Barcelona, 13 de octubre de 1909. Esta semana se han cumplido 111 años. Un pelotón militar fusilaba Francesc Ferrer i Guàrdia, pedagogo, escritor y creador de la Escuela Moderna. Había sido detenido por la policía, acusado de dirigir el movimiento revolucionario de la Semana Trágica (1909) y condenado a muerte por un consejo de guerra -a pesar de su condición de civil- en un juicio sin ninguna garantía procesal. Ferrer i Guàrdia era obrerista y libertario, ideologías muy perseguidas por el aparato de poder español. Y desde que había puesto en práctica su proyecto educativo, se había convertido en una persona muy incómoda por los sectores más conservadores y reaccionarios de Barcelona. Pero la investigación ha demostrado que no tuvo ningún papel en los hechos de la Semana Trágica. ¿Entonces, quién ordenó que Ferrer i Guàrdia tenía que ser el chivo expiatorio?

Portada del número 1 del Butlletí de la Escuela Moderna (1908). Fuente Escuela Moderna

Portada del número 1 del Boletín de la Escuela Moderna (1908) / Fuente: Escuela Moderna

¿Qué era la Escuela Moderna?

El proyecto Escuela Moderna, de Ferrer i Guàrdia, provocó un terremoto social en aquella Barcelona de principios del siglo XX. Su primera sede estuvo en la calle Berlín de Barcelona. Y su objetivo, crear un modelo escolar accesible a las clases obreras y dotado con un programa moderno, científico, democrático y de calidad, que amenazaba el monopolio educativo con que, durante siglos, había estado en manos de las instituciones religiosas y, sobre todo, el modelo de adoctrinamiento ideológico que aquel sistema tradicional ejercía sobre las generaciones jóvenes. La Escuela Moderna rompía con aquella máxima coloquial, muy extendida entre las clases privilegiadas de la ciudad que decía "los hijos de los obreros no tienen que estudiar, tienen que trabajar en la fábrica, como sus padres y sus abuelos; y cuándo acaben la jornada, si les queda tiempo, que lo malgasten en la taberna."

¿Quién era el enemigo número uno del aparato de estado español?

El aparato de estado español (policía, jueces, gobernadores) había convertido las asociaciones obreras y libertarias en el enemigo número uno del sistema, y las había declarado la guerra sucia. Un buen ejemplo de aquella práctica lo encontramos poco antes. El 7 de junio de 1896, un desconocido tiró una bomba Orsini sobre la procesión de Corpus, en la calle de los Canvis Nous. Resultado: 12 muertos y 70 heridos. El gobernador Hinojosa y el jefe de policía Despujol, rápidamente -y sospechosamente- señalaron el movimiento libertario y ordenaron la captura y tortura de 83 militantes sindicales. Les importó un rábano que la prensa denunciara aquel acto de terrorismo como un ataque de falsa bandera. "Arreglaron" la condena y ejecución de seis líderes sindicales. Pasado el tiempo el auténtico autor de aquella masacre huiría a París, primero, y a Buenos Aires, después, sin ningún tipo de impedimento.

Recogida de cadàvers en el Barranco del Lobo. Font Omniamuntatur. Ministerio de Defensa

Recogida de cadáveres en el Barranco del Lobo / Fuente: Omniamuntatur. Ministerio de Defensa

¿Qué pasó en la Semana Trágica?

Lo que pasó aquellos días es bastante conocido. Pero en cambio el por qué ya no lo es tanto. Y sobre todo qué o a quién amenazaba aquella protesta, todavía menos. La quema de edificios religiosos sólo es la punta de iceberg de un movimiento que puso en la picota a las clases dominantes españolas. El origen de aquella protesta fue la leva forzosa de reservistas catalanes en la Guerra de Melilla (1909). Y el estallido de violencia se produjo cuando se tuvo noticias de que más de mil chicos catalanes habían sido masacrados en el Barranco del Lobo a causa de la ineptitud de los mandos españoles (ansiosos de gloria personal y embriagados de patrioterismo apolillado). Aquella tragedia tenía unas graves consecuencias, porque a la muerte del marido y padre, se sumaba el hecho de que en su inmensa mayoría aquellas víctimas eran la única fuente de ingresos de sus familias. No hay que decir nada más.

Convento de Sant Antoni. Font Sucesos de BarcelonaConvento de Sant Antoni / Fuente: Sucesos de Barcelona

¿Qué o quién destapó la Semana Trágica?

La Guerra de Melilla (1909) fue una trágica cacicada más del poder español. Aquel conflicto había sido fabricado a propósito para proyectar los espurios intereses personales y empresariales de un privilegiado grupo del poder. Económico y político. Alvaro de Figueroa y Torres Mendieta -conde de Romanones- y Eugeni Güell i Bacigalupi -conde de Güell- urdieron una guerra que costaría la vida a más de mil reservistas catalanes de clase obrera con el objetivo de desplazar la frontera hispano-marroquí más allá de las minas de fosfatos que -a título particular, naturalmente- habían adquirido el año anterior. Es decir, evitar que la producción y, sobre todo, el formidable beneficio que aventuraba su particular negocio quedara a expensas de las políticas de la monarquía alauí. El coste previsible (la vida de miles de personas) era lo que menos importaba.

El socio coronado de Romanones y Güell

Romanones y Güell eran dos personajes muy poderosos. De hecho, la medida de su poder se calibra en su capacidad de urdir una guerra. Pero la culminación de esta maniobra -la declaración de guerra y la invasión del Rif- no habría sido posible sin la participación -y las expectativas- de otros poderosos personajes, capaces de movilizar todas las estructuras del estado español (cortes, ejército) en aquella macabra empresa. Y en este punto es donde aparece la figura del rey Alfonso XIII y del presidente del gobierno, el conservador Antonio Maura. La trágica muerte de los reservistas catalanes, y las dramáticas consecuencias para sus familias, no tan sólo encenderían la mecha de la Semana Trágica, sino que desenmascararían una tétrica trama que utilizaba todo el poder político y militar a su alcance en beneficio de sus intereses personales y empresariales. Naturalmente, en este impasse, los desenmascarados no se quedarían de brazos cruzados.

Alfonso XIII y Amasa. Fotos Kaulak. Fuente Museo de Arte de Catalunya y Revista La EsferaAlfonso XIII y Amasa. Fotos Kaulak / Fuente: Museo de Arte de Catalunya y revista La Esfera

El escándalo y la venganza

La Semana Trágica culminó con la respuesta represiva del aparato del poder español, que causó entre 75 y 100 muertes y centenares de heridos; y que provocó una avalancha de protestas por toda Europa. Y puso a ojos del mundo la trama Alfonso XIII-Maura-Romanones-Güell, que provocaría una crisis institucional de grandes dimensiones. El rey Alfonso XIII sufriría la primera erosión importante de su prestigio desde que había puesto las nalgas en el trono de Madrid (1902). El presidente del gobierno Maura se vería obligado a dimitir y a convocar elecciones. Y Romanones y Güell tendrían que rebajar sus expectativas iniciales. Todo eso explicaría el clima de venganza que dominó la represión contra el movimiento de la Semana Trágica. ¿Pero quien ordenó el fusilamiento de Ferrer i Guàrdia? ¿Y por qué se ordenó el fusilamiento, concretamente, de Ferrer i Guàrdia?

 

Imagen principal: Francesc Ferrer i Guàrdia (1909) / Fuente: Real Academia de la Historia