Hace casi un lustro que Lydia Cacho no puede usar las llaves de su casa en México. De hacerlo, la matarían. La periodista mexicana es una superviviente que ha salido ilesa de atentados, torturas y hasta un secuestro por parte de las autoridades policiales de su país que querían hacerla callar. Cacho denunció públicamente una red internacional de pederastia y tráfico sexual de niños —todo condensado en el libro Los demonios del edén (Debolsillo)— que salpicaba al mismísimo poder y que se saldó con la primera sentencia por pornografía infantil en toda América Latina. Perseverante, incansable, también logró encarcelar a los policías que la torturaron y al gobernador que dió las órdenes, el mismo que todavía quiere verla muerta, y es por eso que vive exiliada en España desde 2019. La crudeza de esta historia puede verse en La infamia, obra teatral que adapta el libro Memorias de una infamia (Debate) escrito por la periodista, y que interpretan de forma intercalada las actrices galardonadas Marina Salas y Marta Nieto poniéndose en su piel. Se puede ver en el Teatro Borràs hasta el 26 de noviembre y hay que verla.

Lydia Cacho periodista   Alejandro Garcia EFE
Foto: Alejandro García / EFE

¿Cómo es ver tu historia desde fuera?
Yo lo vivo como una sobreviviente. A mí no me hace sufrir, al contrario, me hace sentir muy orgullosa de que ellos ahora estén en prisión y yo tenga la posibilidad de contar la historia, que no les sucede a todos los periodistas perseguidos.

¿Fue doloroso el proceso creativo?
No, en absoluto. Si lo hubiese sido no hubiera hecho la obra. Yo llevo muchos años haciendo terapia, antes incluso de haber sido secuestrada, por hacer un tipo de trabajo de alto riesgo. Hice toda la terapia necesaria con especialistas en tortura durante muchos años, y ya hace tiempo que yo me vivo como una sobreviviente. A mí no me duele en absoluto contar la historia. Lo vivo desde el otro sitio, desde pensar en todas estas niñas y niños que están bien, que están libres. Aunque yo esté en el exilio, estoy viva y soy libre, y el 98% de estos responsables están en prisión pagando sentencias. Para mí es justo lo contrario: es muy emocionante y empoderador.

¿Qué puede contarse en el formato del teatro que no se puede transmitir a través de la lectura?
La obra de teatro es de una intensidad y profundidad tremenda. Me parece que el teatro documental, como este en particular, que estéticamente tiene todas las características de lo mejor del cine y lo mejor del teatro de monólogo, te permite entrar en la piel de los protagonistas de una manera que no lo puedes hacer con un libro. El libro te hace imaginar; en cambio, cuando tu estás en el teatro, hay un contexto de intimidad brutal en que la persona que está mirando y escuchando a la actriz, y sintiendo los sonidos, mirando las luces y la escenografía, se mete en el proceso de la vivencia, y lo hace mucho más intenso. Creo que mucho más incluso que si fuese solamente cinematográfico. 

¿Crees que una hora y media es suficiente para remover conciencias sobre algo tan complejo? 
Absolutamente sí. Yo he estado en una gran cantidad de representaciones y hemos tenido encuentros con el público, y es muy impresionante las apreciaciones que hacen. También el poder pensar que, cuando estás hablando de que una periodista fue torturada por decir la verdad y defender el derecho de la libertad de expresión de las víctimas, permite entender que esto sucede en todo el mundo, porque no es la historia solo de una mujer, es la historia de gran cantidad de periodistas. Lo que está sucediendo ahora con los periodistas en Palestina, por ejemplo. Es algo muy parecido. En todas partes donde hay periodistas que se encuentran en zonas de riesgo y están tratando de contar historias que importan a la sociedad, hay alguien que quiere acallarlos. La gente sale con esa reflexión, y para mí eso es fundamental. 

