La Haya, 26 de julio de 1581. Hace 440 años. los Estados Generales de las Diecisiete Provincias votaban y aprobaban el Plankkaat van Verlatinghe (Decreto de Abandono), que destituía al rey hispánico Felipe II como soberano de los llamados Países Bajos borgoñones o Países Bajos hispánicos. Acto seguido, la Generaliteit ―el gobierno del condado de Flandes y uno de los principales impulsores de aquella iniciativa― publicaba el Acte van Afzwering (Acto de Abjuración), que representaría, de facto, la independencia de las Siete Provincias de la mitad norte de los Países Bajos, también denominadas Provincias Unidas de los Países Bajos o República Federal de la Unión de Utrecht.

Representació del nombramiento condal de Balduï Braç de Ferro (siglo XV). Fuente Biblioteca Nacional de los Paisos Baixos

Representación del nombramiento condal de Balduino Brazo de Hierro (siglo XV) / Fuente: Biblioteca Nacional de los Países Bajos

¿Cuál era el origen político de aquellos estados?

Los Países Bajos fueron políticamente articulados, por primera vez, en tiempo del Imperio carolingio (siglo IX). No obstante, no sería hasta bien avanzada la centuria del 800, que el reino de Francia (una de las entidades surgidas del troceo de la herencia de Carlomagno) crearía el condado de Flandes, punto nuclear y pilar del territorio. El año 862, el rey Carlos el Calvo (nieto de Carlomagno) nombraba a Balduino Brazo de Hierro primer conde de Flandes con la misión de fortificar el territorio y contener los ataques vikingos que amenazaban el reino francés. Y para reforzar su autoridad, lo casó (863) con su prima segunda Judit, nieta -también- del difunto emperador Carlomagno.

La lejana relación entre los condados de Flandes y de Barcelona

Durante la segunda mitad del siglo IX y la primera mitad del siglo X, Flandes y Barcelona fueron los dos extremos del reino de Francia. Con la misma misión: contener las amenazas externas (vikingos y andalusíes). Esta sería, muy probablemente, la causa que explicaría la relación de aquellos dos polos; y que se traduciría en un curioso enlace matrimonial. El año 877, Guinidilda -hija de los condes dependientes Balduino y Judit de Flandes-, fue casada con Wilfredo el Velloso, conde dependiente de Barcelona y creador de la estirpe Belónida. Desde aquel momento, el Casal de Barcelona -como ya lo era el de Flandes- se convertiría en una rama menor de la estirpe carolingia.

Reoresentació del Tribunal de los Tumultos, presidido por el duque de Alba (1621). Fuente Palau de Pau de La Haia

Representación del Tribunal de los Tumultos, presidido por el duque de Alba (1621) / Fuente: Palacio de Paz de La Haia

¿Cómo cayeron los Países Bajos en poder de la monarquía hispánica?

En el transcurso de los últimos siglos de la Edad Media (siglos XI en XV), la casa condal de Flandes, Hainaut y Namur se separó del poder central francés (1302), y desplegó una intensa política matrimonial con varias estirpes europeas con el clarísimo propósito de reforzar su independencia; y que culminaría el año 1477 con la unión de María de Borgoña, soberana de los Países Bajos; y Maximiliano de Habsburgo, archiduque independiente de Austria y futuro emperador del Sacro Imperio Romanogermánico (1493). María y Maximiliano serían los padres de Felipe el Bello; casado con Juana (hija y heredera de los Reyes Católicos y mal llamada "la Loca"); y, al mismo tiempo, los abuelos de Carlos de Gante.

Carlos de Gante

Cuando Carlos de Gante (mal llamado I de España y V de Alemania, cuando ni España ni Alemania existían como entidades políticas) recibió la herencia materna (1516) y paterna (1519), quedó constituido un gran edificio político de una extraordinaria extensión territorial, formado por una docena larga de estados independientes. En el marco de la ideología imperial que quería imponer el nuevo régimen estos estados pasaron a ser denominados, oficialmente, "Províncias". Una de estas era Catalunya. Y otras eran las provincias de los Países Bajos, que si bien mantendrían un elevado grado de autonomía, no evitarían los progresivos choques con el poder central, radicado primero en Toledo y después en Madrid.

Felipe II de Castilla y de León

Con el hijo y heredero de Carlos de Gante se puede adaptar aquella cita popular castellana que, en este caso, diría "Felipe, contigo empezó todo." Y se puede decir, también, que con Felipe, todo empezó y todo estalló. Su perfil autoritario e intransigente; y su ideología integrista e imperialista deteriorarían a gran velocidad la relación entre corona e instituciones del país, hasta convertir a los Países Bajos en el territorio más conflictivo de la monarquía hispánica, que era el verdadero propósito de Madrid: fabricar, promover y alimentar -a propósito- un escenario de violencia que tenía que justificar la terrible represión que perpetrarían los Tercios de Castilla, comandados por el sanguinario duque de Alba.

