Barcelona, 28 de mayo de 1789. Recinto de la Ciutadella. Francisco Antonio de Lacy y White, capitán general del régimen borbónico español en Catalunya, ordenaba el cumplimiento de la sentencia de ejecución dictada por el anterior capitán general Francisco González y de Bassecourt, conde de Asalto; contra seis líderes de la protesta llamada Rebomboris del Pa [Alborotos del Pan] (28 de febrero de 1789 – 2 de marzo de 1789). Controlada y asfixiada la protesta, el régimen borbónico puso en el cadalso de las horcas a cinco hombres y una mujer: Josepa Vilaret, conocida popularmente como "la Negreta". Josepa Vilaró fue una de las personas destacadas en el liderazgo de aquella protesta. Y el poder que dirigía aquella sociedad tradicionalista y patriarcal de finales del siglo XVIII no le perdonó su condición de género: fue condenada a muerte y asesinada por mujer y por activista.

¿Por qué en 1789?

1789 sería un año especialmente importante para la historia mundial. El 14 de julio el pueblo de París asaltaría la Bastilla, punto de inicio de la Revolución Francesa y de varios procesos revolucionarios por toda Europa. Los Alborotos del Pan —en Barcelona, en Mataró, en Vic y en Sabadell— serían un episodio más de este estado de crispación general que cubría el continente. Sin embargo, ¿cuáles eran las causas que explicarían aquel clima revolucionario? La respuesta nos la da Pierre Vilar: la crisis financiera de 1772, denominada la "Crisis del Pánico" que devastó los sistemas financieros privados británico y francés —por otra parte, absolutamente entregados al negocio especulativo—, arrastraría al conjunto de la economía continental. Y una serie de malas cosechas agrarias, que remontaban a 1780, haría el resto. En 1789 se había tocado fondo.

Barcelona. La Plaza Nova (finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX). Fuente Cartoteca de Catalunya
Barcelona. La Plaza Nova (finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX). Fuente Cartoteca de Catalunya

¿Cómo era la Barcelona de "la Negreta"?

La Barcelona de 1789 era una ciudad que continuaba recluida y amontonada en el interior del cercado amurallado medieval. Era el castigo impuesto por el régimen borbónico después de la ocupación de 1714. Pero la ciudad ya reunía a más de 100.000 habitantes: un incremento demográfico de un 250% con respecto a 1714, pero con menos terreno disponible que antes de la guerra, por la destinación de espacios a usos militares y por la ampliación de los obradores antiguos en fábricas modernas. Las casas solo podían ganar espacio hacia adelante (ocupando la vía pública) o hacia arriba (añadiendo pisos a las viejas construcciones). En los barrios jornaleros (el Born, el Raval) se generaliza un modelo de la vivienda que en la actualidad decimos "piso amasadera": varias familias jornaleras conviven en una misma vivienda. La Barcelona de los Alborotos es una de las ciudades más insalubres del continente europeo.

¿Cuál es la causa que impulsa los Alborotos del Pan?

El 28 de febrero de 1789, tres meses justos antes, estallaba una protesta generalizada en Barcelona contra el aumento desmesurado de los precios de los alimentos básicos. Según el profesor Pierre Vilar (1906-2003), de la Universidad de París, el precio del pan —alimento básico de las clases populares— se incrementó, en seis meses, un 50%. La libra de pan “moreno” (una pieza redonda de 450 gramos) pasó de diez a quince sueldos. Un incremento que arrastró al alza los precios de la carne, del vino y del aceite. Sin embargo, ¿cómo se traducía este incremento en los parámetros de la época? Pues, según el profesor Enric Vicedo, de la Universidad de Lleida, los jornaleros agrarios del Segrià —por ejemplo— tenían un salario medio diario de diez sueldos. Un 10% más que el año anterior (1788). Pero, en cambio, los incrementos de precios de los alimentos habían reducido su capacidad adquisitiva a la mitad.

¿Cómo estallan los Alborotos del Pan?

La producción del pan en Barcelona tenía una curiosa historia, que explica la geografía de los Alborotos. Desde la crisis de 1537, la corporación municipal obligaba a los panaderos de la ciudad a panificar, exclusivamente, en el "pastim" (la panadería municipal); y a entregar, a precio impuesto, una parte de la producción, que el gobierno municipal comercializaba a precio limitado para evitar el incremento desmesurado o, incluso, la especulación de aquel preciado alimento básico. Pero en 1767 el Ayuntamiento privatizó el "pastim". Los precios del pan quedaron en manos del gremio de panaderos y de la empresa Torres y Compañia, propietaria de la mayoría de las "barracas del pan" de la ciudad. El sábado 28 de febrero de 1789, después de tres incrementos de precio consecutivos, estalló un disturbio de grandes proporciones; formado, en aquel primer momento, exclusivamente por mujeres.

