Siempre llega el momento de decir adiós. A veces lo haces rápido, sin darle muchas vueltas, ni ser demasiado pesado. A veces te haces más el remolón y lo estiras tanto como puedes. Pero siempre hay un momento en que te tienes que acabar despidiendo. Ayer lo hizo Joaquín Sabina con Barcelona, desde el escenario del Palau Sant Jordi, con su imagen más representativa desde hace años, sentado en un taburete y culminado con un sombrero de bombín. Voz oxidada, en salmuera en tabaco y alcohol durante 19 días y 500 noches. Fue el primero de los dos conciertos que ofrecerá en la capital catalana dentro de la gira Hola y adiós, ciclo de conciertos con el que cierra una de las trayectorias más extraordinarias de la historia de la música estatal contemporánea. La segunda velada la ofrecerá el viernes, desde el mismo escenario. Ha sido una noche memorable, por lo que representaba, emotiva, por lo que significaba, que, evidentemente, sólo podía empezar con Un último vals.
El último baile de Sabina
"Como sabía que esta sería la última gira, abrí el baúl de las canciones antiguas medio olvidadas para recuperar alguna", ha advertido pícaro Sabina que ha decidido pedir la jubilación anticipada a los 76 años. Y es verdad, pero, como todo con Joaquín Sabina, a medias, porque en el primer cuarto de la noche han sonado casi seguidas una tras otra, piezas ya icónicas como Calle melancolía, 19 días y 500 noches, Quién me ha robado el mes de abril... Ahora sí, perlas escondidas en el baúl, pero mezcladas con clásicos que Jaime Asúa (guitarra), Mara Barros (voz), Laura Gómez Palma (bajo), Pedro Barceló (batería), Borja Montenegro (guitarra), José Sagaste (saxo y teclados) y Antonio García de Diego (teclados, voz, guitarra) la superlativa banda que acompaña a Sabina en esta despedida, tenía que interpretar. Porque, Por el bulevar de los sueños rotos o Y nos dieron las diez, punto final de la primera parte de la velada, tenían que sonar bajo amenaza de no dejarlo marchar de la anilla olímpica barcelonesa, en este último baile. Sabina se levanta el bombín y saluda. Ovación. Más emoción.

Decir adiós, aunque a Sabina la echaremos de menos como solo se echan de menos las cosas, las personas, las experiencias que de alguna manera te han arañado el alma, no tiene por qué ser triste. Menos mal que el sábado podremos alargar un poco más este adiós.
Sabina vuelve a aparecer, ya hace casi dos horas que se despide: y nos dieron las diez y las once... Hay adioses que se alargan más que otros. Y además, Joaquín aún no quiere marcharse. Nos regala La canción más hermosa del mundo, Tan joven y tan viejo y Contigo. Y entonces una coda memorable, entusiasta, energética, revigorizante y decibélica al ritmo de Princesa. Porque decir adiós, aunque lo echaremos de menos como solo se echan de menos las cosas, las personas, las experiencias que de alguna manera te han arañado el alma, no tiene por qué ser triste. Menos mal que el sábado podremos alargar un poco más este adiós.