Uno de los grandes aciertos de Campeones, aquel fenómeno de taquilla que llevó a más de tres millones de espectadores a los cines y recaudó 30 millones de euros, fue poner todo el aparato que supone levantar una película al servicio de un grupo de intérpretes con discapacidad intelectual. Javier Fesser, su director y coguionista (junto a David Marqués), reescribió el libreto adaptando cada uno de los personajes a las especificidades que incorporaba su reparto, lo que daba frescura y una voluntad inequívoca de poner el foco en lo que hace único a cada ser humano.

Hagamos memoria: Campeones contaba cómo un entrenador de baloncesto (Javier Gutiérrez) cínico, ególatra y con problemas de control de la ira, se ve obligado a cumplir tres meses de servicios sociales preparando a un equipo de jugadores con discapacidad. Por supuesto, sus reticencias iniciales, todos esos prejuicios que le hacen usar términos afortunadamente expulsados de nuestro lenguaje (como subnormales o mongólicos), todo ese miedo a lo diferente y a lo desconocido, queda enterrado por la ternura, la dignidad, la espontaneidad y los insólitos recursos emocionales que manejan sus chicos y chicas.

Campeones lograba ese complicadísimo equilibrio entre emoción y risas, cuando no carcajadas, con un manejo envidiable del sentido de la comedia, sacando petróleo de la gracia de un inspirado reparto, tan insólito como cómplice

El quid de la cuestión estaba en el choque de normalidades: por un lado, la nuestra; por el otro, la que nos parece marciana siendo tan normal (o tan extravagante) como la nuestra. Y, si bien es cierto que el film no rehuía (es más, en algunos momentos pisaba el acelerador a fondo) cierta sensiblería facilona, también es verdad que Campeones lograba ese complicadísimo equilibrio entre emoción y risas, cuando no carcajadas, con un manejo envidiable del sentido de la comedia, sacando petróleo de la gracia de un inspirado reparto, tan insólito como cómplice, sin miedo a pisar líneas casi rojas y a incomodar, con el respeto y el cariño por bandera. En realidad, el gran logro del film se encontraba en el cambio de la mirada de miles de espectadores respecto a quienes son diferentes a nosotros.

Por contra, el remake norteamericano del film, protagonizado por Woody Harrelson y dirigido por Bobby Farrelly (Algo pasa con Mary), y que llegará a nuestras carteleras en diciembre, comete el gran error de estar demasiado pendiente de repetir lo que funcionaba en el original, y de concentrarse más de la cuenta en el personaje del coach y no en los verdaderos protagonistas del relato. Farrelly no adapta el guion a las particularidades de sus intérpretes, probablemente forzando interpretaciones contra natura, y eso condiciona del todo un conjunto que resulta mucho menos gracioso.

Una secuela que sigue emocionando

Experto en el insuflar humanidad a personajes con alma de dibujos animados, ya fueran Mortadelo y Filemón, ya fueran todos los que iluminaban aquella joya llamada El milagro de P. Tinto, o los del mítico cortometraje El secdleto de la tlompeta, o los de la muy reivindicable Historias lamentables, Javier Fesser hace algo parecido con sus jugadores de baloncesto. El imaginario del director, su colorista estilo visual, también su composición del gag, parecen siempre herederos de una estética y una forma de comunicar propia de tebeo. En sus manos, los protagonistas de Campeones y del film que nos ocupa, Campeonex, tienen el mismo encanto y carisma, idéntico desparpajo, y la misma, reiteramos, humanidad que los marcianitos de P. Tinto o que el tipo de la Tlompeta que corría con dos bombonas de butano a cuestas. La diferencia fundamental de las dos entregas de Campeones respecto a su corpus fílmico está en su coqueteo con las emociones y la lagrimita, con ese potente mensaje inclusivo y empático.

