Imagen superior: Un avión sobrevuela la exposición. A la derecha se aprecia el Estadio y al fondo, el Palau Nacional / Foto: AFB. Autor: Josep Gaspar Serra

 

La década de los años 20 del siglo pasado supuso para la ciudad de Barcelona un momento histórico en que se produjeron grandes cambios sociales y políticos. El pistolerismo convirtió la capital catalana en un lugar donde el asesinato estaba al orden del día y al cual las autoridades contribuyeron con métodos todavía más expeditivos, como la siniestra ley de fugas. Asimismo, las consecuciones de la Mancomunitat en el terreno civil se vieron  mutiladas por la llegada de una dictadura militar furibundamente anticatalana. Con todo, estos años también fueron los de la modernidad, representada por bailes atrevidos como el charlestón, pero también por la revolución que significó la inauguración del metro y el gran acontecimiento que culminó la dècada, la Exposició Internacional de 1929, que sirvió para urbanizar la montaña de Montjuïc

Todos estos hechos están recopilados en el libro La ciutat moderna.1921-1930 (Alberti Ediciones), el quinto volumen de la colección, en construcción, que Ròmul Brotons i Segarra dedica a la historia reciente de la capital de Catalunya. Como sus predecesores La ciutat captiva. 1714-1860, La ciutat expansiva. 1860-1900, La ciutat trasbalsada. 1901-1910 y La ciutat neutral. 1911-1920, el libro recoge año a año las vicisitudes de la ciudad.

La ciudad de las pistolas

La década de los años veinte, a pesar de tener en el imaginario fama de alocada, empezó marcada por la violencia. En una ciudad de más de 700.000 habitantes se mantenía una guerra soterrada, la que mantenían, con maneras bastante violentas, los sindicatos y las patronales, con pistolas y pistoleros a ambos lados. El entonces gobernador civil de Barcelona, el general Severiano Martínez Anido se ingenió un sistema para acabar con la violencia de una parte, la de los sindicatos, ya que el pistolerismo de la patronal contaba con la connivencia de las autoridades.

A él se le debe la tristemente célebre ley de fugas, que consistía simplemente en comunicar a los presos que quedaban en libertad para acto seguido abatirlos a tiros por la espalda aduciendo que intentaban fugarse. Por todo ello, el 1921 se cerró con ciento diecisiete atentados y setenta y nueve víctimas mortales.

Con respecto a 1922, un hecho marcó el año, la anexión de la villa vecina de Sarrià, que completaba la agregación de los municipios próximos y agrandaba la ciudad -con todo, todavía habría agregaciones posteriores de terrenos pertenecientes a los municipios de l'Hospitalet de Llobregat y Santa Coloma de Gramenet-. También aquel año se instauraron las primeras líneas de autobús y se vivió una tragedia inesperada, el hundimiento de una de las populares golondrinas del puerto, con diez ahogados.

Llega la dictadura

El 1923 fue el año de la visita de Albert Einstein a la ciudad -con la anécdota que llegó sin avisar e hizo correr a un comité de bienvenida desprevenido- y del asesinato de Salvador Seguí el Noi del Sucre, però sobre todo de la llegada, en septiembre, justo después de una multitudinaria celebración catalanista el dia 11, de la dictadura militar encabezada por el capitán general de Catalunya, Miguel Primo de Rivera, y recibida con los brazos abiertos por la monarquía borbónica, lo cual supuso la represión del catalanismo y la destitución de los concejales del ayuntamiento, que no volverían a ser escogidos democráticamente hasta abril de 1931.

Al año siguiente la Mancomunitat de Catalunya quedó anulada, aunque nominalmente aguantó hasta 1925, pero la gran novedad fue la inauguración del gran Metro, la actual línea 3, entre las estaciones de Lesseps y Catalunya, a la cual seguiría poco después el Transversal, la actual línea 1, que uniría la Bordeta con la Estación del Norte.

 

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El cardenal Vidal i Barraquer bendice la inauguración del Gran Metro, el 30 de diciembre de 1924 / ANC. Autor: Brangulí

Por su parte, en 1925 estuvo marcado por una dura represión, repetidas visitas del rey Alfonso XIII, que amparado por la dictadura militar menudeaba sus estancias en Catalunya, el terrible accidente del tren de Sarrià del Jueves Santo, con 26 muertos y la sonada clausura del campo del Barça de la Travessera de les Corts, cerrado a causa de una sonora pitada del público al himno español, agravada por la espontánea ovación al himno británico que sonó acto seguido.

La muerte de Gaudí

En 1926 llevó la eclosión de una música ligera y frívola, el charlestón, que en cierta manera marcó el talante de la época y marcó también un hito en la lucha por la liberación de la mujer, pero también fue el año de la muerte de Antoni disfrutó, atropellado por un tranvía y que dejó a la Sagrada Familia a medio hacer.

El año siguiente, el 1927 fue el de la plaza de Catalunya, ya que fue entonces cuando aquel espacio no previsto en el plan Cerdà adquirió la fisonomía con la que la conocemos, a pesar de algunos cambios, en la actualidad.

Del Gótico a la Exposición

La década de los años veinte también fue la de la construcción del Barrio Gótico, añadiendo a elementos originales otros de trasplantados de otros lugares o directamente construidos de nuevo, como el puente en supuesto gótico flamígero de la calle del Bisbe que une el palacio de la Generalitat con la casa de los Canonges y que fue construido en 1928 para espanto de los entendidos y maravilla de los desinformados.

Pero si un acontecimiento marcó el final de la década fue sin duda la celebración de la Exposición Internacional -no Universal como la de 1888- que tuvo lugar en 1929. Su gestación fue muy larga, ya que su origen tenía que ser una muestra de industrias eléctricas que se fue transformando con el tiempo.

La exposición significó la urbanización de Montjuïc, con la construcción de algunos elementos que todavía hoy forman parte de la magia de la montaña, como la Font Màgica, el Palau Nacional o el Poble Espanyol. También para la exposición se levantaron cuatro columnas en señal de catalanidad, que no llegaron a la inauguración ya que la dictadura las derribó un año antes aunque actualmente vuelven a lucir en una situación próxima al original.

Sea como sea, la exposición fue un éxito que movilizó toda la ciudad, un precedente del latido que se volvió a vivir el año 1992 y que prácticamente cerró una década que finalizó en 1930 con la dictadura ya tocada de muerte y encarada hacia unos cambios que llegarían el año siguiente con el advenimiento de la república y de la democracia.

Se auguraba un futuro brillante que, como se sabe, el fascismo cortó de raiz. En todo caso, eso ya formará parte de un próximo volumen de esta colección sobre Barcelona.