eterno a los festivales modernos) que nunca más volvería al Primavera Sound, aquí estoy un año más fichando de nuevo
El Primavera Sound es un poco como el Barça. Todos odiamos el fútbol moderno, ese turbocapitalismo balompédico que ha hecho del Camp Nou una guarida de gente rubia muy alta con lenguas extrañas que hacen la ola incluso cuando vamos perdiendo y de los futbolistas figuras semidivinas que viven en otra dimensión totalmente alejada de la de los seguidores, que hoy besan el escudo prometiendo que de pequeños tenían un póster de Ronaldinho en la cabecera de la cama y mañana fichan por un equipo de Arabia Saudí... Mola mucho más ser del Sant Andreu o del Europa, clubes de barrio donde entre los seguidores aún se respira verdadera pasión popular por el fútbol, de los que gritan "orsai" entre bocanadas de carajillo y caladas de farias, y los jugadores sienten los colores. Quizás (aunque debemos empezar a alertar que los mismos expats que nos han robado el Camp Nou y el Primavera Sound, están empezando a asomar la nariz por el Narcís Sala y el Nou Sardenya, buscando auténticas experiencias tribales autóctonas), pero nada parecido a la sensación de ver al Barça jugando contra el Madrid y meterle cuatro (como las que me dio Miss Mi-ser-idiota). Y yo, que juré y perjuré sobre el ensayo de Nando Cruz Macrofestivales (santas escrituras del odio eterno a los festivales modernos) que nunca más volvería al Primavera Sound, aquí estoy un año más fichando de nuevo.

Entrenamiento de puertas abiertas
La jornada inaugural del Primavera Sound es un poco como cuando, y seguimos con los símiles futbolísticos, el Barça hace aquellos entrenamientos de puertas abiertas por Navidad. Son diferentes, con un público más familiar y local. Llum, surgida de Eufòria, ha puesto las primeras notas de un PS 2025 que se ha puesto en marcha esta pasada noche del miércoles 4 de junio en el Parc del Fòrum. Tras ella, unas Hinds que siempre han tenido un rollo especial. No sabes por qué, pero, dulcemente irreverentes, con un repertorio de pop imperfectamente perfecto que esconde temas como Hi, How Are You, The Club, New for You o Just Like Kids (Miau), te encantan. Invitar a La Casa Azul es garantía de éxito. A Guille Milkyway le salen los temazos por las orejas, y ayer no se dejó ninguno en casa. Cuando saltó al escenario, ya debíamos ser unos 25.000 allí en el Besòs. 25.000 que no hemos podido resistir entregarnos al baile al ritmo de himnos de pop electrónico como No hay futuro, Los chicos hoy saltarán a la pista y Hasta perder el control, puesta en escena infalible para una fiesta que ha mantenido su efervescencia con cartas ganadoras como El momento, Prometo no olvidar, Podría ser peor y, evidentemente, La revolución sexual, tema que ya ha entrado a formar parte de nuestra banda sonora vital colectiva. La noche la ha cerrado el canadiense Caribou. Electrónica onírica, clausura ideal de la primera jornada del Primavera Sound, ese festival que cuando acaba juramos que no volveremos a pisar, pero al que siempre acabamos volviendo.