El Museu d'Arqueologia de Catalunya (MAC) no existiría si no fuera por Pere Bosch Gimpera. Él fue una figura clave de la arqueología catalana y luchó por la creación de un museo moderno en este ámbito. Lo consiguió en 1935. Para recordar este periodo, el MAC ha organizado la exposición El Museo de Arqueología de Catalunya y la Guerra Civil Española (1936-1939), que en realidad es un repaso a los primeros años de historia del museo. Y paralelamente a esta exposición, se ha organizado un ciclo de conferencias sobre la historia del museo. Este jueves el profesor Francisco Gracia Alonso, de la Universitat de Barcelona, hará un repaso biográfico del fundador del museo: "Pere Bosch Gimpera: formación, madurez y exilio de un prehistoriador". Gracia Alonso ha presentado a ElNacional.cat algunos de los rasgos fundamentales del personaje (que él cree que se debería citar como "Bosch Gimpera", tal y como él firmaba, y no "Bosch i Gimpera", com és habitual).

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Un adelantado a su tiempo

Francisco Gracia Alonso ha querido destacar que Bosch Gimpera fue "el primer arqueólogo científico", no sólo de Catalunya, sino de todo el Estado, porque a partir de 1915 aplicó a la arqueología catalana los métodos arqueológicos que había aprendido en Berlín. Sus investigaciones le llevarían, en 1931, a la publicación de un libro emblemático, la Etnología de la Península Ibérica. Pero no sólo era un gran investigador, sino que tenía muy claro que había que impulsar sistemáticamente, y de forma simultánea, la investigación, la preservación del patrimonio y la difusión. Hizo cosas tremendamente interesantes y tremendamente modernas para su época: en un momento en que la universidad no podía ser más elitista, impulsó estudios universitarios para los obreros y organizó una "universidad radiada" a partir de Radio Barcelona, el gran medio de comunicación de masas de la época.

Un museo ejemplar

Bosch también tenía ideas muy renovadoras en el ámbito de la museística, según explica el profesor Gracia Alonso. "Quiso que Barcelona tuviera un museo arqueológico de primer nivel, moderno," lo que lo llevó a tener algunos choques con Joaquim Folch i Torres y con Puig i Cadafalch. El museo se hizo realidad en 1935. Pero era mucho más que un museo donde se exponían obras. Bosch Gimpera lo convirtió en un órgano de investigación que cubría todo el territorio, con la colaboración de estudiosos locales que facilitaban nuevos hallazgos y con una red de museos locales que colaboraban con el Museu d'Arqueologia que actuaba como entidad de referencia. En cierta medida su esquema de trabajo prefiguraba lo que sería el Servicio de Arqueología de la Generalitat, creado en los años 1980, o la actual Red de Museos de Catalunya.

En la UNESCO, Bosch Gimpera hubiera podido hacer una gran carrera, pero renunció a ella por motivos políticos

Un golpe para la arqueología

Bosch Gimpera se tuvo que marchar al exilio a la caída de Catalunya, porque se había destacado mucho políticamente. No sólo era un conocido catalanista, sino que había sido encarcelado por la revuelta del 6 de octubre, y había llegado a ejercer como conseller de Justicia durante la guerra civil. Algunos estudiosos de la arqueología catalana defienden que en Catalunya hubo una "escuela catalana" integrada por los antiguos discípulos de Bosch Gimpera, como Lluís Pericot o Serra Ràfols, que después de ser depurados habrían continuado en contacto con el "maestro ausente". Gracia Alonso no está de acuerdo con esta teoría, que califica de "construcción romántica"; apunta que los ex colaboradores de Bosch acabaron subordinándose a Martín Almagro, el arqueólogo emblemático del régimen franquista, que es quien pudo crear escuela y articular trabajos de campo y grandes proyectos gracias a los recursos estatales. Algunos arqueólogos catalanes mantenían relación epistolar con Bosch, pero en realidad quien dirigía los proyectos era Martín Almagro.

El triunfo internacional

El profesor Gracia explica que Bosch continuó interesado en la arqueología catalana, pero poco podía hacer sin contacto directo con el terreno. Al exiliarse pasó por el Reino Unido, donde no consiguió estabilizarse porque era mal visto políticamente. Más tarde pasó por Colombia, donde no tuvo suerte. Finalmente llegó a México, donde tendría una carrera brillantísima, hasta su muerte en 1974. Incluso ocupó un importante cargo en la UNESCO, muy prometedor, que abandonó en protesta porque este organismo, en 1948, aceptó a la España de Franco, rompiendo el boicot internacional establecido por los ganadores de la Segunda Guerra Mundial. Se convertiría en una eminencia en algunos temas americanos, como el arte rupestre de este continente, y sería una figura de referencia mundial en el ámbito de la arqueología.

Bosch Gimpera no renunció nunca, y eso es difícil de encontrar

Un firme moderado

"Bosch Gimpera fue un catalanista moderado", explica Gracia Alonso. Políticamente formó parte del Consejo Nacional Catalán de Londres y participó, en México, en las conversaciones que llevaron a la constitución de la Junta Española de Liberación. En los años setenta, en el tardofranquismo, desde Catalunya se empezó a reivindicar de nuevo su figura, que se presentaba como un hombre moderado, muestra de las corrientes liberales y federalistas del catalanismo. En los tiempos en que Fabià Estapé fue rector de la Universitat de Barcelona, se volvió a reivindicar la figura de Bosch (Josep Pla también aprovechó su figura en su serie de los Homenots). Pero Gracia destaca que Bosch fue "un antifranquista de piedra picada: dijo que no volvería a Catalunya hasta que muriera el dictador. Y a diferencia de otros intelectuales, no volvió nunca: se murió en 1974 y nunca abjuró de sus convicciones catalanistas y republicanas".