Imaginemos una empresa con un volumen de negocio que se acerca al 20% del PIB de su país, y que concentra prácticamente el 10% de los puestos de trabajo de la economía. Imaginemos que su principal actividad es dar servicio a toda la ciudadanía en temas clave para su bienestar individual y social. Es decir, que la empresa es, además de la más grande del país, la que se encarga de hacer posible que las estructuras básicas de la base económica funcionen razonablemente bien.

Efectivamente, esa empresa podría ser casi cualquier gobierno del mundo (que pueden llegar a suponer, en algunos países nórdicos y europeos, el equivalente a la mitad del PIB). En este caso, estamos hablando de la Generalitat de Catalunya, que se convierte de manera natural e inevitable en el agente más importante e influyente de toda la economía. Por eso la Ley de Presupuestos no es tan solo una de las más importantes, sino también la que debería influir más en el día a día de todas las personas. No es extraño, por tanto, que estos presupuestos generen tanta expectación y expectativas, sobre todo cuando vemos que 2023 supone un récord histórico (en otras palabras, el Govern nunca había dispuesto de tanto dinero para gastar), y los retos son de tal magnitud que estas cifras se nos pueden antojar incluso insuficientes.

El Govern tiene a su disposición cerca del triple de recursos que hace 20 años, y casi un 60% más que hace diez

El presupuesto del sector público en Catalunya llegará este año a los 41.000 millones de euros (más de 45.000 si tenemos en cuenta todos su organismos y entidades específicas), lo cual supone que el Govern tiene a su disposición cerca del triple de recursos que hace 20 años, y casi un 60% más que hace 10. Con 40.000 millones de euros se pueden tomar muchas decisiones, unas con más sentido que otras. Es lo que le costó a Elon Musk comprar Twitter hace pocos meses.

Y todo esto en un entorno en que las cosas parecen ir mucho mejor de lo que nos parece, a menos que la economía no tenga nada que ver con la realidad de la vida de las personas. Con tasas de paro en Catalunya por debajo del 10%, con estimaciones de crecimiento económico para 2023 (1,7%) que confirmarían que no habrá recesión, y con niveles de inflación (alrededor del 5%) entre los más bajos de la Unión Europea, parece el momento de iniciar el relanzamiento de la economía de Catalunya.

Por tanto, estos presupuestos nacen con un doble reto. En primer lugar, la Generalitat deberá luchar por ser lo que todo gobierno debería aspirar a ser: el facilitador que pueda suavizar los golpes del entorno, y multiplicar los efectos positivos cuando las cosas van bien. Y en segundo lugar, debe conseguir que los ciudadanos sientan que los servicios que reciben se corresponden con la cantidad de recursos que tiene su gobierno para proveérselos. Las percepciones son muy importantes en un entorno donde, por ejemplo, los problemas de ansiedad y depresión ya alcanzan al 20% de la población, donde la tasa de paro de los jóvenes se mantiene cerca del 30%, o donde los niveles de satisfacción con los servicios públicos de salud son cada vez más bajos. Donde, en definitiva, el Estado del Bienestar parece claramente en riesgo, teniendo en cuenta que los políticos en Catalunya suspenden claramente cuando hablamos de la confianza que los ciudadanos tienen en ellos, con una valoración de 3,4 sobre 10.

Cuantos más recursos, más se espera de nosotros, y eso significa, en consecuencia, que la población esperará que Generalitat esté a la altura de los mayores presupuestos que ha tenido en toda su historia.