Sí, Oppenheimer y Barbie han sido fenómenos de taquilla en un contexto complicado para las salas de cine, y para el mismo negocio de la distribución y la exhibición cinematográfica, tal como lo conocíamos antes de la pandemia. En el estado español, los filmes de Greta Gerwig y Christopher Nolan han superado los 50 millones de euros de recaudación, y, en el caso de Barbie, los récords van cayendo a velocidad de crucero: aquí es la más taquillera del año; en los Estados Unidos ha superado los 1.200 millones de dólares y, en poco más de un mes desde su estreno, ya está entre las 25 más exitosas de la historia. En un verano donde destacan también los éxitos de Megalodón 2 o Campeonex, e, incluso, las magníficas cifras de Te estoy amando locamente, se convierte en una misión casi imposible sacar la cabeza. Pero este artículo quiere reivindicar tres largometrajes que, con menos ambiciones comerciales, son perlitas que no tendríais que dejar escapar.

Tres películas más allá del Barbenheimer

Alfred Hitchcock presenta...

alfred hitchcock
Mi nombre es Alfred Hitchcock

Hace un par de semanas nos llegaba la fabulosa Mí nombre es Alfred Hitchcock, escrita y dirigida por uno de los grandes documentalistas de la actualidad, Mark Cousins. Después de las referenciales The Story of Film: An Odyssey (2011) y Women Make Film (2018), y con otros trabajos destacables como La mirada de Orson Welles (2018) o Jeremy Thomas, una vida de cine (2021), el cineasta irlandés pone el foco en el trabajo y la personalidad del grandísimo Alfred Hitchcock.

La apuesta juguetona de Cousins pasa por analizar la figura del inmortal creador de Psicosis simulando que es el mismo 'Hitch' quien nos explica en primera persona sus obsesiones e inquietudes, sus referentes, en definitiva las claves de su obra. Casi un dietario íntimo. Utilizando la voz del comediante e imitador inglés Alistair McGowan, perfecto en el tono, la modulación y las pausas, la película gana una fuerza enorme, y, para el cinéfilo que compra la propuesta, los efectos de esta insólita perspectiva se multiplican.

Toda una lección de cine que abre el hambre y las ganas de repasar la filmografía del mítico Hitchcock. Pero también una fabulosa demostración de las infinitas posibilidades creativas que ofrece un género como el documental

Probablemente inspirado por aquellas suculentas presentaciones a la serie televisiva Alfred Hitchcock Presents, Cousins estructura el documental en seis partes (Evasión, Deseo, Soledad, Tiempo, Plenitud y Altura), que representan muchas de las constantes del cine de Hitchcock. Reivindica la etapa muda del cineasta y pone el foco en su voluntad de huir de aquello que es previsible, de aquello que el espectador podía esperar. Toda una lección de cine que abre el hambre y las ganas de repasar la filmografía del mítico Hitchcock. Pero también una fabulosa demostración de las infinitas posibilidades creativas que ofrece un género como el documental.

Azúcar, cartón y bróculi

El stop-motion es aquella técnica de animación que, fotograma a fotograma, captura un objeto que se mueve ligeramente, de manera que visualizando rápidamente las imágenes de forma consecutiva provocan el efecto del movimiento. Una forma de animación casi artesanal que ha dado joyas como Pesadilla antes de Navidad (1993), La vida de Calabacín (2016), el reciente Pinocchio de Guillermo del Toro (2022) o las magistrales producciones de la factoría Aardman (Wallace & Gromit, La Oveja Shaun...).

No se admiten perros ni italianos
No se admiten perros ni italianos

Nos acaba de llegar a la cartelera No se admiten perros ni italianos, una extraordinaria y poética mirada a la inmigración italiana a principios del siglo XX, pero también un retrato de la Europa del cambio de siglo. Con muñecos de arcilla, y utilizando cartón, piedras, castañas, terrones de azúcar o, incluso, bróculi simulando ser árboles de un bosque, el artista francés Alain Ughetto nos regala un íntimo y precioso homenaje a sus abuelos, Luigi y Cesira, protagonistas del filme. Nacidos en un pueblecito del Piamonte italiano, crecidos en medio de la miseria y los sacrificios, la pareja y sus hijos pasan por mil y un dramas (enfermedades como la gripe española, guerras, accidentes y hambre, mucha hambre) antes (y después) de decidir dejar su casa y probar suerte en otros lugares.

Nos acaba de llegar a la cartelera No se admiten perros ni italianos, una extraordinaria y poética mirada a la inmigración italiana a principios del siglo XX, pero también un retrato de la Europa del cambio de siglo

Jugando con la metaficción, Ughetto se introduce en la trama mostrando el detrás de las cámaras, la artesanal escenografía creada por el cineasta, interactuando con sus personajes de una manera tan ocurrente como eficaz. No se admiten perros ni italianos es un drama tocado con leves apuntes de humor que emociona al espectador mientras toca temas como la xenofobia (el título del filme, extracto de una vieja fotografía de un café francés que tenía este cartel colgado en la puerta) o la emigración forzosa, y ofrece una lectura que conecta con nuestros días, con el auge del fascismo en toda Europa.

Poliamor para principiantes

Este viernes llegará a los cines Passages, un drama que plantea un triángulo sexoafectivo bisexual con un vértice muy particular, en torno al cual gira todo lo que pasa: Tomas es un director de cine con aires fassbinderianos, talentoso y narcisista, magnético e insoportable, encantador y cruel, frágil y dramáticamente tóxico, un manipulador de manual casado con otro hombre y que, una noche, se enreda con una chica.

Passages
Passages

A partir de aquí, toda una bomba de neutrones caída al núcleo del matrimonio, la película del norteamericano Ira Sachs (El amor es extraño) navega con honestidad, discreción y elegancia por las consecuencias de un hecho que, a pesar de empezar como una anécdota, va creciendo sin pausa, arrasando con todo lo que se encuentra por el camino.

Tan contenida emocionalmente como explícita cuando se trata de mostrar las sexuales vías de escape del protagonista, la película se pone al servicio de tres intérpretes en estado de gracia: el alemán Franz Rogowski (Great Freedom, Victoria) hace toda una exhibición de recursos con un personaje con mil caras que es una bomba de relojería, y está magníficamente acompañado de la sensibilidad de Ben Wishaw (el último Q de la zaga|saga Bond) y la ingenuidad rota de Adèle Exarchopoulos (La vida de Adèle).