Tortosa, 10 de diciembre de 1648. Las autoridades municipales ordenaban el confinamiento de la ciudad. Habían recibido noticias de que la peste que masacraba el País Valencià había atravesado el río Sénia. Catalunya, inmersa en la última fase de la Guerra de los Segadores (1640-1652), no podría impedir el movimiento de tropas hispánicas que ocupaban, progresivamente, el país, y que haría inútiles todas las medidas preventivas. Según el historiador Jordi Nadal, de la UB, entre el 10 diciembre de 1648 y el 23 de febrero de 1654, aquella peste causaría la muerte a 60.000 personas (un 12% de la población del país); la mitad en Barcelona (el 60% de los habitantes de la capital). Aquella pandemia sería, después de la peste negra (1348), la más mortífera de la historia de Catalunya.

Ciudad cuartel de Orán (1613), obra de Vicent Mestre. Font Viquipedia

Ciudad-cuartel de Orán (1613), obra de Vicent Mestre / Fuente: Wikimedia

¿De dónde venía aquella peste?

La mayoría de los investigadores coinciden en que aquella peste llegó a la península Ibérica desde el Magreb. Más concretamente, desde el frente marítimo del actual estado de Argelia. Es muy probable que, a partir de un foco primigenio situado en el sureste asiático, la infección se habría extendido por el contacto de aquella región con los dominios más orientales del Imperio turco (la ribera del golfo Pérsico); y desde allí siguiendo las vías de comunicación otomanas, se transmitiría hasta sus territorios más occidentales: la región del Magreb. Ahora bien, cómo salta a Europa ya es otra historia. Más cuando sabemos que la relación entre los imperios turco e hispánico, en aquella época, era prácticamente inexistente, más allá de la gélida desconfianza que se dispensaban los dos "gallos de pelea" que rivalizaban por el control del Mediterráneo.

¿Cómo salta la peste a la península Ibérica?

La incógnita se resuelve cuando sabemos que, en aquella época, la monarquía hispánica mantenía el dominio de un enclave situado en la región del Magreb: la ciudad-cuartel de Orán, totalmente rodeada de territorio otomano y que se alimentaba con lo que se cultivaba en la periferia de la fortaleza. Y también sabemos que el tráfico militar entre Orán y los puertos peninsulares era muy intenso y no se había interrumpido nunca desde la conquista hispánica (1509). Ni siquiera durante aquel episodio pestilente. En cambio, por las razones explicadas, el tráfico mercantil entre los puertos otomanos del norte de África y los de la monarquía hispánica era mínimo; y el poco que se movía se concentraba en Mallorca, en Sicilia y en Nápoles. La comprobación de la ecuación es definitiva: Mallorca, Sicilia y Nápoles no se contagiaron hasta 1652, cinco años después del desembarque de la peste en València.

Valencia a finales del siglo XVI, obra de Wyngaerde. Font Viquipedia

València a finales del siglo XVI, obra de Wyngaerde / Fuente: Wikimedia

¿Cómo llega la peste a Catalunya?

Desde València ciudad se extendió rápidamente en dos direcciones: hacia el sur (abarcando Orihuela, Murcia, Málaga y Gibraltar) y hacia el norte (abarcando Sagunt, Sogorb, Vila-real y Morella). En este punto también hay un consenso general entre los investigadores, sobre todo con respecto a señalar al estamento militar como el principal agente introductor de la peste en Catalunya. Pero no los militares hispánicos, sino una expedición catalana: durante el verano de 1648, el regimiento de caballería de Josep d'Ardena penetró en el norte del País Valencià para atacar la retaguardia hispánica. La hueste de Ardena saqueó varios pueblos abandonados que, previamente, habrían sido "visitados" por Tercios procedentes de Orán camino de Catalunya. Y se llevaron objetos —sobre todo ropas— que, una vez en Catalunya, se convertirían en verdaderos transmisores de la peste.

¿Quién extiende la peste en Catalunya?

No obstante, los caminos de expansión que, acto seguido, aquella peste dibujó sobre Catalunya, coinciden plenamente con los desplazamientos de las tropas hispánicas. La historiadora Maria Rita Marimon, de la UAB, rescata varios fragmentos del dietario personal de un coetáneo de aquel fenómeno, el curtidor barcelonés Miquel Parés, que son muy reveladores. Uno de estos fragmentos, que se corresponde con el último rebrote de 1653 dice: “Estant la ciutat de Barcelona netejada i purificada del contagi (...) a mitjans del mes d’octubre tornaren els soldats (hispánicos) i els van fer entrar a Barcelona (...) Com ells són una gent tant poc curiosa (limpia) i de poc treball sempre aporten lo contagi sobre ells (...) s’espargiren per la ciutat (...) per la plaça Nova per sota aquell teulada i encants i entre ells n’hi estaven tres o quatre- cents malaltissos i molt i molt perduts”.

