La reestructuración de Nestlé: un cambio de era

- Fernando Trias de Bes
- Barcelona. Domingo, 19 de octubre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Mi primera entrevista de trabajo fue en Nestlé. Corría el año 1990. Yo acababa de licenciarme en Ciencias Empresariales y MBA por ESADE. Venía de estudiar en la Universidad de Michigan. Había hecho el servicio militar. Tenía 23 años. Apliqué a una posición en marketing. No me cogieron.
De todas las entrevistas que he hecho en mi vida, aquella fue la única en la que no pasé de la primera ronda. Después trabajé solo en tres compañías por cuenta ajena. A los 28, monté mi primera empresa. Desde entonces, siempre he sido autónomo o emprendedor.
Pero aquella entrevista me dejó una impresión nítida. Nestlé buscaba otro tipo de perfil. Más metódico. Más disciplinado. Personas muy aplicadas. Muy alineadas con la cultura interna. No eran tiempos de innovaciones disruptivas. El marketing no era un terreno con tanto peso de creatividad como hoy, sino para la ejecución rigurosa. La innovación, entonces, residía más en I+D.
Nestlé era una empresa seria. Muy sólida. Se decía que entrar allí era casi como entrar en un ministerio. Pero no en sentido peyorativo. Al contrario. Era por el compromiso con las personas. Por la idea de que una vez dentro, podías hacer toda tu carrera allí. Jubilación incluida.
Nestlé sigue siendo rentable y creciendo. Sus resultados son buenos. Sus marcas funcionan. Y, aun así, recorta personal. Aquí hay algo nuevo
Han pasado 35 años desde entonces. Nestlé ha cambiado. Ha sabido adaptarse a un mundo más competitivo. Ha crecido globalmente. Ha innovado. Ha reordenado su estructura. Pero sigue siendo un gigante.
Ahora ha anunciado una reestructuración de gran calado. Va a despedir a 16.000 personas. Un 75% de los despidos afectan a funciones administrativas. 12.000 personas que trabajan en oficinas. No en fábricas. No en logística. En administración.
¿Y cuál es el motivo? ¿Pérdidas? ¿Menos ventas? No. Nestlé sigue siendo rentable. Sigue creciendo. Sus resultados son buenos. Sus marcas funcionan. Y, aun así, recorta personal.
Aquí hay algo nuevo. Esto no es una crisis de ingresos. No es un cierre de mercados. No es un problema de negocio. Es una transformación estructural. Y se está haciendo desde la rentabilidad.
La compañía ha alegado que necesita reducir costes. Costes estructurales. Porque los costes variables, como los de materias primas, han subido mucho. Y se escapa al ámbito de su actuación. Es una tendencia geopolítica global. Pero los costes de estructura sí puede controlarlos. Y aquí es donde entra el cambio.
Pablo Isla ha sido nombrado presidente. Este será uno de sus primeros retos. Dirigir una transición que, en el fondo, es una reconversión. Porque lo que estamos viendo es el principio de una sustitución masiva de personas por procesos automatizados. Nestlé es una empresa con muchos procedimientos. Muchas normas. Muchos controles. Es parte de su éxito. Pero todo eso ahora puede automatizarse. La inteligencia artificial no entra solo en el producto. Entra en la gestión.
Lo que estamos viendo es el principio de una sustitución masiva de personas por procesos automatizados
Procesos de compra. Selección de proveedores. Auditoría. Contabilidad. Recursos humanos. Seguimiento de presupuestos. Todo esto ya puede hacerse con algoritmos. Con plataformas. Con herramientas inteligentes. Más baratas. Más rápidas. Más escalables.
No creo que este movimiento vaya a trasladarse de forma inminente al resto del mundo empresarial generando desempleo masivo. Pero sí creo que marca un antes y un después. El trabajo mecánico, repetitivo, procedimentado, está en el punto de mira. Y muchas funciones administrativas serán las primeras en ser reemplazadas. Se inicia una nueva era. Este movimiento irá llegando al resto del tejido empresarial en los próximos cinco años.
Habrá recolocaciones. Habrá reentrenamiento. La gente se adaptará. Pero habrá también fricción. Y no todo el mundo encontrará su sitio con la misma facilidad.
Esto no es nuevo. Es la historia de siempre. Ocurrió con la mecanización agrícola. Con la reconversión industrial. Con Internet. Con la globalización. Y ahora con la automatización cognitiva. Siempre que una tecnología reduce costes, reordena el empleo. A veces de forma dolorosa.
Esta vez le toca a las oficinas. Nestlé no está despidiendo porque va mal. Está despidiendo porque puede trabajar de otra forma. Más eficiente. Más tecnológica. Más automatizada.
Y este movimiento, más que una noticia puntual, es una señal de lo que viene.