Quinientos treinta años más tarde de su publicación en Valencia, Màrius Serra (Barcelona, 1963) ha llevado a cabo el reto de actualizar al catalán actual la obra más universal de la literatura catalana, el Tirant eo Blanc de Joanot Martorell. De la misma manera que se ha hecho recientemente en otras literaturas con la actualización de los ensayos de Montaigne al francés actual o de El Quijote al castellano de hoy día, el escritor barcelonés presenta después de dos años de trabajo su versión del clásico medieval por excelencia de nuestra literatura, la novela que el propio Cervantes consideró "el mejor libro del mundo".

¿Qué era para ti el Tirant lo Blanc antes de recibir el reto de actualizarlo?
Un patrimonio literario que descubrí ya mayorcito, el año 1990. La mía fue la última generación que no recibió ni un minuto de educación en catalán en la escuela, por lo tanto lo descubrí con 27 años, cuándo ya trabajaba de enigmista y quedé impresionado por la novela. Sobre todo por su ingenio, que creo que es uno de sus rasgos característicos: Tirant es un superhéroe, pero no un héroe fantástico como el de las novelas de caballerías tradicionales.

Si nos permitimos la analogía fácil, Tirante es un héroe real más parecido a Messi que a los Olivers y Benjis que poblaban las novelas de caballerías de aquella época, pues.
Su gran fortaleza como caballero se fundamenta en los duelos a ultranza, donde casi nunca se cansa gracias a una gran resistencia, pero eso no es ningún superpoder, sino un rasgo característico de buena preparación física. Después, además, en la mayoría de episodios bélicos -hay muchísimos, sobre todo en toda la parte de Constantinopla y en la última parte de novela-, hay múltiples ejemplos de ingenio.

¿Por ejemplo?
Es a menudo un David contra Goliat permanente, pero no tiene un superpoder natural, por eso siempre se deleita en el truco que hace. Un caso extremo de eso es cuando para superar a uno de los enemigos más poderosos lanza una manada de yeguas contra el campamento musulmán para encabritar los caballos del enemigo. Entonces los musulmanes van de cabeza allí y consigue derrotarlos.

El libro es una actualización, no una modernización.
Eso pasa porque modernizar casi siempre implica un antónimo: si estás modernizando quiere decir que lo consideras antiguo. Por lo tanto, parece que haya una oposición. Pero no es el caso: suplantar la obra no es mi intención ni la de los de quien me lo encargan. Se trata de actualizarla para hacerla más accesible al lector contemporáneo. La lengua es un sistema operativo, es un ser vivo que sirve para comunicarnos, pero no se puede banalizar porque sus estructuras profundas tienen muy de peso. En mi caso, se trataba de actuar como un árbitro de fútbol: los buenos son los que no se notan. Los que se tienen que notar son los jugadores, en este caso los atractivos de la novela.

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Màrius Serra y la nueva edición actualizada del Tirante el Blanco. (ACN)

Un árbitro que no es ni tirantista ni medievalista, sin embargo.
Yo soy filólogo y evidentemente le tengo un respeto absoluto a la novela original, pero lo que yo quiero transmitir es la pasión lectora de una obra que es un clásico porque ha seducido generaciones de lectores durante varios siglos. Es una novela que expone todo un mundo y nos arrastra dentro de manera apasionante. Intento transmitir esta pasión en una versión contemporánea.

¿Estás de acuerdo con Cervantes cuando dice que es el mejor libro del mundo?
No lo sé si del mundo, pero el mejor libro europeo de su tiempo, a buen seguro. El Tirante el Blanco genera un mundo completo por él mismo, ya que bebe de la historia de su momento pero también genera personajes de carne y hueso. Cuando Martorell empieza a escribirla, hace sólo 6 o 7 años que ha caído Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente. La pulsión que lo lleva a escribir la novela es hacer una ucronia que él veía posible en su futuro inmediato: que ganen los buenos, recuperemos Constantinopla. Él escribe lo que desea, al fin y al cabo. Tirante muere en Adrianòpolis, pero su muerte no es heroica: muere de una mal de costat, una pulmonía. Martorell lo hace morir en el mismo sitio donde murió Roger de Flor, el legendario jefe de los Almogávares, y por lo tanto busca una relación con la historia real.

