«Acostumbro a relacionar a cada uno de los personajes de mis novelas con una canción, de manera que antes de ponerme a escribir, escucho esa canción para que me ponga en el estado emocional del personaje. Y, en este caso, vinculaba la letra, el ritmo, el tono juguetón, con en Simó, el personaje protagonista de la novela». La nueva novela de Melcior Comes se titula L'home que va vendre el món, título que el escritor mallorquín ha tomado prestado de la canción homónima de David Bowie.
Última entrega de la trilogía que inició con Sobre la terra impura (Editorial Proa, 2018) y continuó con el aclamado Tots els mecanismes (Editorial Proa, 2022), a L'home que va vendre el món, Comes se acerca a la figura de en Simó Diarte, un experto en comunicación y publicidad que trabaja para una agencia multinacional en pleno Quadrat d’Or de la ciudad de Barcelona. Uno de sus últimos clientes, sin embargo, lo obsesiona: la Rosa Dorca, una candidata a la alcaldía de talante agriamente populista (imposible no pensar en Sílvia Orriol), que ha aprovechado las ideas de en Simó para impulsar su campaña electoral. Inmerso en una crisis de vocación y de identidad, en una nueva Barcelona de tintes venecianos, con canales navegables y puentecillos, y con una hija que lo esquiva y un gato doméstico que lo araña, en Simó se ve en la obligación de tener que satisfacer a los nuevos amos del mundo, al mismo tiempo que intenta mantener la dignidad, la inteligencia y un cierto sentido de lo que es real y lo que tan solo es manía personal, delirio o publicidad engañosa. ¿La mejor novela de Melcior Comes? Muy probablemente.
¿La versión original de David Bowie o la que hicieron Nirvana en su MTV Unplugged?
Nuestra generación la descubrimos por Nirvana. Aunque el mismo Cobain ya se apresuró a advertirnos en la presentación de la canción: «This is a David Bowie song». Así que primero escuchamos la versión de Nirvana y después ibas a buscar la original. Pero esta canción, igual que otras canciones de gente como Bob Dylan, las conocimos a través de grupos que estaban de moda en los 90.
¿Has estado escuchando a otros artistas durante el proceso de escritura de L'home que va vendre el món?
Sí, sobre todo música minimalista contemporánea, como la banda sonora de Leftovers, de Max Richter. Es una música muy emocional y, al mismo tiempo, muy pequeña. Me gusta mucho la reformulación que ha hecho con sintetizadores de Les quatre estacions de Vivaldi. Algo que puede ser incluso aberrante u ofensivo. Pero él ha puesto coraje, y tacto y sensibilidad. Ha reescrito un clásico y al mismo tiempo lo ha hecho posmoderno. Literariamente, esta es la estética que a mí me gusta.
En tu caso, hablar de referentes es absurdo, pero leyendo la novela me ha sido imposible no situarte en algún lugar entre Ferran Torrent y Bret Easton Ellis.
Son autores muy interesantes, que me gustan mucho. Yo, sin embargo, pensaba en el París de Boris Vian o el Nueva York de Saul Bellow. Es una novela escrita para ser leída rápidamente, pero al mismo tiempo que tenga sofisticación literaria, que tenga trabajo, que tenga ingenio.
Con L'home que va vendre el món cierras la trilogía que iniciaste con Sobre la terra impura y seguiste con Tots els mecanismes.
Son tres novelas que, en cierta manera, hablan de una cierta élite económica e intelectual. Hay personajes que se repiten. En esta, por ejemplo, hay un periodista que también aparecía en Tots els mecanismes y alguna referencia a otras novelas mías. De alguna manera, son mundos interconectados, aunque son novelas que responden a visiones y temas diferentes. Esta es una novela totalmente barcelonesa. No hay ni una sola escena que no transcurra en Barcelona. Las dos anteriores eran novelas muy mallorquinas: Sobre la terra impura y la otra, Tots els mecanismes, una historia ubicada entre Mallorca y Barcelona.
Cuando hablamos de El dia de la balena, la novela iniciática que publicaron el año pasado, ya lo decías, que estabas enfrascado en una historia totalmente barcelonesa.
Ya hace más de veinte años que vivo aquí. De Mallorca guardo los recuerdos de infancia y adolescencia. Los recuerdos de juventud y de madurez están vinculados a Barcelona, y son los que uso para retratar esta ciudad y su desbarajuste. Soy un escritor al que le gusta hablar del presente, de las cosas que pasan hoy en día. Así como El dia de la Balena era una novela sobre los años 90, esta es una novela ya no sobre el año 2025, sino que incluso podría estar ubicada en el 2035. O en un presente alternativo que, en el fondo, es como un futuro inminente.

