Mientras los rumores sobre un posible divorcio entre Felipe y Letizia cogen fuerza, cuando menos, en Alemania, el rey deshoja la margarita y piensa si hacerle caso a Peñafiel o no: Me divorcio de Letizia, no me divorcio de Letizia, me divorcio de Letizia, no me divorcio de Letizia... Cómo han cambiado las sensaciones desde la época en la que Felipe bebia los vientos por Letizia cuando la veía presentando el Telediario de las 3 de la tarde.

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El cronista oficioso de la Casa Real describe hoy en su columna de opinión de la revista Pronto cómo fue la primera cita entre los futuros reyes de España. Una cita donde había menos intimidad que en un centro comercial un sábado por la tarde. Aquel lejano 17 de octubre del 2002 los dos pusieron la primera piedra del futuro reinado. Pero Felipe fue quien cargó la piedra y Letizia quien se lo miraba con la misma pasión que produce contemplar un ficus durante 24 horas. Peñafiel, recordando la muerte reciente del periodista Pedro Erquicia, explica cómo éste organizó la ya sabida cena donde coincidirían el entonces príncipe con la presentadora asturiana.

pedro erquicia

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Lo que no era tan sabido eran los detalles de aquella cena que ahora revela el veterano periodista. 16 invitados. O 16 velas, como prefieran. Entre ellos, el empresario Juan Abelló y su mujer Ana Gamazo, periodistas como Fermín Bocos o Luis Mariñas o el director de cine Emilio Martínez Lázaro, autor de Los peores años de nuestra vida (¿una premonición del futuro matrimonio Borbón-Ortiz?).

Jaime Peñafiel  GTRESGTRES

Peñafiel subraya lo que se dice en el libro Tú serás mi reina, de Ángela Portero y Paloma García Pelayo, cuando Erquicia le pidió a Letizia que se sentara al lado de Felipe. El futuro rey se hubiera declarado en aquel mismo momento a su compañera de mesa, pero se contuvo. Según parece, aunque en la cena había 14 personas más, se pasó la comida mirando hacia la mujer que tenía al lado. Ella se dio cuenta. Pero se hizo la sueca. O la noruega. Porque ella sabía que Felipe había tonteado no hacía mucho con la modelo escandinava Eva Sannum.

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¿De qué hablaron? De dónde vivía cada uno. Pero no en el sentido de ¿En tu casa o en la mía?, sino porque Felipe estaba muy orgulloso con su nueva vivienda cerca de la Zarzuela. Explica Peñafiel que los dos se sintieron incómodos por esta conversación. ¿Por qué? Porque él explicaba con detalle cómo eran los 1.700 metros cuadrados de su palacete y ella le hablaba de su modesto piso de dos habitaciones en el barrio de Valdebernardo. "Todas mis cosas cabrían en tu dormitorio", le dijo Letizia a Felipe, visiblemente tensa. De hecho, Peñafiel asegura que "A Letizia le importó un bledo que Felipe fuera quien era".

Aquella noche, Felipe sólo sabía que quería que la periodista que cada mediodía saludaba a los espectadores del Telediario le diera a él los buenos días en privado. Pero desconocía o no se preocupó en saber cuál era su pasado, que había estado casada, que su madre era enfermera sindicalista de izquierdas, que su padre trabajaba en la radio o que su abuelo era taxista.

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De hecho, desde un primer momento parece ser que Letizia le habría dicho a su futuro marido que ella no sería una amante más, supongo que viéndole las orejas al lobo después del historial de su suegro Juan Carlos. Aquella primera cita no hizo que la futura reina quedara enamorada a primera vista y colgara pósters del príncipe en la habitación.

Le gustó Felipe, sí, pero quería ver de qué pie calzaba y cuáles eran sus intenciones respecto de ella. Es más, después de la cena se puede decir que casi no paró por casa por si a Felipe se le ocurría irla a buscar en calesa. Sólo unos días después de la cita se marchó, por motivos profesionales, a la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo. Y justo después se marchó hacia Costa Rica por motivos personales.

Letícia y Felip VI primera foto juntos GTRES

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La estrategia provocó un efecto en Felipe de perder la cabeza. El futuro rey casi se volvió loco con la distancia. La llamaba todos los días mientras ella se estaba tomando una piña colada. Y no siempre ella le cogía el teléfono. Eso le hacía enloquecer más, hasta el punto de deprimirse desesperado. Fueron unos días donde Felipe pensó seriamente la posibilidad de renunciar a sus derechos a la Corona. Al respecto, Peñafiel recuerda una de las frases más famosas del escritor irlandés Oscar Wilde: "Uno siempre tiene que estar enamorado. Por esta razón, uno nunca tendría que casarse"..."Felipe tendría que haberle hecho caso al dramaturgo", se lamenta Peñafiel...