Barcelona. El puerto y la ciudad (1767). Fuente Cartoteca de Catalunya
Barcelona. El puerto y la ciudad (1767). Fuente Cartoteca de Catalunya

¿Qué pasó durante el Alboroto?

A medida que avanzaba la jornada, los disturbios se intensificaron. La ira de los sublevados se dirigía hacia las clases dominantes que habían urdido la trama del pan: los vendedores de pan con una posición dominante en el mercado; las autoridades de la Real Audiencia que, sospechosamente, habían autorizado los incrementos de precios; y las autoridades municipales, que, también sospechosamente, no habían hecho uso de una prerrogativa que permitía congelar los precios. Los sublevados pasaron de prender fuego a las barracas del pan, a intentar incendiar la Real Audiencia; y los palacios de Asalto, de los Torres y de algunos dirigentes municipales. Asalto, asustado, formó una compañía de caballería delante de su casa, pero cuando la situación se calentó de verdad, abandonó a sus subordinados y se refugió en la Ciutadella, el gran cuartel —la gran mazmorra— borbónico de la ciudad.

¿Qué más pasó durante el Alboroto?

Josepa Vilaret fue una de las primeras detenidas. Fue la noche del día 28; al inicio del Alboroto, cuando aquella protesta estaba formada, exclusivamente, por mujeres. Al día siguiente, día 1 de marzo, las revolucionarias ocuparon la catedral y blandieron las campanas al toque de "Via Fora"; el somatén que, históricamente, llamaba a la población civil a la defensa de la ciudad. En este punto, es importante destacar que el somatén había sido proscrito por el régimen borbónico después de la ocupación de 1714. Durante las horas posteriores, miles de hombres se sumaron al Alboroto. Según el profesor Carles Viñas, de la UOC, en el momento culminante de la protesta, aquel movimiento estaría formado por unas 8.000 personas; que exigían el retorno de los precios del pan y de los alimentos básicos a los niveles del agosto anterior; y la liberación de las personas detenidas.

¿Qué pasó después del Alboroto?

Asalto cedió a las reivindicaciones de las revolucionarias. Y el día 2 de marzo, la ciudad, poco a poco, volvía a la normalidad. Pero cuando la noticia llegó a la corte de Madrid, el rey Carlos IV y Campomanes, presidente del Consejo de Castilla (el equivalente al actual Consejo de Ministros), cesaron fulminantemente a Asalto y nombraron, en su lugar, al general Lacy, con el cometido de revertir todos los acuerdos con los líderes revolucionarios. Lacy ordenó la detención de centenares de personas, y la justicia militar borbónica, embriagada de venganza, dictó noventa penas de destierro y seis penas de muerte. Tan desproporcionada era aquella represión que, incluso, uno reputado borbónico como Rafel d'Amat, barón de Maldà y autor de Calaix de sastre, la consideraría excesiva.

Carlos IV, Campomanes, Asalto y Lacy. Fuente Museo del Prado i Biblioteca Digital Hispánica
Carlos IV, Campomanes, Asalto y Lacy. Fuente Museo del Prado y Biblioteca Digital Hispánica

¿Qué más pasó después del Alboroto?

El clamor de los revolucionarios fue "Fuera el hambre"! Pero el desarrollo de aquel alboroto; y, sobre todo, la intensidad y la brutalidad de la represión desatada, revelan que aquel movimiento tenía un fuerte componente revolucionario que había puesto a la picota el statu quo de aquella sociedad. Los cinco hombres ejecutados eran forasteros. Pero, en cambio, Josepa Vilaret, "la Negreta", era una vecina de la ciudad; una persona con una trayectoria vital vinculada a Barcelona y a su sociedad; y con una extraordinaria capacidad de liderazgo entre la población femenina que la convertía en una amenaza a los privilegios de los poderosos. Josepa Vilaret, "la Negreta", fue una víctima propiciatoria de aquel sistema de fábrica borbónica, tradicionalista y patriarcal, que solo existía por el deseo de venganza y por la voluntad de escarmiento.