Como si alguien escribiera una novela sobre el 1-O y se inventara que el 27 hubiera pasado otra cosa, vaya.
Con la distancia adecuada, sí. Cuando Tirante va a Constantinopla lo hace para ayudar a los cristianos, como un mercenario o un miembro de los cascos azules de la ONU, y da alegría a aquella corte asediada por los turcos. La familia de Carmesina está a oscuras, confinada, y entonces abren todos los cortinajes y se crea un momento absolutamente catártico. Se ven deslumbrados por la llegada del Tirante, y el primero que el caballero ve de Carmesina son sus pechos, las dos manzanas cristalinas.

A los más jóvenes, en el instituto, nos ponían la película de Vicente Aranda para entender el Tirant. ¿Qué le dirías a los millares de jóvenes catalanes que todavía hoy creen que el Tirant lo Blanc es una obra semipornográfica?
Los diría que hay sensualidad, sí, pero una sensualidad luminosa y verbal. La pulsión de este amor que contradice los éxitos de Tirante: un caballero valiente y victorioso al cual las piernas le tiemblan cuando se enfrenta al amor. Esta dialéctica, al fin, lo castiga hasta el final. Todo pasa por Tirante, pero todo es muchísimo: es un paso de la Edad Media al Renacimiento. Prácticamente ha reescrito todo el Libro de la orden de caballería de Ramon Llull.

Una de las cosas que más llaman la atención es que has decidido suprimir los títulos de los capítulos, una tarea más que necesaria en estos tiempos modernos donde la palabra spoiler da pavor.
Como en toda la narrativa medieval, son títulos donde se expone lo que pasará. Eso encontraba que lastraba la lectura porque redundaba en lo que te ibas encontrando. También he transformado el sistema de numeración, de números romanos en los arábigos. ¿Por qué? Porque los números romanos, en el siglo XXI, los conocemos, pero no tenemos agilidad lectora. El capítulo CCCLXXVIII (378) te lo tienes que leer tres veces hasta que has contado todas las letras. Todo está hecho desde el respeto y el rigor, con la voluntad no de suplantar, sino de abrir la puerta a buscar después el original.

¿Dónde te has empleado más al hacer la actualización?
La parte retórica, más formal y de cartón-piedra, llena de discursos, enumeraciones y sermones, está la que cuesta más adaptar. En cambio, hay dos aspectos donde emergen los talentos de Joanot Martorell como novelista, que son en la descripción de las batallas, de un vigor extraordinario, y también la parte del amor. No sólo la parte picante, sino la profundidad psicológica de las relaciones íntimas.

Màrius Serra presentacio

El escritor barcelonés, durante una presentación, hace algunas semanas. (ACN)

¿Y la parte más difícil?
Uno de los libros que más he utilizado para documentarme es El arnés del caballero, de Martí de Riquer, que tiene un glosario con todas las armas descritas. Un hacha es una antorcha pero también eran hachas. Los obriülls, sin embargo, son lo que más me sacaron de quicio. La definición original es "semillas de espinaca". ¿Entonces, Tirante tiraba semillas de espinaca para que los enemigos no pudieran pasar? Me costó encontrarlo, pero al final resulta que los abreojos también eran un arma medieval, de hierro, que se tiraba al suelo para herir al enemigo, que iba con sandalias y no podía avanzar. Sería el equivalente a tirar clavos en la autopista.

¿Y los topónimos?
Durante toda la novela, Constantinopla es Contestinoble, con 'e'. ¿Si actualizamos Constantinopla, por qué no actualitzar el resto de topónimos? Todos los topónimos ingleses tienen un equivalente muy próximo. Suffolk hoy en día se escribe con S-U-F-F-O-L-K, pero él lo escribe como 'Sòfolc'. ¿Qué hice? Cogí la traducción al inglés de David Rosenthal, hecha a finales de los años ochenta del siglo pasado en inglés contemporáneo, y adopté la misma toponimia original anglosajona. Eso me llevó a una decisión difícil, pero yo creo que tenía que ser coherente. Por eso Guillem de Varoic, a quién todo el mundo mínimamente culto conoce, en esta versión es Guillem de Warwick.

