Flix (Ribera d’Ebre), 15 de noviembre de 1938, las cuatro y media de la madrugada. Las últimas tropas republicanas combatientes en la batalla del Ebro (25 de julio de 1938 – 15 de noviembre de 1938) abandonaban sus posiciones, cruzaban el río Ebro y volaban el último puente operativo sobre el río. La batalla del Ebro, la madre de todas las batallas de la Guerra Civil española (1936-1939), se había decidido a favor del bando rebelde. Los restos del ejército republicano y las columnas de refugiados formadas por miles de civiles se batían en retirada hacia un dramático exilio. Y en ese contexto, el president Companys tuvo una oportunidad histórica que habría podido evolucionar hacia la independencia de Catalunya. ¿Qué pasó y por qué desperdició aquella ocasión?

La Catalunya de finales de 1938
La Catalunya de las semanas inmediatamente posteriores a la batalla del Ebro estaba inmersa en un paisaje dominado por la derrota. Los contendientes —republicanos y rebeldes— habían fiado el resultado del conflicto en la batalla del Ebro (180.000 combatientes y 30.000 muertos). Y la derrota republicana había precipitado el fin de la defensa de Catalunya. Una masa de medio millón de personas inundaba las carreteras que conducían a la frontera francesa, que estaban llenas de columnas de militares (supervivientes del ejército republicano) y civiles (catalanes y de otros lugares del territorio republicano refugiados en Catalunya). Centenares de miles de personas que, con los pocos medios y recursos que tenían a su alcance, escapaban de la terrible represión desatada en la retaguardia del ejército rebelde.
La posición francesa
Édouard Daladier, líder del Partido Radical Socialista francés y en aquel momento presidente del gobierno de Francia, se vio el "batacazo" encima. Ni tenía medios para impermeabilizar la frontera ni para detener y expulsar —en caliente o en frío— a aquella inmensa masa de refugiados. Y, además, la estabilidad de su gobierno estaba comprometida por aquel fenómeno. Jean Ybarnégaray, líder de la ultraderechista Croix de Feu ('Cruz de Fuego') y de su brazo político, el Partido Social Francés, había amenazado con retirar el apoyo parlamentario al gobierno —y con provocar la caída del precario ejecutivo de Daladier— si no se impedía —con todos los medios al alcance del Estado (ejército incluido)— la entrada del exilio republicano catalán y español.

La posición inglesa
Con esa espada de Damocles sobre el cuello, Daladier se reunió con Neville Chamberlain, líder del Partido Conservador británico y, en aquel momento, primer ministro de Gran Bretaña. Chamberlain, que poco antes había promovido y firmado los acuerdos de Múnich (30 de septiembre de 1938), un pacto de no agresión suscrito por los gobiernos de Alemania (Hitler), Italia (Mussolini), Francia (Daladier) y Gran Bretaña para evitar la inevitable Segunda Guerra Mundial (1939-1945), no tenía ningún interés en desestabilizar a su socio francés. Chamberlain no solo escuchó a Daladier, sino que lo apoyó para llevar a cabo su propuesta: crear una zona desmilitarizada en el extremo noreste del territorio republicano para albergar a esa masa de refugiados y evitar su paso a territorio francés.

¿Qué se pretendía con la creación de aquella zona desmilitarizada?
Daladier y Chamberlain proponían la creación de una zona desmilitarizada y de administración internacional que concentraría y garantizaría la vida a la gran masa de refugiados republicanos —catalanes y españoles— que se disponían a cruzar la frontera. Esta zona ocuparía el espacio geográfico situado entre el curso del río Tordera —al sur—, las Guilleries y el curso alto del río Ter —al oeste— y los Pirineos (la frontera hispanofrancesa) —al norte. Más o menos el territorio de las comarcas de la veguería de Girona. Esta propuesta fue urgentemente enviada a la Cruz Roja Internacional, que no solo la aceptó, sino que se comprometió a gestionar la ayuda humanitaria destinada a la supervivencia de los refugiados.

¿Cómo reaccionó Franco a la propuesta Daladier-Chamberlain?
La Junta Técnica del Estado —el Gobierno del bando rebelde presidido por el general Franco— no solo rechazó la propuesta, sino que aceleró la maniobra de ocupación de Catalunya. El 26 de noviembre de 1938, pocos días después de la propuesta Daladier-Chamberlain, el general Franco ordenaba la ofensiva de Catalunya, la operación de ocupación militar del Principat y de cierre de la frontera hispanofrancesa a través de los pasos catalanes. La impermeabilización de aquella frontera tenía varios propósitos. El primero: impedir el suministro, por tierra, de armamento y de ayuda humanitaria a la zona republicana. Y el segundo: impedir la salida del exilio republicano, para proyectar toda la violencia punitiva franquista sobre aquella masa de refugiados.

¿Cómo reaccionó Companys a la propuesta Daladier-Chamberlain?
La reacción de Franco y la Junta Técnica del Estado obedecía a la lógica perversa que había dominado la ideología del bando rebelde desde el golpe de Estado que precipitaría la Guerra Civil (17, 18 y 19 de julio de 1936). Pero, en cambio, la reacción del president Companys sorprendió a todo el mundo. El president de Catalunya demostró que su prioridad era mantener el clima bélico de resistencia que presidía la sociedad catalana desde el inicio del conflicto, y rechazó el plan Daladier-Chamberlain. Los argumentos que esgrimiría para rechazar el plan serían que aún era posible ganar la guerra (sin ejército y desconectado del resto de la zona republicana) y que aquella zona desmilitarizada de administración internacional podía ser el embrión de una futura Catalunya independiente.