Heinrich Himmler, el jefe de Seguridad del III Reich, creía que podría encontrar el Santo Grial en Montserrat, y aseguraba que la posesión de esta reliquia garantizaría grandes poderes a su poseedor. Este fue uno de los motivos de su viaje a Barcelona, en octubre de 1940. Los alumnos de la Escuela Alemana de Sabadell, se pasaron días ensayando locamente el Ich hatt' einen Kameraden (Yo tenía un camarada), un himno alemán del XIX muy usado por los nazis; tenían que rendir un gran homenaje al jerarca nazi. Niños y niñas catalanes y alemanes, juntos, aclamaron al asesor de Hitler. No fueron los únicos. En la posguerra el nazismo tuvo mucho impacto en Catalunya, no sólo en el ámbito político, sino también en el económico y en el cultural. Esta influencia se explora en el libro Nazis a Barcelona. L'esplendor feixista de postguerra, de los historiadores Mireia Capdevila y Francesc Vilanova, publicado por L'Avenç, la Fundació Carles Pi i Sunyer y el Ayuntamiento de Barcelona, según informa El Confidencial. El libro saca a la luz numerosos documentos curiosos, como la factura pagada al Ritz por el banquete de bienvenida a Himmler. Se gastaron en tabaco 525 pesetas, lo que equivaldría actualmente a más de 6.000 euros. Y eso que los nazis impulsaban un activo movimiento antitabaco.

Cuatro intensos días

Francesc Vilanova, profesor en la Universitat Autónoma de Barcelona, explica que Himmler tan sólo estuvo cuatro días en España, pero en estos cuatro días se organizaron muchas actividades para demostrar el apoyo de los catalanes al líder nazi y, de esta forma, expiar los "pecados" de la guerra civil. Parece ser, según Vilanova y Capdevila, que en Catalunya Himmler estaba más interesado por aspectos esotéricos que por alianzas políticas: en Montserrat mostró mucho de interés por los visigodos, que supuestamente emparentarían a los ibéricos con los alemanes... Los benedictinos se mostraron distantes con Himmler, pero no se sabe si lo hicieron por antipatía hacia el nazismo, o por las inclinaciones esotéricas del dirigente alemán. La germanofilia de los catalanes duraría todavía dos años más: según Vilanova, el día de la muerte de Hitler, el 1 de mayo de 1945, el consulado alemán en Barcelona abrió un libro de condolencias, parece ser que mucha gente pasó a expresar su pésame. Sólo unos días más tarde, el régimen franquista intentó disfrazar su colaboración con el nazismo: intentaba "reponerse la virginidad", como explicaba irónicamente, en la época, el diplomático Agustín de Foxá.