Soy un escritor al que le gusta hablar del presente, de las cosas que pasan hoy en día. Esta es una novela ya no sobre el año 2025, sino que incluso podría estar ubicada en el 2035. O en un presente alternativo que, en el fondo, es como un futuro inminente
Uno de los hechos más fascinantes de El hombre que vendió el mundo es, justamente, que, desde la ficción, has modelado una novela rabiosamente actual.
Hemos visto muchas cosas en los últimos años, como el ascenso del populismo, la irrupción de la inteligencia artificial a todos los niveles: en el periodismo, en el marketing, en la comunicación, en la creatividad... ¡Incluso en la creación literaria! Eso ha implicado un cambio de mentalidad, otra manera de hacer, otra manera de trabajar... El personaje central, Simó, se da cuenta. Se va dando cuenta de que muchas de las cosas que él hace y por las cuales se ha estado preparando durante toda la vida para ser excelente en este trabajo, que es interpretar el mundo, asimilar los datos sobre las tendencias, olfatear la cultura del momento para ver de qué manera se pueden incorporar los productos que él no tiene más remedio que vender trabajando en una empresa de publicidad, pues este trabajo ahora lo puede hacer una máquina: una máquina puede asimilar el comportamiento de la gente online, puede ver qué cosas funcionan o no, puede crear imágenes y spots y textos en tiempo real, y puede hacerlo con mucha más velocidad que cualquier creativo publicitario. Y claro, eso lo asusta. Hay una escena de la novela en la que descubre que han creado un bot de Josep Pla. Eso, que parece inverosímil, ya lo están haciendo los ingleses con sus escritores. Están creando bots que hablan y escriben como Henry James o como Charles Dickens, de manera tal que, incluso, a un experto le dices: “Hemos encontrado un cuento inédito de Henry James”, y es incapaz de decirte si es real o si lo ha hecho la inteligencia artificial después de asimilar 15 mil o 20 mil páginas de este autor.
Haces un relato muy fiel, también, de la actual precariedad del periodismo.
Tenemos un periodismo en crisis, sin medios. El mismo Simó tiene que financiar un periódico digital para que haga verdadero periodismo en torno a la candidata populista, porque los otros medios no tienen ni los recursos, ni la paciencia, ni el coraje político de hacer verdadero periodismo en torno a esta mujer, averiguar quién hay detrás, quién le escribe los discursos, quién financia la campaña, quién está orquestando ideológicamente todo lo que está pasando en torno a esta candidatura. Simplemente se limitan a ir a las ruedas de prensa y escribir lo que dice esta persona, pero no intentan averiguar qué hay detrás de esta candidatura, que es lo que el periodismo tendría que hacer.
Si no molesta, es propaganda.
Exacto. Y lo que no es propaganda, es publicidad.
Uno de los objetivos del libro es hacerte ver que el populismo es un sistema de tópicos, igual que es un sistema de tópicos vender la Coca-Cola.
La novela gira en torno a la campaña electoral a la alcaldía de Barcelona de una candidata que es fácilmente identificable con Sílvia Orriols.
Sí, exacto. Es un personaje muy grandilocuente, como Belloni, como Trump o como cualquier populista de derechas francés. Uno de los objetivos del libro es hacerte ver que el populismo es un sistema de tópicos, igual que es un sistema de tópicos vender la Coca-Cola. Es un discurso que es idéntico en todas partes. Es idéntico en Italia, es idéntico en Francia, es idéntico en Estados Unidos, es idéntico aquí. Lo único que tienes que hacer es buscar al público, buscar las consignas, la retórica y acompañarte de medios para que esta retórica llegue a la gente que ahora mismo está muy preparada para que eso funcione.
Es tan idéntico que en Cataluña las diferencias entre Vox y Aliança Catalana en la gran mayoría de temas son inexistentes.
Son las diferencias y las anomalías típicas que tiene cualquier cosa en Cataluña. Somos una minoría nacional dentro de otra mayoría nacional y aquí se suman paranoias propias. Eso le da, a todo ello, matices y diferencias que son muy fuertes. También este discurso antiinmigración, pero además de una determinada inmigración, porque sobre la otra no se dice gran cosa.