A mí no me duele en absoluto contar la historia; lo vivo desde el otro sitio, desde pensar en todas estas niñas y niños que están bien y libres

Más allá del castigo penal a los criminales, ¿tu investigación cambió algo la sociedad mexicana?
Muchísimo. Cuando yo empecé a documentarme para escribir el libro de Los demonios del edén, no existía la ley contra la pornografía infantil y ni siquiera se hablaba de ella. La gente no lo entendía, ni se imaginaba que existían todas estas comunicaciones a través de Internet entre pedófilos de todo el mundo para compartir información e imágenes, algo que ahora ya se sabe y que advertimos desde aquel entonces que aumentaría si el uso de Internet no se regulaba. Después de la publicación del libro, a raíz de eso y de los movimientos sociales vinculados a esta historia, se creó una ley contra la pornografía infantil, se mejoró y afinó la ley contra la trata de personas, incluyendo el tema de la explotación sexual comercial infantil. Y, por supuesto, todo el tema de cómo los pedófilos comparten la pornografía infantil. Por ejemplo, en México estas penas son mayores que las penas en España, donde hay pedófilos que han compartido pornografía infantil a los que les han dado 2 o 3 años de prisión. Y también cambió culturalmente; la sociedad y los medios, 20 años después, hablan abiertamente de todos estos temas y los exploran. Es lo que hace el periodismo. La gente olvida que el buen periodismo de investigación en todo el mundo termina ayudando a los procesos judiciales o a que se evidencien los crímenes de guerra.

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Foto: Alejandro García / EFE

Y aunque ahora exista este amparo legal, ¿la pederastia sigue imperando en México?
Sigue imperando en todo el mundo. La pederastia clerical en España es un problema gravísimo, incluso puedo decir que más grave que en México. Hay un problema gravísimo con el tema; hay una gran cantidad de hombres en todo el mundo que no se consideran a sí mismos pedófilos, pero conforme las mujeres nos hemos ido liberando y decidiendo sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, ellos deciden ejercer el poder en los cuerpos de las mujeres cada vez más jóvenes. Por eso la pornografía, la industria del porno comercial, muestra cada vez a más jovencitas. Aunque digan que no son adolescentes, sí lo son. La pederastia está aumentando en el mundo entero; uno, porque la hemos denunciado y dos, porque hay gran cantidad de hombres consumidores de sexo comercial que decidieron que es mucho mejor tener sexo con jovencitas y con niñas —y niños— porque pueden controlarlas. Hay un partido pedófilo en Holanda que ahora ha ganado más adeptos de los que tenía hace tres años. Es un problema global. 

¿Qué factores hacen que un país sea más tentador para actuar? 
El primero es, sin duda, el nivel de impunidad. Un ejemplo muy claro fue cuando en Estados Unidos crearon la Ley Megan, que se refería al nombre de una niña pequeña que fue secuestrada por unos tratantes y un pedófilo, y la mataron. Crearon esta ley para perseguir a todos los pedófilos, y lo que hacían es que, en los aeropuertos, cuando veían a hombres de Camboya o Tailandia —por ejemplo— que habían viajado solos por una o dos semanas y traían su ordenador, se lo requisaban, e indefectiblemente 7 de cada 10 traían fotografías de niñas o niños. Así empezaron a detener a muchos pedófilos con estrategias muy puntuales, y esa estrategia la empezaron a copiar en otros países europeos —Holanda y Reino Unido, sobre todo, en España no—. Los norteamericanos de pronto dijeron: bueno, tenemos aquí al lado Cancún, Acapulco, Puerto Vallarta y Los Cabos, que son los 4 ejes de turismo de playa más importantes de México, y empezaron a desatar este mercado. Como siempre, en el tema de la explotación sexual comercial tanto de mujeres como de niñas y niños, son los hombres, los clientes, los que detonan el mercado y la exigencia de más seres humanos en venta.

La impunidad de la Iglesia en España está directamente vinculada a la hipocresía del estado español; habrá que ver si el poder judicial se atreve a enjuiciar la pederastia de los sacerdotes

¿Y en países donde la prostitución es legal?
Cuando se legaliza sucede lo mismo. En Holanda, como en Alemania, pensaron que era muy moderno y muy progre legalizar la prostitución, porque entonces iban a evitar la trata y la explotación sexual. Y lo que les sucedió fue todo lo contrario. Y eso está muy bien documentado; por un lado, la explotación sexual de la industria de la prostitución de mujeres jóvenes y adultas está a la vista, y está legalizada y legislada, y pagan impuestos; pero, por otro lado, los mismos proxenetas de esos clubs y casas de prostitución están trayendo a menores de edad de África o latinoamericanas porque es lo que los clientes piden. Cuando se legaliza, los clientes ya no encuentran el tabú sobre ello. Lo que ellos quieren es el control sobre algo que está prohibido, y lo que está prohibido en ese momento es el sexo con menores de edad. 

