Sevilla, 6 de febrero de 1478. Hace 547 años. Fernando II de Catalunya-Aragón e Isabel I de Castilla y León —los Reyes Católicos— firmaban el nombramiento de Joanot Boscà (que más adelante sería el padre del escritor del mismo nombre), como capitán mayor de "el grupo mayor que hemos botado y que botaremos por la Guinea, la Mina de Oro y la Costa de los Esclavos" (litoral del actual Estado de Nigeria). El grupo hispánico capitaneado por Boscà y formado por 11 barcos zarparía con el objetivo puesto en la compra de esclavos para ser revendidos a Europa y con los beneficios obtenidos, financiar al bando de la reina Isabel en la guerra de Sucesión castellana (1475-1479), que enfrentaba a la Católica con su sobrina Juana, mal nombrada "la Beltraneja" (1475-1479).

¿Quién era y de dónde venía Joanot Boscà?
Joanot Boscà era un armador de Barcelona; miembro de una estirpe de navegantes catalanes que, desde el siglo XIII, ejercían como representantes del estamento mercantil en el Consell de Cent y que, durante la Guerra Civil catalana (1462-1472) conflicto que enfrentaría la corona (Juan II y Fernando II) contra la aristocracia feudal y latifundista del país se pusieron del lado de la monarquía. Este fenómeno es habitual en aquel contexto crítico: las élites mercantiles plebeyas posicionarían a favor de su tradicional aliado —el rey—, y en contra de su enemigo secular —la nobleza feudal. Incluso algunas fuentes apuntan que el navegante Boscà y el rey Fernando, tenían la misma edad y se conocían desde la infancia.
¿Por qué Fernando confió un grupo castellano a un catalán?
El grupo que zarpó rumbo a Guinea era una iniciativa de la cancillería hispánica. Pero las naves y las tripulaciones eran, casi exclusivamente, castellanas (andaluzas y vascas). Entonces ¿por qué razón se confió la preparación y mando de aquella empresa a un navegante catalán? Las razones son tres. La primera, porque desde que Isabel alcanza el trono de Toledo (1474), su marido Fernando (se habían casado en 1469, pero el Católico no sería rey en Barcelona hasta 1479), asume el mando de todas las operaciones bélicas castellanas. La segunda, porque aunque los castellanos tenían buenos navegantes, el prestigio de la gente de mar catalana era indiscutible. Y la tercera obedecía a la relación de proximidad entre la familia real catalana y los Boscà.

¿Cuándo zarpa aquel grupo?
El 29 de abril de 1478 (diez semanas después del nombramiento de Boscà), los Reyes Católicos firman la Provisión Real, que indica que ya se habían negociado los fletes de las naves privadas (la propiedad mayoritaria) y ya se había reclutado las tripulaciones. Durante las quince semanas siguientes, aquellas naves —procedentes de los puertos vascos y andaluces— se concentrarían en la rada de Sanlúcar de Barrameda. 36 barcos, que zarparon el 18 de agosto de 1478, y que se destinaron a dos misiones primordiales para la causa de Isabel en su conflicto con Juana por el trono. Las primeras 25 se dirigirían a conquistar las Canarias y a capturar, esclavizar y revender la población indígena. Y las otras 11 naves —las de Boscà— navegarían hasta el golfo de Guinea con el propósito que ya hemos mencionado.
¿Cuál era, en aquel momento, el juego de tensiones en la Península?
Isabel había alcanzado el trono de Toledo de forma ilegítima (1474). Si bien, su hermano mayor Enrique IV la había proclamado heredera al trono (Guisando, 1468), su matrimonio con Fernando (Valladolid, 1469) —promovido por las clases mercantiles catalanovalencianas y rechazado por el rey castellanoleonés— provocaría la alteración del testamento por incumplimiento de la cláusula que obligaba a Isabel a obtener autorización real para casarse. Después de la muerte de Enrique IV (1474), sus partidarios la coronaron con un golpe de fuerza (Segovia, 1474). Y los de Juana tampoco se detuvieron y casaron a su candidata con el rey Alfonso V de Portugal. Fruto de aquella reacción, la corona portuguesa se convertía en un actor destacado en la Guerra de Sucesión castellana (1475-1479).