¿Sigues leyendo la prensa?
Es una novela hecha con mucha conciencia de actualidad, sobre cómo funcionan las grandes empresas de infraestructuras, cómo funcionan los grandes contratos públicos en torno a todo eso... También hay un trabajo de documentación de cómo funcionó la última campaña política en Barcelona, que seguí muy de cerca mientras hacía el libro.
¿Las elecciones del “que us bombin”?
Exacto. Hay muchas cosas de la resolución de la trama de la novela que son idénticas a la resolución de la trama política de las últimas elecciones municipales en Barcelona: quién ganó, quién perdió...
¿Te ha contactado algún político?
Todavía no, el libro acaba de salir. Fui yo quien contactó con ellos cuando hacía el libro.
¿Hiciste entrevistas?
Sí, con jefes de campaña y gerentes de campaña. Me explicaban cosas. También quería saber cómo funcionaba el marketing online. Me fascinaba el caso real de Cambridge Analytica, una empresa que se dedicaba a descubrir, a través de los datos masivos, dónde estaban los votantes indecisos para ir a influir directamente sobre ellos. Eso condicionó totalmente la primera campaña de Trump y el Brexit. Comprando datos sobre el conjunto de la población, podías descubrir dónde estaban aquellas personas que podías seducir más fácilmente o dónde había bolsas de indecisos, pudiendo dirigir concretamente la campaña a este segmento de la población de tal manera que, solo variando un 2% los posibles resultados electorales, podías ganar los comicios. Eso, cuando se descubrió, pareció un hecho totalmente anómalo. Pero es que, antes de llevarlo a la práctica con el Brexit y Estados Unidos, ya se había ensayado en países africanos y en países asiáticos. Esta empresa ya había jugado con todo eso en estos otros países, y yo quería jugar con la idea de que eso también podría estar pasando en nuestra casa.
¿Está pasando?
No lo sabemos, porque tampoco nos lo dicen. No tengo datos de que eso haya pasado, pero no entiendo por qué no puede haber pasado. No me encaja que no pueda haber pasado, si ha pasado en todas partes.
No somos un oasis.
Aquí hay un oasis, un oasis catalán, pero descubrimos que bajo el oasis había un nido de mierda, un pedregal y unos pozos negros. Me gustaría que nos dijeran la verdad en torno a todo eso: ¿se usan ciertos datos masivos a la hora de influir, a la hora de dirigir el marketing político? Solo es eso.

Tenemos la atención destrozada. Ya no somos capaces de leer tres horas seguidas como antes hacíamos, sin coger el teléfono y mirar qué está pasando. Y eso es porque han ganado la partida. Una partida mental
¿Cuanto más has investigado, más miedo te da la sociedad actual?
Sí, porque, por muy inteligente y disciplinado que seas, no tienes la capacidad de separarte de la fascinación que provocan las redes sociales y todo lo que nos llega a través de las pantallas. Tenemos la atención destrozada. Ya no somos capaces de leer tres horas seguidas como antes hacíamos, sin coger el teléfono y mirar qué está pasando. Y eso es porque han ganado la partida. Una partida mental. Y esta partida mental, esta atención fragmentada, es lo que posibilita que seamos más sensibles a este tipo de consignas.
Hay un libro fascinante sobre todo esto del periodista estadounidense Max Fischer: Las redes del caos.
Lo tienen todo estudiadísimo, es el mecanismo de la recompensa.
Como el mono al que le tiran el plátano como premio después de hacer la payasada.
Pero en las redes, este premio es lo más valioso con lo que te pueden recompensar para nuestra psicología —y por lo tanto es muy difícil luchar contra ello— que es el reconocimiento.
La dopamina que te genera obtener el like.
De esto también se habla en la novela: de qué manera se han aprovechado de todas estas estrategias para hacernos dependientes de las redes. De cómo, una vez te han captado la atención, llevar esta atención a donde quieran. Simó, el protagonista, es un mercader de la atención.
Él lo llama un ingeniero de túneles de atención.
Pero él también está destrozado, él también es víctima de todo esto. Este hombre es hijo de nuestra época.
¿Cuál es el trabajo exacto de Simó? Porque, leyendo la novela, todavía no lo sé.
