Hace un tiempo trabajé en una revista de música. De hecho, he trabajado y publicado en varias revistas musicales, pero el caso es que en esta concretamente, en mi primer día en la oficina me advirtieron de que estaba prohibido hacer malas críticas de discos de artistas catalanes que cantaran en catalán. Discutimos. No estaba de acuerdo.

Agrandar o empequeñecer la escena

Su razonamiento para esta impostura era que, por malos que fueran los discos, haciendo malas críticas no ayudaríamos a hacer crecer la escena. Mi respuesta a su imposición fue que infantilizando a los artistas conseguiríamos justamente lo contrario a lo que pretendían. Si desde el razonamiento argumentado no éramos capaces de discernir entre qué aportaba y qué no, en lugar de agrandar la escena, la haríamos más pequeña.

Si queremos conseguir una normalidad y plenitud social y cultural, también tenemos que ejercer la crítica, nuevamente, razonada y argumentada, de nuestras muestras artísticas, como se hace en todos los países que afortunadamente no han sufrido ninguna persecución cultural

Sí, habiendo sido una cultura minorizada y perseguida en muchos momentos de nuestra historia, la defensa de la lengua es un hecho fundamental que los que practicamos esta profesión tenemos que priorizar. Como, si queremos conseguir una normalidad y plenitud social y cultural, también tenemos que ejercer la crítica, nuevamente, razonada y argumentada, de nuestras muestras artísticas, como se hace en todos los países que, afortunadamente, no han sufrido ninguna represión.

Un amor imposible

Hace unos días, Yeray S. Iborra, nuestro redactor especializado en música (que no sabe, todavía, de la redacción de este artículo), hizo una crítica del último single de Figa Flawas, una de las bandas del momento de nuestro ecosistema sonoro. Todo el mundo se ha enamorado de los Figa Flawas, todo el mundo (yo el primero) menos Yeray, que no fue muy elogioso con los de Valls en su artículo (y me remito a este caso por ser el más reciente, pero ha habido muchos otros). Horas más tarde, Yung Rajola se refería a la pieza de nuestro colaborador en su perfil de Twitter: "¿Podéis dejar de decirnos cómo tenemos que hacer nuestras canciones, por favor?", se quejaba el rapero leridano. Reproche al que se sumaron compañeros de gremio como The Tyets o Julieta. Evidentísimamente, tienen todo su derecho a expresar su disgusto por un artículo que no los deja muy bien retratados. De la misma manera que nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo. Esto no es el inicio de un beef. El intercambio de opiniones es necesario y beneficioso. Siempre suma. El tema y el objetivo de este artículo es otro. 

Criticar un disco catalán cantado en catalán no es criticar un país, el nuestro, y su cultura, la nuestra

En el mismo hilo de Rajola el humorista Marc Sarrats decía: "No falla, por cada persona intentando trabajar por la cultura catalana, hay 4 intentando tumbarla porque a ellos les faltan pelotas para hacer algo. Un día más". (Más allá de la sobredosis testosterónica de la respuesta...) No, e insisto que me acojo a este caso por ser el más reciente, no va de tumbarla. Criticar un disco catalán cantado en catalán (o un monólogo humorístico en catalán), no es criticar un país, el nuestro, y su cultura, la nuestra. Va, como decíamos, de poder tratar nuestra cultura, hablar de ella, elogiarla o criticarla, como si fuéramos aquel país libre y normalizado que deseamos ser.