Este viernes por la noche, el Estadio Olímpico Lluís Companys ha sido el escenario donde Post Malone ha confirmado que su gira The BIG ASS World Tour no es solo un espectáculo, sino una experiencia compartida, llena de momentos vibrantes y emociones intensas (por cierto, culés, este concierto es el que ha imposibilitado que el Barça pudiera jugar mañana en Montjuïc contra el Valencia). Aunque el Estadio no se ha llegado a llenar del todo y aunque, si sigues un poco de cerca la gira, conocías de antemano todos los trucos que iba a realizar desde el primer acorde, el norteamericano ha culminado las expectativas: fuegos artificiales, luces que recortaban el aire, una escenografía que mezclaba el country con el pop y el rap. Todo eso y un repertorio imbatible como pocos actualmente, que es lo que realmente importa.
Del rap al country en una década
Ha sido un concierto que, como la mutante y poliédrica carrera del cantante yanqui, ha combinado momentos íntimos e instantes adrenalíticos, rap y rock, country y pop. Malone, cada vez más absorto en el mundo de la moda (días atrás presentaba en París una colección diseñada por él mismo) ha cambiado de vestuario varias veces, y cada estética (aunque imperaba durante toda la noche la imagen de hombre Marlboro) era un giro en la dirección sonora del concierto. Con todo, ha sido una actuación sin sobresaltos en el repertorio. Malone ha replicado exactamente el mismo cancionero que noches anteriores había decodificado a su paso por Holanda, por Alemania, por Francia... Son los daños colaterales de girar con un espectáculo para grandes estadios en el que hasta el más mínimo detalle está diseñado, pensado y repensado.

Ha sido un concierto que, como la mutante y poliédrica carrera del cantante yanqui, ha combinado momentos íntimos e instantes adrenalíticos, rap y rock, country y pop
La noche, en la que han sonado una veintena larga de canciones —entre estas, y como curiosidad (y nueva señal de las derivas que está tomando la trayectoria de Malone últimamente), una versión del I Ain’t Comin’ Back de Morgan Wallen, un auténtico icono del country contemporáneo—, ha comenzado con Texas Tea, Wow., Better Now y Wrong Ones, tríada inicial que ejemplificaba que la noche sería un puzle sonoro de clásicos y novedad, de emotividad y de intensidad, teniendo especial protagonismo, eso sí, la primera y la última referencia en su obra fonográfica: Stoney (2016) y F-1 Trillion (2024). Su particular manera de celebrar 10 años de trayectoria artística. Con Hollywood’s Bleeding seguida de I Fall Apart, ha parecido que se paraba el tiempo. Silencio absoluto solo roto por el latido del corazón de los seguidores que admiraban cómo su ídolo Malone, que en más de una ocasión ha bajado a la pista para interactuar con las primeras filas del público, ha pasado a la artillería pesada, la que suena con las notas Rockstar, Sunflower, Congratulations o, evidentemente, un Circles que ya se ha significado como un himno generacional.