Es un intelectual, porque no es un creativo estricto, al servicio de una gran empresa de comunicación. No lo tienen para crear eslóganes, sino para dar las consignas culturales a través de las cuales después venga alguien a crear esos eslóganes, esas campañas. Él es quien dice: “Deberíamos aprovechar este clima cultural que ahora demanda cierto tipo de modelo, cierto tipo de lenguaje, cierto tipo de tipografías”. Él es quien indica a los creativos el camino que deben seguir. Es un gran intérprete de la cultura.
¿Te has entrevistado también con alguna figura similar a la de Simó?
De hecho, no sé si existen figuras estrictamente similares a la de Simó en el mundo de la publicidad, pero a mí me interesaba que existiera: un intelectual experto en neuromarketing y cognición, en las cosas relacionadas con la manera en que nuestro cerebro asimila cierta información. Son cosas de las que hace 20 o 30 años nadie hablaba, no se sabían. Antes todo era más deductivo. No lo podías demostrar de manera tan científica. Todo esto se ha estudiado más recientemente. Ahora podemos escanear el cerebro a medida que recibe mensajes. De todas estas cosas de la dopamina no se hablaba hace veinte años. Son descubrimientos recientes.
Es muy estimulante, como lector, el juego de diálogos que haces en muchos capítulos, mezclando varias conversaciones a la vez, consiguiendo que nunca pierdas el hilo.
Eso lo hace mucho el cine. Martin Scorsese es especialista en eso. En una misma escena puedes ver esta conversación que estamos manteniendo tú y yo, y al mismo tiempo cómo explicas esta misma conversación entre tú y yo tres horas después, pero, además, cómo alguien que nos estaba mirando desde fuera también lo explica otra persona. Me parece muy interesante transmitir esta sensación de caos, de voces... En el fondo, estas conversaciones son como una cascada de tuits. Es como cuando entras a Twitter y vas leyendo varios hilos a la vez. Bueno, Twitter ya no, X, que, para que la novela no quedara desfasada, tuve que cambiar el nombre cada vez que citaba la red. He intentado llevar esta sensación a la novela. De hecho, son voces que están hablando de lo mismo, pero en diferentes planos temporales. Esto es divertido de hacer. Requiere un poco más de trabajo por parte del escritor, pero para el lector es muy estimulante.

No quería hacer una novela demasiado convencional o demasiado fácil, porque si no tampoco hay arte. Ojalá pudiéramos inventar una nueva manera de contar historias, que es lo que se supone que hacen los grandes escritores
También vas cambiando la voz narrativa, casi siempre está en tercera persona, pero a veces pasas a la segunda interpelando directamente al protagonista.
No quería hacer una novela demasiado convencional o demasiado fácil, porque si no tampoco hay arte. El arte de la escritura es este: hacer cosas diferentes y buscar técnicas y maneras nuevas de contar historias. Ojalá pudiéramos inventar una nueva manera de contar historias, que es lo que se supone que hacen los grandes escritores.
¿Es tu reto?
Mi reto es que, cuando acabes uno de mis libros, digas: “Este tipo tiene una manera particular de entender la novela, tiene una manera particular de entender el lenguaje literario”. Eso es muy difícil.
¿Eres muy exigente contigo mismo?
No sé si es ser muy exigente. Pero considero que forma parte del objetivo de todo escritor: no hacer un trabajo convencional, tópico, que pueda hacer cualquier otro escritor o que incluso ya pueda hacer la inteligencia artificial. Porque yo muchas veces ya lo pruebo. Yo doy clases de escritura y le digo al alumno: este ejercicio que yo te acabo de proponer también se lo he propuesto a la inteligencia artificial.
¿Le has pedido alguna vez a la inteligencia artificial que hiciera un texto al estilo de Melcior Comes?
Este verano he empezado a escribir una nueva novela. Lo que hice fue pasar a la inteligencia artificial capítulos de esta novela en proceso. La inteligencia artificial los leyó y hizo un análisis sorprendentemente exacto. En un año la IA ha mejorado muchísimo su capacidad lectora. Lo siguiente que hice fue preguntarle qué autor vivo de la literatura catalana actual podría haber escrito esos capítulos. Dijo mi nombre.
Y te golpeó en la cabeza.