¿Cuál era, en aquel momento, el juego de tensiones en el mar?
En el conflicto sucesorio castellano el papel de Fernando sería decisivo. Si Juana había obtenido el apoyo de Portugal, Isabel, a través de Fernando, obtendría el compromiso de las poderosas clases mercantiles catalanovalencianas, auténticas promotoras del proyecto hispánico. La guerra sucesoria castellana se convertiría en un conflicto entre Portugal y la Corona catalanoaragonesa por el liderazgo peninsular. También sobre aquella parte conocida del Atlántico —en aquel momento, el mar que señalaba el futuro. Las reyertas en el cuadrante marítimo de las Canarias, entre naves catalanas y portuguesas, o entre barcos de Isabel y de Juana, y las carreras para establecer factorías esclavistas en la costa atlántica africana se convertirían en un fenómeno habitual.
¿Qué pasó con aquel grupo de 36 naves?
El conocimiento de estos juegos de tensiones es muy importante para entender el desenlace de aquella empresa. Las fuentes (las crónicas de Hernando del Pulgar o de Álvaro de Palencia) relatan que la flota castellana de las Canarias (25 naves) fue totalmente capturada y desarticulada por los portugueses, gracias a la habilidad de su almirante Jorge Correa. Aquella captura tuvo unos efectos devastadores para los castellanos. Correa obtuvo centenares de cautivos castellanos que serían recluidos en mazmorras y hasta el año siguiente (1479), no serían intercambiados por prisioneros de guerra portugueses. Pero, además, tuvo conocimiento de la existencia del grupo de Boscà, y una vez desestibó los cautivos y la carga en Lisboa se dirigió hacia el golfo de Guinea.

El motín que cambió la historia
Correa nunca habría podido atrapar a Boscà si no se hubiera producido un hecho que cambió, totalmente, el curso de aquella historia. Cuando las bodegas de las naves de Boscà estaban llenas a tope de esclavos se produjo un motín liderado, ¡¡¡oh sorpresa!!!, por el comisario real (el representante a bordo de los Reyes Católicos), el también catalán Berenguer Granell. El comisario real y los marineros vascos de aquel grupo pretendían exprimir la empresa, obteniendo oro a cambio de cristal, para su beneficio personal. Los marineros vascos no temían a los portugueses porque la cancillería de Lisboa y "la Hermandad de Villas Marineras" vascas tenían un convenio —al margen de la Corona castellanoleonesa— que impedía las capturas mutuas de prisioneros.
¿Qué pasó con el grupo de Boscà?
Las naves de Boscà fueron abordadas y capturadas por los barcos portugueses. Correa los trasladó a Lisboa y la corona portuguesa recluyó a la tripulación en mazmorras (Boscà y Granell incluidos, pero no los vascos) y confiscó el oro y los esclavos. Aquella captura puso a los Reyes Católicos en una difícil situación, porque acto seguido (1479) Alfonso de Portugal y Juana invadían Extremadura y León con un ejército de mercenarios extranjeros financiado con la carga de Boscà. Fernando pagaría para liberar a Boscà. Pero la crisis que había provocado aquel monumental fracaso impediría que Fernando renovara la confianza en cualquier participante de aquella empresa para liderar un proyecto que ya estaba sobre la mesa: la navegación a Extremo Oriente por el oeste.

De Boscà a Colón
La monarquía hispánica plegó velas —y nunca más bien dicho— y cedió la iniciativa marítima a Portugal a cambio de la renuncia de Juana al trono de Toledo (Alcaçovas, 1479). Pero hasta que Fernando no puso las nalgas en el trono de Barcelona (1479) y consolidó su posición (fin de la Revolución Remensa, 1486), el proyecto marítimo hispánico quedaría en suspense. Después de la Sentencia de Guadalupe (1486), que enviaba a la aristocracia catalana —enemiga secular de los Trastámara de Barcelona— a la papelera de la historia, no se reanudaría el proyecto. Boscà, que pagaría eternamente su mácula, desaparece de la escena. Y al mismo tiempo aparecen en escena tres nombres —Santángel, Colón y Caboto— y una ciudad —València— que serían fundamentales en el impulso de la empresa americana.
