En el día a día es fácil que nos ocurran ciertas cosas que nos hagan sentir mal, que nos inoculen una cierta cantidad de ansiedad o que nos recuerden experiencias estresantes que acuden una y otra vez a nuestra consciencia.
Ante este tipo de vivencias… ¿cómo despejar la mente? En este artículo veremos algunos consejos que facilitarán esta transición de un estado mental agitado y marcado por la ansiedad a otro en el que haya una mayor calma y, en general, una mejor disposición a actuar de manera constructiva sin centrar la atención en aquello que nos perturba. A nivel general, estos 4 son ampliamente aceptados como positivos:
Despejar la mente no siempre es fácil para muchas personas
1. Si puedes, ve al lugar más tranquilo disponible
Este primer paso es importante, ya que permite que al “ruido” que ya hay en nuestra cabeza no se le añada más ruido real proveniente del exterior. Someterse a muchos estímulos a la vez no es la mejor idea a la hora de calmar la mente, dado que dificulta el control voluntario del foco atencional.
Así pues, dirígete a una habitación tranquila o a un espacio natural abierto en el que reine la calma, si puede ser un prado amplio para no tener cerca obstáculos visuales que te puedan hacer sentir la existencia de posibles amenazas (algo poco realista pero que, cuando experimentamos ansiedad, podemos llegar a pensar con relativa facilidad).
Los lugares tranquilos nos ayudan a despejar la mente
2. Comprende la causa de tu malestar
Este es un primer paso que permite organizar los pensamientos de manera que tus creencias y opiniones sobre ellos formen un “todo” más o menos coherente. Ante la incertidumbre tendemos a asumir que ocurrirán las situaciones más terribles y negativas, pero expresar de manera más racional y sistematizada lo que creemos ayuda a descartar varios de esos miedos, si bien normalmente no todos.
Así pues, este es un primer paso para localizar aquellas creencias que pueden estar afectando a lo que sentimos en ese momento, la raíz del hecho de que necesitemos calmar la mente dado que hay algo que nos hace sentir mal.
Para hacer este paso más fácil, puedes escribir en una hoja de papel lo que crees que sientes. Con unas pocas líneas bastará, pero en algunos casos sentirás deseos de alargarte más de manera espontánea. Si es así, dedícale el tiempo que creas necesario y ten en cuenta que nada de lo que estás escribiendo tiene por qué ajustarse a lo que realmente ocurre: simplemente es una descripción de cómo te sientes en ese momento.
Luego, valora si hay aspectos de esa descripción que suenen claramente poco realistas. Algo que puede ayudarte es imaginar que lo que lees le ha pasado a otra persona: ¿tendría sentido para ti todo lo que se explica?
Por otro lado, si crees que el motivo por el que has entrado en ese estado de ansiedad no se basa en vivencias concretas sino que tiene que ver con algo más primario e intuitivo (el hecho de haber visto un vídeo en el que hay mucha violencia, la aparición de pensamientos intrusivos que te hacen acordarte de una imagen que no te gusta, etc.) sáltate este apartado, ya que en este caso la raíz del problema no es fácil de verbalizar ni tiene por qué basarse principalmente en creencias.
3. Usa ejercicios de relajación
En este paso, la diana está en los procesos fisiológicos que contribuyen a que te mantengas en un estado de alerta a pesar de que no exista un peligro inmediato real que te esté acechando. Para ello, puedes utilizar ayudas como la Relajación Progresiva de Jacobson o varios tipos de ejercicios de respiración.
4. Busca tareas estimulantes en las que canalizar tu energía
Hacer deporte es una buena manera de conseguirlo, ya que en este tipo de actividad es fácil que encuentres un equilibrio entre tu nivel de habilidad y el nivel de dificultad de los retos que te propones.
Haciendo esto, es más sencillo que la atención quede fijada en la coordinación de tus músculos de acuerdo a un objetivo inmediato, de manera que los pensamientos recurrentes y las imágenes mentales que acudían a tu paso vayan perdiendo fuerza a favor de una actividad que reclama tus cinco sentidos en el aquí y ahora.