Uno de los primeros en reflexionar alrededor de lo que hoy llamamos Central Bank Digital Currency (CBDC) o Monedas Digitales de Banco Central fue el norteamericano James Tobin, más conocido por su propuesta de imponer una tasa al movimiento internacional de capitales para financiar el sistema internacional de pagos, la llamada “tasa Tobin”. El ganador del Nobel, en su estudio “Financial Innovation and Deregulation in Perspective”, abrió camino con sus reflexiones sobre la banca y las perspectivas de nuevas modalidades de pago en 1985.

Con la llegada de la revolución tecnológica y de los nuevos sistemas de pago digitales -entre ellos, las criptomonedas- los bancos centrales estudian un nuevo modelo para el dinero fiduciario. Así, una moneda digital de banco central (CBDC) sería una nueva forma de dinero emitida de manera electrónica por un banco central, es decir, un modelo híbrido entre el dinero que conocemos y las nuevas funcionalidades de las monedas digitales.

Algunos ejemplos de CBDC son el Eurochain, el proyecto de moneda virtual del Banco Central Europeo; el FEDcoin, cuyo emisor sería la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed); el DCEP, la moneda digital china, respaldada por su gobierno y el Banco Popular de China, o incluso el Petro, promovido por el gobierno de Venezuela. 

Pero, ¿podría una moneda digital emitida por un banco central convertirse en una moneda pública de uso generalizado

Hay varias razones por las que esto podría ocurrir. En primer lugar, las CBDC ofrecen una serie de ventajas sobre las monedas tradicionales: son más fiables, eficientes y convenientes. También son más transparentes, lo que puede contribuir a reforzar la confianza de la población en el sistema financiero. Además, las CBDC pueden utilizarse para hacer más accesibles los pagos, como sería el caso de los pagos en tiempo real, lo que puede ahorrar dinero a empresas y consumidores en comisiones de transacción. Y en tercer lugar, las CBDC pueden utilizarse para aumentar el acceso a los servicios financieros, como por ejemplo para facilitar el acceso a personas que no tienen cuentas bancarias.

En general, las CBDC pueden revolucionar la forma de pagar bienes y servicios y, por este motivo, si se aplican correctamente, podrían convertirse en una moneda de uso generalizado. Pero su adopción dependerá de varios factores.

La accesibilidad y la conveniencia de esta nueva moneda será clave para su adopción. Las CBDC tendrían que ser accesibles y cómodas de usar para el público en general. Se necesitarían monederos digitales cuyo manejo sea sencillo, una infraestructura fiable y segura, y una perfecta integración con los sistemas de pago existentes.

Por otra parte, los comerciantes y las empresas tendrían que aceptar las CBDC como forma de pago. Estas deberían ser interoperables con las redes de pago existentes y ofrecer un incentivo para que las empresas la adopten, como costes de transacción más bajos o plazos de liquidación más rápidos.

La política monetaria y la estabilidad financiera jugarán también un papel decisivo para un posible uso generalizado: el banco central tendría que gestionar cuidadosamente la introducción de esta nueva moneda para garantizar que se ajuste a sus objetivos de política monetaria, y que no socave la estabilidad financiera. Sin olvidar que a la hora de diseñar la moneda, sería importante equilibrar los aspectos de privacidad y seguridad.

En este sentido, el marco regulador necesitaría ser muy claro para abordar cuestiones como los requisitos contra el blanqueo de capitales (AML) y de conocimiento del cliente (KYC), la protección del consumidor y la ciberseguridad. De nuevo, también en este aspecto, las medidas reguladoras deberían encontrar un equilibrio entre la protección de los usuarios y el fomento de la innovación.

Finalmente, si una CBDC puede facilitar las transacciones transfronterizas de manera eficiente y a un coste inferior en comparación con los métodos tradicionales, se podrá fomentar la adopción y el uso internacional.

Por consiguiente, y tal y como decíamos, si se aplica correctamente, la implantación de las CBDC conllevaría beneficios potenciales superiores a los de las monedas tradicionales como: la eficacia (pueden transferirse de forma instantánea y segura); la comodidad (pueden almacenarse y utilizarse en dispositivos digitales); y la transparencia (las transacciones pueden inscribirse en un registro público).

Sin embargo, también hay una serie de riesgos a tener en cuenta. Uno es la ciberseguridad, pues al tratarse de valores digitales, significa que son vulnerables a los ciberataques; y el otro es la confidencialidad, ya que las transacciones con CBDC se inscriben en un registro público.

Estos riesgos deberán abordarse antes de que las CBDC puedan generalizarse. 

Siempre que el diseño y la implantación de las CBDC, el entorno económico y normativo, y la confianza y aceptación del público estén en orden, los beneficios potenciales de esta nueva moneda podrían revolucionar la forma en que pagamos bienes y servicios.