El imaginario del director, su colorista estilo visual, también su composición del gag, parecen siempre herederos de una estética y una forma de comunicar propia de tebeo

En su secuela (aunque Fesser insista en huir de la etiqueta, lo es), el cineasta potencia la complicidad con su grupo de maravillosas y traviesas criaturas de espíritu cartoon. Ahora, sin la presencia del entrenador que interpretaba Javier Gutiérrez, nuestros héroes se ven en manos de una jovencísima coach (qué chisposa, Elisa Hipólito) que hace constantemente honor a su fama de gafe, también cuando llega tarde a la inscripción de sus chicos al campeonato nacional de baloncesto. Las prisas hacen que el equipo se inscriba en una competición de atletismo, y el enredo está servido. La cosa no queda ahí, los acontecimientos se complicarán y nuestros deportistas favoritos terminarán participando en un torneo que mezcla carreras físicas con habilidades en el campo de los videojuegos.

En su secuela (aunque Fesser insista en huir de la etiqueta, lo es), el cineasta potencia la complicidad con su grupo de maravillosas y traviesas criaturas de espíritu cartoon

Campeonex vuelve a ser un ejemplo de integración, no solamente por su elenco mayoritariamente compuesto por personas con discapacidad intelectual. Se incorpora la discapacidad funcional con el gran fichaje del film, Brianeitor: con más de dos millones de seguidores en tiktok, más de 200.000 en twich y más de 100.000 en youtube. Brian Albacete es un famosísimo gamer, que cuelga sus vídeos jugando al Full Guys. Conocido en las redes como Brianeitor, tiene 21 años y una atrofia muscular degenerativa que le mantiene en una silla de ruedas, con un aparato que le ayuda a respirar a través de la tráquea. Apenas puede mover la cabeza y el dedo pulgar, pero, y ahí está el inspirador mensaje del film, ¿quién dice que nuestro campeón no puede formar parte de un equipo de atletismo?

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Este viernes llega a las salas de cine Campeonxs

Afirma Fesser, y sostienen sus dos películas, que en el mundo de la discapacidad intelectual sucede que se percibe el mundo con un sistema operativo distinto, desde una caótica forma de entender la vida que tiene que ver más con el corazón que con la cabeza. Y ese no deja de ser un elemento común con las criaturas de cómic que tanto ama el director. Con el lema intacto de contar una historia sobre aceptar al otro tal y como es, Campeonex mantiene casi todas las virtudes del original. Abre algunas puertas aparentemente delicadas: el director confesaba recientemente que la primera versión del guion profundizaba en las relaciones amorosas de las personas con discapacidad, y el film mantiene un divertidísimo running gag a base de morreos; y se rinde de nuevo al carisma de Jesús Vidal y su tronchante lanzamiento de jabalina, Gloria Ramos, Jesús Olmo, Alberto Nieto o José de Luna, y de la química entre Sergio Olmos y Brianeitor, en realidad los grandes protagonistas de esta aventura.

Con el lema intacto de contar una historia sobre aceptar al otro tal y como es, Campeonex mantiene casi todas las virtudes del original

Tan indiscutible es la eficacia del film como que a Fesser se le va de las manos el agotador clímax estilo Tron que condiciona demasiado el equilibrio del conjunto, con una competición que quizás enganche al público más joven, pero que resulta mucho menos potente que la del original, y que choca con los recursos cinematográficos que el cineasta suele dominar. Obviamente, también se pierde la capacidad de sorpresa del primer film, del que nunca consigue despegarse. Pero, en cualquier caso, ampliar el universo de Campeones es una buenísima (e integradora) noticia. Decían los protagonistas al final del original: "Hemos quedado subcampeones, y eso es mejor que ser campeones. Porque... ¿qué es mejor? ¿Un marino o un submarino?"Algo que resumía a la perfección el espíritu cachondo y la moraleja del film. Y en esta secuela, a Brianeitor le preguntan por su sueño: "Salir corriendo", contesta. ¡Bravo!