Los problemas de ansiedad son unos de los principales motivos de consulta en las clínicas de psicología. Los efectos de esta pueden interferir en todos los ámbitos de nuestra vida, incluyendo nuestros hábitos alimenticios.

En muchas de las ocasiones en las que un paciente visita un centro de nutrición y dietética, se puede observar que debajo de estos malos hábitos alimenticios hay un transfondo asociado a algún tipo de alteración emocional, en la que la ansiedad tiende a tener un papel protagonista. En este artículo nos centraremos en el hecho de comer por ansiedad, una alteración frecuente en el día a día de muchas personas.

 

En estos casos, la persona no come porque tenga hambre o sienta una necesidad física, sino que lo hace para saciar las necesidades emocionales

 

¿Qué significa comer por ansiedad?

Cuando nuestras costumbres y conductas relacionadas con la alimentación están condicionadas por nuestro estado de ánimo, en este caso un estado de ánimo ansioso, podemos hablar de alimentación emocional. No obstante, estas rutinas también puede verse afectadas por otros humores, como la tristeza.

En estos casos, la persona no come porque tenga hambre o sienta una necesidad física, sino que lo hace para saciar las necesidades emocionales. Comer es un conducta que libera numerosos neurotransmisores, como la dopamina, que nos hacen sentir bien. Por lo que, aunque después puedan aparecer sentimientos de culpabilidad, la recompensa y la sensación de bienestar inmediata ayudan a disminuir la emoción de angustia que provoca la ansiedad.

comer por ansiedad
 

 

Causas

Comer de manera compulsiva es un síntoma muy propio de los estados de ansiedad. Cuando buscamos en la comida un alivio temporal de las emociones negativas debemos comprender que el problema no reside en el acto de comer o en la misma comida, sino en la propia ansiedad. Por lo tanto si somos capaces de controlarla, nos será mucho más fácil aplacar la necesidad imperiosa por comer que esta provoca.

1. Incapacidad para gestionar las emociones

Tradicionalmente se nos ha enseñado que las emociones negativas no tienen ninguna utilidad más allá que la de hacernos sufrir; por lo que es mejor esconderlas, reprimirlas o contenerlas. Como consecuencia, un gran número de personas son incapaces de gestionar sus emociones de manera adecuada y satisfactoria. De ahí que comer por ansiedad sea un problema muy recurrente dentro de la población.

2. Exceso de autocontrol

El hecho de pasar todo el día intentado reprimir o controlar las ganas de comer puede acabar ocasionando un efecto rebote en el que la persona acabe comiendo grandes cantidades de comida en un espacio de tiempo muy reducido.

3. Comida como exclusiva fuente de placer

Degustar una buena comida es un placer nada despreciable. Sin embargo, cuando solamente encontramos el bienestar a través de ella, convirtiéndola en la “responsable” de nuestra satisfacción, nos encontramos ante un problema.

 

¿Cómo diferenciarla del hambre “normal”?

La necesidad de comer causada por la ansiedad, o el hambre emocional, tiende a aparecer de manera repentina y con una intensidad tan elevada que en la mayoría de ocasiones es muy difícil resistirse a ella y diferenciarla de un ataque de hambre físico habitual.

No obstante, existen algunas señales que nos pueden ayudar a identificar si este hambre es real o provocado por nuestro estado de ánimo.

  • Aparece de manera imprevista y repentina
  • No se origina en el estómago, sino que nuestra mente genera una serie de imágenes mentales y representaciones de la comida, su sabor, su textura, etc.
  • Comemos de manera automática, sin ser conscientes del tiempo ni de las cantidades.
  • Suelen apetecer un tipo de alimentos o comidas en concreto, casi siempre comidas grasas o comida basura.
  • No nos sentimos saciados.
  • Después de comer aparecen sentimientos de culpa, arrepentimiento o vergüenza.