Ya es mala suerte que llueva y haga frío el día de Sant Jordi. Peor todavía, que llueva y haga frío la primera festividad de Sant Jordi después de dos años de pandemia. Ya es remaldita mala suerte que en una supermanzana literaria de centenares, quizás miles, de metros cuadrados, el primer puesto que me encuentro saliendo del metro, en el cruce de Rosselló con Rambla de Catalunya, sea el de Vox. Señor ten piedad y sálvame de este suplicio.

🌹 Sant Jordi 2022, en directo: última hora de la festividad del 23 de abril

Supermanzana

Es bien sabido que el Ayuntamiento de Barcelona comandado por Ada Colau es un gran simpatizante de las supermanzanas. Por eso recibió con entusiasmo la propuesta de trasladar la gran fiesta del libro y la rosa este Sant Jordi 2022, de su tradicional ubicación en las Ramblas, enclave este año destinado a las entidades sociales de Ciutat Vella, al rectángulo de oro delimitado en el norte por la Diagonal, al sur por la Plaza Catalunya, al este Pau Claris y al oeste por Balmes. Allí se situarían las paradas de los profesionales de las flores y los libros: tiendas y editoriales. Una idea genial, magnífica, que prevenía la muerte por asfixia de enamoradas y enamorados en busca de la rosa o el libro ideal para su amado o amada, si no hubiera estado cayendo intermitentemente la tromba del siglo.

Quiero ser Julia Otero

Decíamos que ya es mala suerte que el primer puesto que uno se encuentra cuando sale del metro es el de Vox. Nubarrón negro que se esfuma cuando te cruzas con... por ejemplo, Julia Otero. Impresionante. De mayor quiero ser ella. Sale el sol. Rosselló está lleno de gente. Libros, rosas, colas, guiris, lluvia... Vuelve a caer con fuerza, cada vez con más intensidad. Colocarse bajo las Cascadas del Niágara no debe ser muy diferente del hecho de haber estado justo en medio de Passeig de Gràcia hoy 23 de abril a las dos del mediodía. Los restauradores se frotan las manos. La gente busca cobijo en bares y restaurantes. Los locales están llenos. Acabo en un lugar de la calle Mallorca doscientos setanta-y-pico pagando 35 euros por un plato de huevos fritos con dos gambas (exquisitas, eso sí). Y yo que me quejaba de Vox.

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Casa Batlló, fiesta de Sant Jordi 2022 - Foto: Sergi Alcàzar

Calcetines para Sant Jordi

El cielo clarea y el Paseo de Gracia vuelve a llenarse de gente. Hay alguna cosa todavía extraña en el hecho de ver una multitud de personas sin mascarilla andando por la calle al estilo de vieja normalidad. "Hoy todo el mundo se hace besos", me dice mi pareja mientras observamos el piquito moderado y catalanamente apasionado que se hace un matrimonio de mediana edad que se acaba de intercambiar los libros. Yo también la he besado cuando, siempre original, hecho por el cual me enamoré de ella, me ha dado el juego de calcetines que me ha regalado: "no tiene ninguna gracia regalarle un libro al jefe de cultura de un diario por Sant Jordi". ¿Puedo decir aquí que la quiero?

Como siempre pero en un lugar diferente

Caminar por Paseo de Gracia un día de Sant Jordi no es muy diferente de cuando la fiesta tenía su epicentro en las Ramblas. Hay una pizca más de oxígeno y guiris que ajenos a la celebración, se detienen, quietos como estatuas humanas delante de la Casa Batlló y la Casa Milán para fotografiarlas. Excepto eso, sigue habiendo un gentío delante de los puestos acabando de decidiéndose, si es que nunca se decide, por el libro que se quiere comprar. Multitud que en puntos indeterminados se fusiona con las colas infinitas que se forman delante de las casetas que esconden escritores best-sellers. En contraposición a estos, en la supermanzana, como ya pasaba en las Ramblas, también hay escritores solitarios que esperan, con la mirada en aquella confluencia indescifrable entre la timidez y la tristeza, que alguien les pida que estampe su rúbrica en un ejemplar de su novela, ensayo o recopilación de poemas.

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Sant Jordi 2022, libro, rosas en el día que la gente se besa - Foto: Sergi Alcàzar

La boda de Italia

Este año la estampa se completa, desdichadamente, con coches de la Guardia Urbana, ambulancias y puestos por el suelo por la inclemencia de la lluvia y el viento. Junto a Plaza Catalunya hay un señor con gorra escocesa que se lo mira. Es un escritor con un apellido que es una herramienta dentada para cortar, principalmente madera. Cinco letras. Y de repente vuelve a llover y vuelve a llover mucho. Corremos buscando refugio. Acabamos en el Urban Outfitters, la tienda de ropa que hay en el centro comercial del Triàngle. Aprovechamos y miramos un vestido para la boda en Italia a la que tenemos que ir este verano. Y unos pantalones que le hacen falta. Y un vestido como de jugar a tenis, pero para ir por la calle, pero que no lo compramos porque es de manga corta y el tejido es como de toalla, y eso en verano seguro que da calor. Y una gorra. Y unos calcetines muy  divertidos, pero no los cogemos porque hoy en la que establecemos como nuestra particular tradición, ya me han regalado calcetines. Calcetines y, eso sí, una rosa. Y cuando deja de llover salimos a la calle y la gente se vuelve a besar. Definitivamente, Sant Jordi es maravilloso.