Un estudio liderado por la Universitat de Barcelona ha puesto de relieve que el paisaje que caracteriza el Pirineo en realidad es muy reciente, en términos geológicos. Se habría formado durante la "pequeña edad de hielo" que se vivió de 1300 a 1850, "el periodo frío más prolongado e intenso de los últimos 10.000 años". En consecuencia, actualmente estaríamos todavía saliendo de este período insólitamente frío. Por lo tanto, anteriormente no habría habido tantos glaciares en el Pirineo. Todo eso se explica en un nuevo trabajo publicado en la revista científica Earth Science Reviews, liderado por Marc Oliva, investigador Ramón y Cajal del Departamento de Geografía de la Universitat de Barcelona (UB). Este estudio pone de manifiesto la acentuada variabilidad climática durante los últimos siglos y evidencia la alternancia de fases frías y cálidas. Este análisis, el más completo realizado hasta ahora, se basa en el análisis de diversas fuentes históricas y registros naturales (comportamiento de los glaciares, sedimentos de los lagos, anillos de los árboles...).

Un gran equipo

En este estudio también han participado los investigadores de la UB Mariano Barriendos, del Departamento de Historia Moderna, y Antonio Gómez Ortiz, del Departamento de Geografía, así como expertos del Servei Meteorològic de Catalunya, el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA-CSIC), el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), la Universidad de Oviedo, el Museo Nacional de Ciencias Naturales, la Universidad de Zaragoza, la Universidad de Lisboa, la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad de Granada, la Universidad de Valladolid y el Instituto de Historia del CSIC.

El frío que nos invadió

Los investigadores se han centrado en el estudio de las zonas de montaña, las áreas menos afectadas por la actividad humana, y han recopilado e integrado todas las evidencias que había sobre el clima de los últimos 700 años en la península Ibérica. Si bien la intensidad del frío y sus implicaciones eran conocidas en otras regiones del continente europeo, no se conocía la translación al conjunto de la península Ibérica ni cómo había afectado a los ecosistemas naturales. "Una de las novedades principales del estudio es demostrar la elevada variabilidad del clima durante esta fase fría con una mayor recurrencia de acontecimientos climáticos extremos (olas de frío, nevadas, sequías, inundaciones...). Se sabía que era un periodo más frío que el actual, pero no sabíamos que había tenido tanta variabilidad ni tantos episodios extremos que tenían repercusiones decisivas en la vida diaria de las sociedades de la época", destaca el investigador.

Periodos extremos

Episodios de inundaciones extremas como los registrados en el levante peninsular en noviembre de 1617 o en la fachada atlántica en enero de 1626, implicaron la pérdida de cosechas, la destrucción de caminos y puentes, así como graves daños a la economía. Las recurrentes olas de frío comportaban un aumento de la mortalidad e incluso determinaron cambios en la dieta diaria en las sociedades del noroeste peninsular. Además, las bajas temperaturas a menudo iban acompañadas de nevadas que desencadenaron aludes catastróficos, como la gran nevada de 1888 en Asturias. Este impacto se puede apreciar especialmente a través de la gran cantidad de fondo documentales de donde se ha sacado la información climática, como por ejemplo documentación administrativa municipal, dietarios, crónicas, libros de memorias, expedientes de obras públicas, planos y mapas o informes de daños por riesgo climático.

Aumento de la temperatura de un grado

El estudio también ha permitido cuantificar el calentamiento climático y evaluar la magnitud durante los últimos 700 años. Según los investigadores, el aumento de temperatura experimentado desde el inicio de la Revolución Industrial es de aproximadamente 1 °C, el mismo aumento que hubo por causas naturales desde la fase más fría de la pequeña edad de hielo (1675) hasta sus episodios finales, que coinciden con el inicio de la actividad industrial humana. "El aumento térmico desde el inicio de la actividad industrial (1850-2017) es de aproximadamente 1°C, un aumento similar al registrado desde las fases más frías de la pequeña edad de hielo, en torno a 1675, hasta el inicio de la era industrial". En este caso, sin embargo, el aumento se produjo de manera natural, "sin injerencia antrópica, por una serie de factores relacionados con la actividad solar, erupciones volcánicas, etc., subraya Oliva.

Muchos factores en el cambio climático

Estos resultados, según señalan los autores, invitan a ser cuidadosos a la hora de relacionar de manera reduccionista cualquier fenómeno vinculado a la variabilidad climática con el concepto de cambio climático. "El clima responde a muchas variables, de las cuales no se conoce suficientemente qué comportamiento tienen, y el grado de incertidumbre científica se desprecia", remarca el investigador, y lo ejemplariza con la fusión acelerada de los glaciares de los Pirineos: "Los registros naturales nos dicen que los glaciares en los Pirineos son un fenómeno anómalo en los últimos 10.000 años, que sólo había habido en fases muy puntuales. Ha sido más habitual ver un Pirineo sin hielo en verano que no que conservehielo de manera permanente. Y eso ha pasado durante milenios en que no había afectación humana sobre el clima. Por lo tanto, la desaparición de los glaciares del Pirineo estaría ligada al calentamiento natural del final de la pequeña edad de hielo, que al mismo tiempo estaría potenciado por el calentamiento debido a los gases de efecto invernadero ligados a la actividad humana," concluye.