Tortosa a finales del siglo XVI obra de Wyngaerde. Font Wikipedia

Tortosa a finales del siglo XVI obra de Wyngaerde / Fuente: Wikipedia

La peste llega a Barcelona

El 11 de enero de 1651, con los Tercios situados a cien kilómetros al sur de Barcelona, el Consell de Cent (el gobierno municipal de Barcelona) y la Generalitat sospechaban que la peste había traspasado los muros de la ciudad. Los trastos de Ardena, pasados dieciocho meses de la rapiña, difícilmente podían ser la causa, y todo apunta hacia los refugiados procedentes de las zonas ocupadas, es decir, infectadas, por los Tercios de Felipe IV. El Dietario de la Generalitat relata: “Los senyors deputats havian precentit que, en la present ciutat, se havian trobades algunas personas encontrages de mal contagiós, la qual nova los havia causat molt gran desconsuelo y que, axí, ses senyories se offerian a servir a la present ciutat en tot allò que ses senyories gustassen, postposant ses vidas y hasiendas en servir a la ciutat”.

Barcelona se confina

El 31 de enero de 1651, se confirmaban las sospechas y el Consell de Cent y la Generalitat decretaban el confinamiento total de Barcelona. De nuevo, el Dietario de la Generalitat consigna: “En aquest die vingueren, en la matinada, en lo consistori de ses senyories, los magnífichs doctors de la Real Audiència micer Narcís Peralta y Pheliciano Graells (...) a donar rahó del que havia resolt acerca de las novas que corrian per la present ciutat per rahó del contagi, dient que dit Real Consell havia resolt, fins altra novedat hi hagués, no moure’s de la present ciutat y que, perquè les coses del Principat, en quant a la justícia, tinguessen tota bona administració, havia determinat enviar (...) lo senyor Pheliciano Graells en las parts de Igualada, lo doctor micer Balthezar Tàpies a Vich y lo doctor micer Gerònim Fàbrega a Gerona” (las zonas no ocupadas).

Grabado anónimo del movimiento de tropas durante la Guerra de los Segadores (circa 1650). Font Wikimedia

Grabado anónimo del movimiento de tropas durante la Guerra de los Segadores (circa 1650) / Fuente: Wikimedia

El macabro camino de la peste

El Dietario de Miquel Parés informa de que, con cuatro meses de confinamiento, la ciudad de Barcelona había quedado limpia de peste. Pero en cambio en la Catalunya ocupada por los ejércitos de Felipe IV, aquella epidemia se había definitivamente desatado. El Dietario de la Generalitat, a mediados de julio de 1651, consigna una misiva enviada por otro testigo de aquella tragedia que señala a los Tercios como el principal agente de transmisión y contagio de la peste. El pelaire Josep Brugues, de Vilafranca, informaba de que en su ciudad, después del paso de un regimiento de Tercios en dirección a Barcelona, en pocos días había contado a 40 muertos a causa de la peste. El Dietario de la Generalitat transcribe aquella reveladora carta, y dice que: "Tota la gent de Vilafranca (aterrorizada por el contagio) estaven per masies i barraques”.

Los efectos de la peste

La documentación —pública y privada— que hace referencia a los efectos de aquella tragedia habla por sí sola. El 1 de agosto de 1650 (siete meses después del confinamiento de Tortosa), la Generalitat prohibía totalmente la importación de textiles. Mientras tanto, los Tercios hispánicos ("aquella gente tan poco limpia" ) se movían por el país con las mismas medias sucias que llevaban en Orán. Y poco después, también la Generalitat (5 de agosto de 1650) prohibía la exportación de trigos. Y también, mientras el mando hispánico secuestraba trigos —privados y comunales— en nombre de Felipe IV en las zonas ocupadas, los vendía —a título particular— de contrabando en Francia, y las instituciones y prohombres catalanes tenían que pagar hasta 200 libras la cuartea de grano (el equivalente actual a 1.714 euros el kilo) para alimentar la población de la Catalunya libre.

Felipe IV, Luis de Haro (ministro plenipotenciario hispanic) y Joan Josep de Austria (capitán general hispánico en Catalunya). Font Wikipedia

Felipe IV, Luis de Haro (ministro plenipotenciario hispánico) y Juan José de Austria (capitán general hispánico en Catalunya) / Fuente: Wikipedia

Miquel Parés

El asedio hispánico sobre Barcelona (iniciado el 4 de agosto de 1651) inoculó, de nuevo, la peste en la ciudad. El intercambio de cadáveres infectados (vía catapulta o vía aguas canalizadas), de un lado al otro de la muralla, era una práctica habitual y una versión primigenia de la actual guerra bacteriológica. Miquel Parés dejaría escrito en su dietario que a causa de aquel trágico episodio pestilente de importación perdería a su esposa y a tres de sus cuatro hijos: “Se’m mori la muller y un minyó que anava per los tretze anys y altre que tenia onze y una minyoneta de un any que ma muller criava, que són quatre persones. Totes se’m moriren en manco de un mes”.