Madrid, 1 de abril de 1766. El rey Carlos III nombraba al aragonés Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ponts de Mendoza, conde de Aranda, nuevo ministro plenipotenciario de la monarquía española. Su predecesor, Squillace (Esquilache, en la terminología española); había "quemado" su carrera política en un conflicto de capas y sombreros con las poderosas oligarquías del régimen (la nobleza latifundista castellana), que ocultaba un evidente proyecto de transformación y modernización de España. Aranda, el candidato preferido de las grandes oligarquías aristocráticas españolas, pasaría a la historia por varios motivos; sin embargo, probablemente el más desconocido fue que desde el poder promovió la privatización y la deforestación de los Monegros.

Representación de Carlos III (1765), obra de Anton Raphael Mengs. Fuente Museo del Prado

Representación de Carlos III (1765), obra de Anton Raphael Mengs. Fuente: Museo del Prado

Los Monegros, el bosque de encinas más grande de Europa... antes de Aranda

Los Monegros, la región aragonesa entre el valle del río Alcanadre, en el norte; y la del Ebro en el Sur; y entre el valle del río Cinca en el este; y la del Gallego, en el oeste; había sido, hasta la centuria de 1500; el bosque de encinas más grande de Europa. De aquí le viene el nombre: las copas de las encinas, vistas de lejos, tienen un color oscuro; y los Monegros (Mons Negros en aragonés) eran una inmensa masa forestal que, contemplada desde la periferia justificaba el apelativo. Y, como mínimo, desde la reconquista aragonesa de la región (siglo XI); había sido el gran bosque de pasto de invierno de los grandes rebaños trashumantes. En este punto es importante recordar que la ganadería había sido una de las principales fuentes de riqueza de Aragón durante la Edad Media.

Fragmento de un mapa de Aragón (1719). En|A el centro del mapa, la región de los Monegres. Fuente Cartoteca de Catalunya

Fragmento de un mapa de Aragón (1719). En el centro del mapa, la región de los Monegros. Fuente: Cartoteca de Catalunya

Los Monegros, el bosque comunal más grande de la Península... antes de Aranda

También, desde la reconquista aragonesa (siglo XI), los Monegros eran un bosque de uso comunal. Los vecinos de los pueblos y villas de la región, tenían preferencia absoluta en la utilización de los recursos naturales que brindaba aquella inmensa masa forestal: no tan sólo los pastos; sino también la leña que, durante siglos, quemó en las chimeneas y en los hornos de las villas de Bujaraloz, de Escatrón, o de Sarinyena; o a los monasterios de Sixena o de Rueda; procedía del bosque de los Monegros. Y el agua; ... ¡¡¡si, el agua!!! de las "badinas" (las balsas naturales, en aragonés) donde desembocaban los cursos fluviales sótanos; dispersiones por todo el gran bosque, eran los abrevaderos de los grandes rebaños; y el agua de consumo de los pueblos y villas de la región.

Representación de Bujaraloz (1668), obra de Pier Maria Baldi. Fuente Biblioteca Laurenciana de Florencia

Representación de Bujaraloz (1668), obra de Pier Maria Baldi. Fuente: Biblioteca Laurenciana de Florencia

Privatización y deforestación, a "bombo y platillo"

Aranda era un pretendido intelectual de aquella pretendida Ilustración española del régimen borbónico. Y en su papel de ministro plenipotenciario, no se le ocurrió otra cosa que "para la felicidad del pueblo" convertir aquella gran masa forestal en tierra de labranza de cereales. El primer paso, la privatización del bosque, no le costó nada: los Fueros de Aragón -que durante siglos habían blindado el uso comunal de los Monegros; habían sido liquidados en sangre y fuego seis décadas antes, durante la Guerra de Sucesión hispánica, y acto seguido la ocupación borbónica de Aragón (1707). Privatizado el bosque, se entregó en cuerpo y alma a la deforestación de la región. Los Monegros no fueron deforestados para construir la Armada Invencible (1588). Fueron deforestados por Aranda (a partir de 1766).

La desertización de los Monegres

El valle del Ebro es, desde siempre, una de las regiones menos lluviosas de Europa. Pero, también desde siempre, cuando llueve lo hace, generalmente, con mucha violencia. Un detalle que, incomprensiblemente se le escapó al ilustradísimo Aranda. La cadena de consecuencias la deforestación, precipitaciones, erosión, desertización; fue evidente desde el primer momento. Antes de la muerte de Aranda (1798); las fuentes documentales revelan que los Monegros (sobre todo la mitad sur) ya presentaban un aspecto muy similar al paisaje actual. Incluso, la erosión acelerada del terreno habría provocado la elevación de las capas de sal del subsuelo. Resultado: las "badinas" (las balsas naturales de agua dulce y única reserva hídrica del territorio) se habrían salinizado, y habrían quedado del todo inservibles.

La ruina del territorio

Por razones evidentes, la erosión y desertización de los Monegros fue uno de los golpes más duros a la débil economía aragonesa del siglo XVIII; que, hasta entonces, se recuperaba lentamente de los efectos devastadores provocados por la expulsión de la población morisca del valle del Ebro (1609-1610). Pero, reveladoramente, nadie le pidió responsabilidades. Aranda empezó a caer en 1773. Pero su desaparición de la escena política se produciría en 1792. El ilustradísimo Aranda demostró no tener ningún conocimiento de geografía física, ni de meteorología; pero, en cambio, anticipó los procesos independentistas de las colonias españolas de América que, después de la creación de los Estados Unidos (1783), se iniciarían dos décadas después (a partir de 1810).

Carátula de la memoria que Aranda envía a Carlos III sobre la independencia de las colonias americanas. Fuente Biblioteca Digital Hispánica

Carátula de la memoria que Aranda envía a Carlos III sobre la independencia de las colonias americanas. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica

La sorprendente caída de Aranda

La verdadera causa de la caída de Aranda fue su propuesta de anticiparse a los procesos revolucionarios americanos: crear monarquías "americanas" debajo el paraguas político y económico de la metrópoli, que serían dirigidas por miembros de la familia de Carlos III (hijos, hermanos, cuñados). Una especie de "Commonwealth" borbónica hispánica (la viva representación de una casposa comida familiar de Navidad); que pretendía reequilibrar la pendiente por donde precipitaba España. Aquella ocurrencia, lejos de ser aplaudida y recompensada, le salió carísima, por qué en aquella España borbónica y pretendidamente ilustrada, era más punible cuestionar la sagrada naturaleza del regimos; que usurpar una propiedad comunal, provocar un desastre ecológico de grandes dimensiones, y condenar a la ruina económica miles de familias.