¿Cómo está España con este tema?
Ha salido un informe histórico, hecho por organizaciones de defensa de niñas y niños víctimas de la explotación sexual y de la pederastia clerical, sobre los crímenes de pederastia de la Iglesia española. Y es tremendo. Habrá que ver si el poder judicial español se atreve a hacer un juicio. Más allá de hacer un juicio moral y preocuparse tanto, y decir que es un horror, lo que tienen que hacer es llevar a juicio a todos esos sacerdotes, cardenales o maestros que ocultaron la pederastia de los sacerdotes. Y, por otro lado, el tema de la prostitución forzada y de la explotación sexual inducida a través de las páginas web. En España es tremendo. Ahora se está empezando a discutir en la Unión Europea y en el propio Congreso que es importantísimo legislar sobre el control que hay en Internet de estas bandas de delincuencia organizada. Por ejemplo, todos los que operan con Only Fans y su cultura, donde lo que están haciendo es normalizar la prostitución y la explotación y el maltrato sexual en un contexto aparentemente inocuo o divertido. Luego tienes las páginas españolas, que son las más grandes de Europa y que tienen todo el comercio de los sugar daddies y las sugar babies, que no es otra cosa que la industrialización de la explotación sexual de una forma más velada y, además, en la que hacen creer a las chicas que entran ahí, casi todas muy jóvenes o menores de edad, que están haciendo un acto de autonomía. Cuando, en realidad, cuando tú revisas como han actuado, lo que ellas descubren es que se sienten atrapadas. De hecho, entrevisté a los padres de una chica austríaca de 16 años, que fue captada a través de una página de sugar daddies en España, y terminó suicidándose porque no supo cómo manejarlo. El hombre, de 40 años, la manipuló y la amenazaba con exhibirla si no quería salir con él. 

¿En España hay impunidad?
Yo creo que la impunidad de la Iglesia en España está directamente vinculada a la hipocresía del estado español. Hay una gran cantidad de miembros, particularmente de los partidos más conservadores, aunque aquí también incluiría a muchos políticos de la izquierda, que no se quieren meter en esa pelea porque sienten que es una guerra que van a perder. La Iglesia tiene un poder monumental en España. Es el tercer pilar de la política en este país, tiene un poder y una importancia que no tiene en otros países, y una influencia e incidencia política brutal. Creo que hay una gran cobardía por parte de muchos políticos que, en otros aspectos, sí critican la pederastia, pero con la clerical no se meten. Y eso es un problema gravísimo, porque mientras el poder judicial no se meta de lleno en enfrentarse con la Iglesia que protege la pederastia clerical, esto va a seguir aumentando. Hay muchos sitios donde la Iglesia protege a los sacerdotes y los resguarda de la ley, y también hay un montón de jueces de alto grado que son profundamente católicos y que creen que tienen que defender a la Iglesia incluso a costa de la dignidad de la vida de niños y niñas de 3, 4 o 7 años que son violados por estos sacerdotes. Otra cosa muy grave que pasa aquí es que existen buenas leyes de trata, pero no son efectivas. No se quieren meter en eso porque creen que es de modernos y de progres decir que está muy bien que las mujeres tengan derecho a prostituirse, pero esta no es la discusión. La discusión es que es explotación sexual comercial, y cada vez con más jóvenes. 

Nunca antes había logrado meter a un hombre con tanto poder como el gobernador en la cárcel, que quería ser presidente de México, y los atentados van directamente en proporción con la sed de venganza de estos hombres poderosos de quedarse en prisión, y de que yo siga testificando

Tú vives exiliada en España des de hace cuatro años.
Ya había sobrevivido a seis atentados, el de antes de venirme fue el séptimo. Yo llevaba 15 años con escolta. En verano del 2019 volvía a casa y mi escolta tenía que venir a buscarme al aeropuerto, pero nunca llegaron. En ese momento empecé a ver las cámaras de mi casa en uno de mis móviles de seguridad. Estaban las puertas abiertas, no veía a mis perritas y algunas de las cámaras estaban rotas. Y en uno de los vídeos se veía perfectamente cómo había entrado un tipo encapuchado con armas largas. Hablé con la gente que me cuidaba fuera de México, la Interpol, y me dijeron: coge un avión y salte, están yendo a por ti y es gente del gobernador —el que me mandó torturar—. Así que tomé un avión y aquí estoy. Y no he podido volver, y no puedo volver. 

