Cuando las series empezaron a ser arcos narrativos que se alargaban durante varias temporadas, se puso de moda menospreciar los renombres "procedimentales", es decir, aquellas historias policíacas con episodios autoconclusivos en que se priorizaba el caso semanal y las tramas continuas quedaban en un segundo plano (sin que eso quisiera decir que no eran importantes, ojo). De sopetón, las series procedimentales eran de segunda categoría, pero la realidad es que este estilo televisivo, especialmente predominante durante los años 70 y 80, siempre han sido una fuente de entretenimiento y creatividad inagotable, aparte de ser primordial para entender la televisión moderna. Poker Face te roba el corazón de entrada porque es un homenaje sin complejos a aquella manera de hacer televisión.

Hay una trama de inicio que en ningún momento se abandona, pero el foco principal es el caso criminal que investiga la protagonista cada vez que hace una parada de su viaje. Y su creador, Rian Johnson (autor de Puñales por la espalda), aprovecha la ocasión para ampliar la muestra y apelar a la esencia misma del género. Por eso la serie tanto te puede recordar las historias clásicas de detectives pintorescos como a ratos parece una declaración de amor a El increíble Hulk, aquella singular adaptación en que la versión humana del personaje iba de pueblo en pueblo arreglando el mundo. Pero lo que la eleva definitivamente, y la convierte en una de las grandes series del año, es que es una de las obras más divertidas, ingeniosas y corrosivas de la temporada. Te atrapan los casos, la atmósfera, los secundarios, los giros, las referencias y, por encima de todo, esta fuerza de la naturaleza que es Natasha Lyonne.

Foto Poker Face 2

Estrenada en SkyShowtime, Poker Face es la accidentada historia de Charlie Cale, trabajadora de un casino de Las Vegas con una singular habilidad: detectar cuando alguien está mintiendo. No sabe cómo funciona, pero funciona. Aunque, como dice ella misma, sabe cuándo alguien miente pero eso no quiere decir que sepa cuál es la verdad. La cosa es que, por una serie de circunstancias, acaba exponiendo las actividades delictivas del propietario del casino, heredero de un imperio que primero quiere aprovecharse de los poderes de Charlie pero después la ve como una amenaza muy seria. La protagonista no tiene ningún otro remedio que embarcarse en un viaje por carretera para huir de él y empezar una nueva vida, pero cada vez que se detiene en cualquier pueblo o rincón inhóspito se encuentra teniendo que hacer de detective porque, como decía House, todo el mundo miente.

Mirándola puede llegar a parecer que estás viendo una policíaca de los 70 con la narrativa de Breaking Bad

Es este itinerario el que pauta la estructura de una serie que obra el milagro de convertir cada episodio en una pieza de orfebrería. Ya no solo porque los guiones son espléndidos y los casos están calculados al milímetro (fijaos, por ejemplo, en el primer cuarto de hora del segundo episodio, absolutamente sensacional) sino porque está dirigida con maestría y está llena de momentos para enmarcar. Mirándola puede llegar a parecer que estás viendo una policíaca de los 70 con la narrativa de Breaking Bad. Y después tiene estos diálogos, cargados de ironía, referencias pop y la sensación que no querrías que dejaran nunca de hablar. Un festival.