Anita Lasker-Wallfisch, sobreviviente de los campos de exterminio de Auschiwtz y Bergen Belsen, exhortó al Parlamento alemán a no tolerar el negacionismo del Holocausto ni bajar la guardia ante las nuevas formas de antisemitismo, incluido el odio a los israelíes.

"Juré no volver a poner mis pies en suelo alemán. Mi odio a lo que era Alemania no tenía límites. Pero, como ven, entré en razón ya hace muchos años. Y no me arrepiento. El odio es simplemente un veneno y al final acaba envenenando a uno mismo”, dijo ante el Bundestag, en una ceremonia para recordar a las víctimas del Holocausto. Con cuatro días de retraso, el Parlamento alemán conmemoró el 73 aniversario de la liberación de Auschwitz, campo al que sobrevivió Lasker-Wallfisch porque, como relató, “se le necesitaba” como violonchelista en la “orquesta femenina” del campo de exterminio.

A sus 93 años, entró al recinto del brazo del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, y luego se apoyó en un bastón para llegar a la tribuna, pero su voz no tembló. Lasker-Wallfich alertó del “virus” del antisemitismo, que tiene más de 2.000 años y “al parecer es incurable”, y pidió combatir a quienes ponen en duda la maquinaria asesina del nazismo, uno de los capítulos de la historia más documentados.

Entre llamadas de atención, quiso también elogiar la acogida de más de 1,3 millones de refugiados en Alemania en los últimos dos años, palabras que escuchó desde su asiento la canciller, Angela Merkel, y que no fueron aplaudidas desde los escaños de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). “Los judíos son criticados por no haberse defendido y son criticados cuando se defienden hoy”, señaló.

Hija de un abogado y una violinista, Anita nació en Breslavia (hoy Polonia) en 1925 y su vida fue un “idilio” hasta la llegada del nacionalsocialismo al poder. Cuando deportaron a sus padres ella tenía 16 años y comenzó con su hermana Renate a trabajar en una fábrica, donde conocieron a presos de guerra franceses. Empezó entonces su carrera como “falsificadoras de documentos”, la que les llevaría a prisión y la que, a la postre, les abrió una puerta de esperanza en Auschwitz, donde llegaron no como judías, con la muerte casi garantizada, sino como delincuentes.

El presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble, subrayó que de la “culpa” nace la “especial responsabilidad” de Alemania ante los judíos, una responsabilidad que deben asumir también los inmigrantes. Schäuble se preguntó qué habría pasado si tras los pogromos contra los judíos en 1938 miles de alemanes hubiera salido a la calle a protestar y subrayó la necesidad de mantener “una posición consecuente contra toda exclusión, antes de que sea demasiado tarde”.