¿Cómo fueron los otros atentados?
Esa fue la primera vez que entraron en mi casa. Habían sido diferentes atentados. Algunos habían baleado las puertas de mis oficinas. Otra vez, yo iba con mi pareja y unos amigos volviendo de un festival literario de Tijuana en el auto blindado en el que me llevaba mi escolta, y atentaron contra el coche; por poco nos volteamos, y todo estaba armado para que el auto explotara. Otra fue una persecución armada cuando iba con mi hermana en mi coche, conduciendo yo hacia mi casa, pero la policía logró llegar y los desvió, aunque no los detuvieron. Así uno tras otro. Nunca antes había logrado meter a un hombre con tanto poder como el gobernador en la cárcel, que quería ser presidente de México, y los atentados van directamente en proporción con el enojo, la sed de venganza y la preocupación de estos hombres poderosos de quedarse en prisión, y de que yo siga testificando. Era un hombre que tenía a todo su partido detrás, con un poder brutal y que había creado una carrera para ser presidente, y una mujer sola logró que la Interpol lo detuviera y se quedara sin su carrera política. Fue su culpa, claro, pero él dice que es mía. 

Llegaste a un país que vive una gran crisis de precariedad periodística.
Yo viví la precariedad siempre desde que reporteaba en México, a los periodistas y reporteros en general nunca nos han pagado lo que merece nuestro trabajo. Es así. Pero sin duda, yo allí trabajé muchísimo, hubo momentos en que dirigía una revista comercial y cultural, al mismo tiempo dirigía una revista feminista, un centro de atención a víctimas, escribía libros... yo trabajaba sin parar, y me construí una casa, y tenía un espacio de seguridad. Eso me permitió tener una vida más libre. Y ahora no. Ahora de repente llego acá y a los 60 años tengo que volver a empezar de cero como si tuviera 25; con la precariedad, con lo mal pagado de medios que me dicen que me van a publicar para que me dé a conocer en España, como si fuera principiante.

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Foto: Alejandro García / EFE

¿Sin pagarte?
Sí, sí, claro. Cosa que no me ha pasado en Latinoamérica nunca, ni en Estados Unidos, donde serían incapaces de invitarme a escribir algo sin pagarme. Y aquí mucha gente me dice que es para que me conozcan. Mira, para que me conozcan me voy a un bar y saludo a la gente. Mis amigos de España me dicen que siempre pensaron que si me venía a vivir aquí me iría estupendamente y tendría unos trabajos increíbles. Lo que sí te puedo decir, honestamente, es que el único que me ha ofrecido un trabajo muy bien pagado, incluso quedándome dentro de una redacción, es un medio de derechas con el que jamás trabajaría. También los principios impiden que me venda para salir de la precariedad. Es así. Soy freelance desde hace más de 20 años, dejé de trabajar en periódicos cuando me convertí en una persona de alto riesgo, porque los medios ya no quisieron tenerme en sus nóminas. Ahora doy conferencias, escribo para medios diferentes que me piden textos y ensayos y libros, pero, en realidad, donde me tratan mejor como profesional es fuera de España. 

¿Te sientes insegura aquí?
Yo hace muchísimos años que aprendí a vivir con normalidad. Incluso teniendo escolta. Tienes que hacer eso, porque de otra manera no tienes salud mental. Tienes que buscar las estrategias para vivir de la mejor manera. Yo en España estoy bien, estoy tranquila, sigo teniendo muchos mecanismos de seguridad que ya están integrados en mi vida diaria constantemente, incluso la forma y los lugares a los que voy, dónde me siento, cómo manejo mis móviles, toda mi conectividad. Pero no vivo con miedo. Son demasiados años, 30 años ya, haciendo esto. 

¿Volver es imposible?
No hay manera. Todos los expertos en seguridad me dicen que no hay manera. Al menos tendríamos que pensar en diez años, o hasta que esta gran mafia que está integrada en los cuerpos políticos de los niveles más altos de México ya no tenga el poder que tiene.