Y Capdillo-sobre-los-capdillos, un nombre con cierto deje franquista, se convierte en el Emir de los emires.
Tienes que tomar decisiones constantemente. El tratamiento de los personajes entre 'tú' y 'Usted' en la novela original es oscilante y aquí también he hecho cambios notables, pero lo más difícil, sin duda, ha sido enfrentarse a las frases hechas. En el Diccionario Alcover Moll hay algunos refranes que sólo aparecen al Tirante y que no han prosperado. De otros hay que actualizarlas para que sean más comprensibles: ¿«dar mostaza por perejil» con la fórmula «donar garses per perdius» [significado equivalente a "dar gato por liebre"]. Què tienes que hacer? Buscar otra palabra, asegurarse que rime, hacer el mismo juego, etc.

¿Esta actualización ha estado como un Everest de 1.000 páginas, pues, para ti?
Una ascensión de dos años y un confinamiento. Me había comprometido a hacerlo en unos 2 años, y yo le dedicaba un día a la semana, 10 horas de trabajo. Gracias al confinamiento, sin embargo, tuve todo el tiempo del mundo, dediqué 5 días a la semana y 10 horas diarias. Hubo esta intensidad, cosa que es muy buena porque tienes toda la obra a la cabeza, pero también angustiante, sobre todo cuando te tocaban los episodios más retóricos, con una sintaxis más compleja.

¿Sintaxis?
En los sermones o los discursos hay mucha subordinación, es muy compleja. Tirant hacía unos sermones motivacionales que ríete tú de los discursos de Pep Guardiola antes de una final. En cambio, el que no cuesta nada de adaptar son los diálogos y la coloquialidad. Son piezas de arte dramático.

¿Veremos Tirant lo Blanc convertido algún día en una serie de Netflix?
Tiene todos los elementos para serlo, sin duda, ya que hay material para hacer una serie de aquellas con muchas temporadas, pero por desgracia todos los referentes audiovisuales que tenemos sobre el Tirante han estado poco estimulantes, como comentábamos antes.

Tú propones cuatro itinerarios de lectura diferentes, un poco al estilo Rayuela de Cortázar. ¿Por qué?
Llegué a la idea de dibujar cuatro itinerarios de lectura después de que algunos buenos amigos lectores de lectura medieval me hubieran comentado que se habían encallado con el principio del Tirante. A través de símbolos e indicadores, pues, ahora se pueden seguir varios itinerarios. El primer és el Tirante esencial, que abarca el 60% de la novela. No te leerás 1.000 páginas, te leerás 600. Además, cuando ya tuvimos establecido el sistema tipográfico, diseñé 3 itinerarios más: dos temáticos con los episodios amorosos y bélicos, Eros y Tánatos, y el último para hacer una cata que se puede leer en una hora: 9 capítulos escogidos que tienen principio y final por ellos mismos, como quienes lee un libro de cuentos..

¿Es todavía hoy el Tirante uno clásico demasiado poco conocido?
Todos los libros tienen muchas lecturas y capas, pero el Tirante el Blanco es uno de nuestros clásicos más conocidos, sí, pero también menos leídos. Hay que desfosilizarlo, por eso con los itinerarios he querido que apetezca más introducirse al mundo creado por Joanot Martorell. El mundo medieval es muy interesante y explica nuestra tradición, y eso, siendo como somos hijos de una cultura ocupada, es primordial no perderlo nunca de vista.

Para acabar, el otro día te veíamos en Twitter manifestando tu enfado con Ada Colau y el uso que hace del catalán a la alcaldesa de Barcelona. ¿La lengua está en peligro de muerte?
Al respecto de Ada Colau, simplemente creo que una persona de su representatividad tiene que tener el catalán como lengua vehicular; me encanta que pueda hablar en tantas lenguas como sea capaz, tal como yo hago, pero la manera de exponerlo en aquel vídeo me pareció mal, y por eso se le recriminé con la máxima educación. Sencillamente creo que el catalán se debe defender de manera proactiva, es decir, utilizándolo. Mi manera de reivindicarlo es con una sonrisa, con empatía y al lado de muchas otras lenguas, pero con firmeza, sin esconder la cabeza bajo el ala.

¿Tirant lo Blanc es víctima de haber sido escrito en catalán?
La prueba es que estamos aquí hablando de la mejor novela europea de su época, pero es poco conocida en nuestra sociedad. Eso mismo observa a David Rosenthal en el prólogo de su traducción, cuando intenta ponerse en la piel del lector anglosajón. Les dice "se preguntarán por qué esta novela no está en todas partes y cómo es que no la conoce todo el mundo". Y él mismo responde: "porque está escrita en catalán y durante 250 años lo tuvo muy difícil para circular".