"Tiempos especialmente interesantes". Así describe Pep Coll la época en que tiene lugar la historia de Samuel, de Enric o del pequeño Philippe, a algunos de los protagonistas de La llarga migdiada de Déu (Proa), la nueva novela del autor pallarés. Tejida a través de sus historias entrelazadas, es una narración de largo alcance, que explica el éxodo de miles de judíos desde la Francia ocupada por los nazis hasta la España franquista, durante la II Guerra Mundial. Se trata de un tema inexplorado por la historiografía hasta tiempos recientes que el autor no solo rescata, sino que también reescribe con ambición y una mirada enfocada a los conflictos del presente.

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Pep Coll acaba de publicar su nueva novela, La llarga migdiada de Déu

Colaborar con el poder o arriesgarse

"Hay situaciones que se dan, que obligan a la persona a decidir entre ser un héroe o ser un traidor. Entre colaborar con el poder o bien arriesgarse. Hoy sería lo que pasa en cualquier régimen autocrático, como Rusia", afirma Coll. Y está en este conflicto, humano y clave de las guerras, en el que se mueve Samuel, a un pequeño empresario judío de la ciudad de Lille, que concentra gran parte del peso de la historia. Cuando su familia muere en un bombardeo alemán mientras huyen de la invasión nazi, la tragedia lo sacude y lo lleva a cuestionarse su fe: "Y tú, Dios de Israel, Dios de nuestros padres, ¿por qué no los has parado, a los aviones asesinos?", clama a las estrellas. El conflicto de fe, explica Coll, fue recurrente y lleno de pliegues fascinantes en la comunidad judía sacudida por el horror del Holocausto y el avance nazi por media Europa. "Se preguntaban qué hacía Dios en aquella situación extrema, el Dios con el cual tenían pactada una alianza", explica Coll. "Las plegarias en los campos de concentración invocando a Jahvé, debieron abundar", añade.

Hay situaciones que se dan, que obligan a la persona a decidir entre ser un héroe o ser un traidor. Entre colaborar con el poder o bien arriesgarse. Hoy sería lo que pasa en cualquier régimen autocrático, como Rusia

Samuel, pues, aprenderá a vivir prescindiendo de su fe, abrazando un laicismo o un agnosticismo pragmático, que lo llevará hasta la lucha política directa. Lo hará de la mano de la Armée Juive, la Armada Judía, un movimiento sionista de resistencia contra los nazis que actuó en la Francia de Vichy y que se dedicaba a liberar niños y niñas judíos, hijos de familias que se encontraban presas en los campos de concentración del sur de Francia. Ante "la siesta de un Dios que echaba cabezadas en Occidente", como sugiere el título de la novela, actuar en el mundo será su consuelo. El proceso que vive Samuel también demuestra, para Coll, de qué manera un individuo se hace altruista cuando su vida sufre un cambio radical o cuando es sacudida por la tragedia. "Ante el vacío, como se encuentra Samuel, el altruismo le ayuda a sobrevivir y a dar sentido a su vida", afirma.

El régimen de Vichy

La historia de Samuel confluye a través de las páginas con el otro gran escenario de la novela: un convento medio en ruinas, en la población de Artigues, en los Pirineos franceses, que la Cruz Roja suiza rehabilita para acoger a los niños judíos sin familia. Ahí Samuel coincide con Enric y su familia de republicanos exiliados de la España franquista, que sueñan con poder volver a Catalunya cuando el régimen caiga. Las decenas de niños y niñas que viven allí reciben una formación adaptada a los extraños tiempos de la guerra, mientras descubren la poca vida que las circunstancias les han dejado. "A la hora de hacer una programa de estudio y plantearte la enseñanza, deberías tener en cuenta la situación del alumno. Para estos alumnos rodeados de peligros, hay materias que son más útiles que las habituales", explica Coll.

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Portada de La llarga migdiada Déu

Y quizás una de las materias que se tendría que enseñar es la de saber enfrentarse a las visitas constantes de los gendarmes de Vichy, el gobierno francés del mariscal Pétain bajo control nazi, que controla todo lo que pasa en el convento. Y que también persigue a algunos de los niños, a veces con la colaboración de la Gestapo. "Me interesaba hablar de esta cuestión, que en Francia después de la guerra se intentó que pasara desapercibida". El autor se refiere a la persecución de los judíos en el país en manos de las autoridades francesas y de los gendarmes, que en algunos casos sabían, cuando los detenían, "que los estaban enviando a morir". Un tabú histórico que para Coll se une a otro que también es destacable: "los alemanes también fueron acogidos por una determinada capa social francesa, que temía al comunismo y a la revolución. Aunque fueran sus enemigos ancestrales", sentencia.

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Pep Coll ha novelado la odisea de unos adolescentes que huyen del nazismo a través de los Pirineos

Las montañas del miedo y la esperanza

Con este título, la historiadora Emilienne Eychenne bautizó los Pirineos, para referirse a la travesía que miles de judíos hicieron desde Francia hasta el España. La paradoja es que después de la invasión nazi de Europa, España era uno de los lugares del continente donde los judíos podían estar más seguros. "Franco, en los primeros años de la II Guerra Mundial, a menudo devolvía a los judíos que pasaban. Pero a partir de 1943, por presiones de los aliados, los admite y no los devuelve, con la condición de que no se queden en el país", dice Coll. El régimen también legalizó entidades inglesas y americanas que los recibían y los acogían por toda la Península, para después ayudarlos a marcharse del país, hasta un lugar más definitivo. No trabajaban solo con judíos, sino también con los pilotos ingleses abatidos en Francia. "Para muchos, los Pirineos eran su única salida", sentencia el autor.

La paradoja es que después de la invasión nazi de Europa, España era uno de los lugares del continente donde los judíos podían estar más seguros

También lo serán para muchos de los personajes protagonistas e integrantes del convento de Artigues, que se ven obligados a huir de la persecución que sufren en tierras francesas. Es una ruta ardua y arriesgada a través de unas montañas inhóspitas y sin muchos medios. "Era una frontera realmente difícil, sobre todo en invierno", explica Coll, que la atravesó como forma de documentarse para la novela. "La cara norte de los Pirineos, desde donde venían, se mantiene helada buena parte del año. Los Pirineos, vistos desde Francia, son mucho más inhóspitos que vistos desde Catalunya". Y es que, de hecho, las montañas tienen un papel clave en esta ambiciosa reconstrucción histórica. "Me interesaba que estos lugares del Pirineo por donde yo había andado, como el Monte Valier, fueran también lugares donde hubieran pasado todas estas aventuras y todas estas tragedias", explica Coll. Unas aventuras que, en algunos casos, incluso están basadas en hechos y personajes que fueron bien reales y que aparecen en la novela con su nombre verdadero. Todo para ilustrar los conflictos humanos que se esconden bajo la violencia de una guerra que, a pesar del ruido de los aviones y las bombas, no consiguió despertar a Dios.