Un pretendido conflicto religioso

El conflicto religioso (las Provincias de la mitad norte se habían declarado luteranas y el rey Felipe se había autoproclamado el "campeón del catolicismo"), sólo era un pretexto: el gran vestido que cubría aquel conflicto. La realidad era que, durante el siglo XVI, los Países Bajos eran el territorio más rico de la monarquía hispánica: su potentísimo aparato industrial y comercial; y su particular modelo colonial (liderados por las clases mercantiles del país) chocaba frontalmente con la ideología de un avaricioso poder (la corona y las oligarquías cortesanas castellanas) que pretendían el control absoluto y el beneficio total de todo lo que se movía por todos los estados del edificio político hispánico.

Representació de la masacre de Amberes (1572). Fuente Bibliothèque Nationale de France

Representación de la masacre de Amberes (1572) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

El duque de Alba y el Tribunal de Tumultos

Con este sórdido propósito, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba y capitán general de la monarquía hispánica en los Países Bajos, creó el Tribunal de Tumultos (1567), también conocido como Tribunal de la Sangre. Entre 1567 y 1576, este instrumento de dominación, constituido para vencer la resistencia flamenca a la instauración de la Inquisición política y religiosa, procesó a 8.957 personas acusadas de promover la revuelta contra la monarquía hispánica y contra la unidad católica. 1.083 personas serían públicamente ejecutadas y una gran masa de población no cuantificada -pero, según las fuentes, relativamente importante-, se vería obligada a emprender el camino del exilio.

La represión hispánica

Aquel paisaje de tensión culminaría en un escenario de violencia extrema. El 4 de noviembre de 1576, reinante Felipe II, los Tercios de Castilla asaltaban Amberes. Durante cuatro días los soldados hispánicos se entregaron al saqueo indiscriminado, al incendio sistemático, y a la persecución y asesinato de la población civil desarmada. Las fuentes documentales hablan de miles de civiles apuñalados, tiroteados, empalados, decapitados o carbonizados. Y la investigación contemporánea estima un balance de 10.000 civiles muertos. El 10% de la población de la ciudad. Una orgía de sangre que la mitología hispánica sacralizaría con la expresión "Furia española", la versión primigenia del "a por ellos, oé".

La respuesta neerlandesa

Las clases dirigentes de las provincias de la mitad norte denunciaron que aquellos terribles episodios de represión eran una violación del contrato social y político entre el Príncipe (entendido como el Hombre Principal) y el pueblo de las "provincias" de los Países Bajos. El contenido del redactado del Acta de Abjuración era bien claro: "Todo el mundo sabe que Dios pone al Príncipe de un País como jefe de sus súbditos, para protegerlos y preservarlos contra la mala fortuna, el desorden y la violencia, como un pastor preserva sus ovejas; y que Dios no creó a los súbditos para el Príncipe ni para serle sumisos o servirle como esclavos y para obedecerlo en todo lo que manda, sea divino o no, sea justo o injusto".

"... ¡a la calle!

Y proseguía: "Si al contrario no hace eso, y en lugar de proteger a sus súbditos, los oprime, los sobrecarga de tasas, y les roba sus antiguas libertades, privilegios y costumbres, y los manda y abusa como esclavos, no se le tiene que considerar como Príncipe, sino como un tirano. En este caso, con derecho y razón el pueblo puede al menos constatar que [el Príncipe] le ha abandonado y decidir que ya no lo reconoce como Príncipe, especialmente si el Parlamento del país lo ha deliberado así. En este caso, puede buscar sustituirlo y escoger a otro para ser protegido sin abusos". El Parlamento de las Siete Provincias del norte, ponía "de patas a la calle" Felipe de Castilla. Por incumplimiento del contrato.

Carles de Gante y Felipe II de Castilla y Lleó. Fuente Antigua Pinacoteca de Munich y Museo del PradoCarlos de Gante y Felipe II de Castilla y León / Fuente: Antigua Pinacoteca de Munich y Museo del Prado

La proyección internacional de la Plankkaat van Verlatinghe

Aquel acto de soberanía tuvo una gran influencia sobre acontecimientos posteriores de gran importancia. La Revolución catalana de 1640 -la de Pau Claris- y la Revolución inglesa de 1642 -la de Oliver Cromwell- se inspiraron en la experiencia neerlandesa. Sin embargo, lo más destacado es que, dos siglos más tarde (1775), los líderes independentistas de las Trece Colonias (los futuros Estados Unidos de América) se inspirarían, claramente, en la experiencia neerlandesa, catalana, e inglesa: el pueblo, que era soberano de su destino, podía destituir a su príncipe (en aquel caso el rey de Gran Bretaña) si incumplía el contrato social y político que lo obligaba con sus súbditos.

 

Imagen principal: Mapa de las XVII provincias de los Países Bajos (1748) / Fuente: Cartoteca de Catalunya