Da mucho miedo. Primero me dijo Miquel Àngel Riera. Le respondí que Miquel Àngel Riera está muerto. Le insistí que tenía que ser un autor vivo. Y entonces dijo mi nombre. Me descubrió por el tema, por el tono, por el estilo, por el uso léxico y porque tiene asimiladas muchas páginas mías. Alguien, no sé bajo qué licencias, ha subido allí mis novelas. Es la única manera que puede haber de descubrir que hay unos rasgos de estilo en este libro inédito, que son similares a los rasgos de estilo de mis libros anteriores, que están, de alguna manera, alimentando esta forma de inteligencia artificial. El siguiente paso sería pedirle que escribiera el siguiente capítulo de esta novela siguiendo el estilo del autor. Había un cuento de Roald Dahl, un cuento de hace 30 o 40 años, que iba de alguien que había inventado la máquina de escribir asimilando la obra de los escritores, pudiendo escribir la siguiente novela de esos autores. El inventor de esta máquina iba a casa de esos autores e intentaba venderles su siguiente novela. El inventor acababa haciéndose rico vendiendo a los escritores sus propias novelas. Pasaba que muchos escritores dejaban de escribir. Pero había un grupo de escritores más genuinos que se negaban, se rebelaban contra eso.
A mí, lo que me gusta de un escritor es su personalidad. El robot en sí no tiene personalidad, pero sí puede imitar la personalidad de un autor si ha asimilado mucha información.
Seguramente, eso pasará.
Yo lo he estudiado este verano. Hay un par de escritoras de bestsellers que han empezado a ver novelas suyas firmadas con su nombre, circulando a la venta online. Pero son novelas que no han escrito ellas. Las ha escrito la inteligencia artificial basándose en sus obras anteriores. A mí, lo que me gusta de un escritor es su personalidad. El robot en sí no tiene personalidad, pero sí puede imitar la personalidad de un autor si ha asimilado mucha información.
Ya vivimos en Blade Runner. Sin que llueva todo el tiempo ni haya naves volando por las calles, pero empieza a haber replicantes más humanos que los humanos.
Hace mucho calor, es un Blade Runner con mucho calor.
De hecho, El hombre que vendió el mundo también tiene ciertos momentos de fantasía, magia y casi ciencia ficción. Hablas de una Barcelona con canales de agua, con gente que viaja en vaporettos...
Me gustaba esta idea de describir una ciudad que fuera una especie de formación alegre de la Barcelona que conocemos. Es la Barcelona que conocemos, pero a través de esta alteración que consiste en poner grandes canales, como si fuera la Babilonia bíblica donde el pueblo judío también vivía exiliado.
Hay varios guiños a la Biblia.
En el Libro de Ezequiel, a través de varias citas que el protagonista va encontrando a lo largo de la novela. Como aquella frase que encuentro muy reveladora: “La ciudad es la olla y nosotros somos la carne”. Una frase que le dice su amigo periodista y le da a Simó esta capacidad de visionario, que es lo que tenía el profeta Ezequiel. Porque, en el fondo, lo que debe hacer un publicista de su categoría es ser un visionario sobre las cosas de la vida de la tribu. Creí que tenía que retratar Barcelona a través de una metáfora, de una deformación, a través de una caricatura, porque el realismo en novela está agotado. Para hacer realismo ya tenemos la inteligencia artificial.

La Barcelona turistificada ha derivado en que ya no sea una ciudad nacionalmente líder
¿Te gusta Barcelona?
Yo me he enamorado de Barcelona, aunque con cierto desengaño y un cierto sentido de expropiación, de alienación y de decapitación. La Barcelona turistificada ha derivado en que ya no sea una ciudad nacionalmente líder de un país. Se ha convertido en una metrópolis que participa de la cultura global. Y la cultura global es todo: todos los conciertos, todas las tiendas; pero nacionalmente difuminada, donde la catalanidad es un pequeño restaurante más al lado de uno italiano, uno peruano y uno japonés. Eso a mí me entristece y me incomoda porque, evidentemente, como escritor en catalán sientes que no tienes un país, tienes una dispersión, tienes partículas de país.
En Mallorca el panorama no es mucho mejor.
Allí el país todavía está más disuelto. Como si lo hubieran cogido y metido dentro de una gran cesta, lo hubieran removido y lo hubieran disuelto. Es triste, porque todo lo que forma parte de una identidad colectiva está difuminado. Pero no debemos ser fatalistas. Debemos pensar que son estadios históricos que se pueden subvertir y cambiar, porque la historia no hace más que demostrárnoslo.
Con todo lo que describes en la novela, ¿votarás en las próximas elecciones?
Yo voto siempre. Me lo paso muy bien, el día de las elecciones. El libro también me habla de esto. Es una intriga política maravillosa, la de la democracia. Las campañas políticas son historias y los candidatos son personajes.