El trabajo autónomo representa una parte importante de nuestro mercado de trabajo, aunque ni es tan significativa como, a veces, se da a entender ni se detecta que tienda a crecer, sino todo lo contrario, a resulta de las transformaciones económicas y tecnológicas que se vienen produciendo en los últimos años. Se suelen utilizar dos tipos de datos para calibrar su peso: de un lado, los proporcionados por la encuesta de población activa (EPA); de otro lado, los datos aportados por el número de trabajadores en alta en el régimen especial de la Seguridad Social de trabajadores autónomos. El primero de ellos es más fiable y refleja mejor la realidad de nuestro mercado de trabajo, dado que desagrega de manera más exacta la situación profesional de cada persona en el mercado de trabajo, diferenciando entre asalariados, empleadores y autónomos en el sentido estricto del término por no tener empleados a su servicio. El segundo de ellos agrupa en un solo dato tanto a los empleadores como a los autónomos en el sentido estricto del término, aparte de que puede estar sobredimensionado por la existencia de situaciones de pluriactividad de determinadas personas.

Ateniéndonos a los datos de la EPA, de forma bastante estable en el tiempo, los autónomos vienen a representar en torno al 10% del total de ocupados, mientras que los asalariados suponen en estos momentos en torno al 85% y los empleadores en torno al 5%. Se trata de una distribución de estos tres grupos en porcentajes que se presenta casi idéntica en Catalunya, si acaso con un peso levemente superior de asalariados. Las variaciones en el tiempo suelen afectar solo al ciclo económico, en el sentido de que la cifra absoluta de autónomos suele mantenerse inalterable en períodos de crisis económica o de crisis, mientras que, en los momentos de crisis de empleo, se destruye casi exclusivamente trabajo asalariado y, en los momentos de crecimiento, la creación se concentra sobre todo en el empleo asalariado. Lo más importante de todo es que, con ello, se pueden descartar las predicciones formuladas por algunos en el sentido de que las nuevas formas de organización empresarial, las nuevas formas de trabajo y los procesos de digitalización provocarían una tendencia al incremento del trabajo autónomo y a un cierto declive del trabajo asalariado. Cuando menos, los datos estadísticos oficiales, por lo que se refieren al mercado de trabajo español, muestran lo contrario: un mantenimiento sólido de la tasa de asalarización, incluso tendencia a un cierto crecimiento desde el fin de la pandemia de esta tasa de asalarización, al tiempo que la tasa de trabajo autónomo apenas crece.

Los autónomos representan en torno al 10% del total de ocupados, mientras que los asalariados suponen en estos momentos en torno al 85%

La realidad de los autónomos en nuestro mercado de trabajo es muy diversa y no todos los que tienen esta condición responden a las mismas características: no son lo mismo quienes ejercen las profesiones liberales tradicionales, quienes gestionan un pequeño comercio o negocio de hostelería, o bien quienes desarrollan una actividad para empresas clientes en el marco de la descentralización productiva de las grandes empresas; no son lo mismo quienes se dedican a tradicionales actividades de realización de oficios clásicos, que quienes realizan tareas totalmente descalificadas y sin inversión significativa en medios materiales para realizar tales trabajos. En estos términos, unos tienen un asentamiento sólido y con fuerte aportación de riqueza a nuestra actividad económica, lo que invita a su apoyo y medidas que faciliten su consolidación, mientras que otros no muestran sino una notable debilidad y escasas perspectivas de continuidad, poco productivos para el conjunto de la actividad económica y que hay que mirar con cierta desconfianza.

A la vista de lo anterior, el estancamiento de las cifras de trabajo autónomo ha de valorarse positivamente, pues un hipotético crecimiento no es descartable que solo manifieste debilidad de nuestra estructura empresarial, cuando lo que otorga fortaleza y solidez al crecimiento económico es el aumento del tamaño medio de las empresas. A la inversa, un posible incremento del trabajo autónomo más allá de las cifras actuales solo podría ser el resultado de ensayos de proyectos empresariales precarios y con escaso futuro, iniciativas de baja calidad productiva y alto riesgo de mortandad. En términos generales, existe una tasa de subsistencia muy reducida del emprendimiento autónomo, dado que cerca del 48% de ellos no supera el año ejerciendo su actividad, al tiempo que el 90% de los ceses de actividad se deben a motivos económicos. En gran medida se trata de un emprendimiento que se acomete exclusivamente ante la ausencia de oportunidades de empleo en el ámbito del trabajo asalariado.

Los factores que suelen venir asociados a este tipo de fórmulas de emprendimiento pueden mostrar un perfil de marcada precariedad de este segmento de ocupados: mayores dificultades de digitalización de su actividad económica y, por tanto, de incremento de la  productividad de su actividad profesional, con el correspondiente efecto sobre su capacidad competitiva; inferior capacidad de inversión en el negocio, con riesgos de desarrollar una actividad intensamente descapitalizada; menores niveles de progreso en una formación profesional cada vez más exigente y, por ello, con capacidad para adaptarse a los cambios del mercado; una tendencia al envejecimiento superior a la media de los ocupados (los autónomos mayores de 55 años representa más de 10 puntos porcentuales respecto del total de ocupados), por tanto, con superiores dificultades de adaptación a los cambios; el tramo más importante de autónomos obtiene ingresos por debajo del salario mínimo; además, teniendo en cuenta que sus jornadas de trabajo superiores (en torno a 10 horas semanales mayor que media), su remuneración por hora resulta inferior a la media del trabajo asalariado; mayores dificultades de conciliación con sus responsabilidades familiares; menor capacidad de aportaciones económicas a sistemas públicos o privados de cara a la jubilación, etc.

Existe una tasa de subsistencia muy reducida del emprendimiento autónomo, dado que cerca del 48% de ellos no supera el año

Una de las pruebas más palpables de lo anterior se detecta una fuerte presencia del emprendimiento autónomo entre los extranjeros de reciente acceso al mercado de trabajo. Así, se está detectando que el trabajo autónomo se está convirtiendo en la primera vía de acceso al empleo por parte de los inmigrantes extracomunitarios, en la medida en que resulta mucho más fácil acceder al mercado de trabajo por esta vía, comenzando por la mayor facilidad para obtener un permiso de trabajo como autónomo, para realizar una actividad sin apenas inversión, mientras que resulta más difícil obtener un permiso de trabajo como asalariado a resultas de recibir una oferta de contratación laboral en firme. En muchos casos, ello muestra un perfil de emprendimiento de los extranjeros que se concibe como una simple primera fase en el proceso de integración en el mercado de trabajo, que, después, permite el trasvase estable al trabajo asalariado.

Los datos de ello los aporta un Informe reciente de un observatorio, que indica que la tasa de emprendimiento reciente de la población inmigrante en España (13,1%) duplica la correspondiente de la población española (6,2%), de modo que uno de cada ocho inmigrantes emprende una actividad como autónomo en nuestro país. Sin embargo, al propio tiempo, sucede lo contrario con la tasa de emprendimiento consolidado, al extremo de que la tasa de españoles que consolidan su negocio (6,8%) supera a la de los inmigrantes (5,9%), que, por tanto, presentan una alta tasa de mortalidad en sus iniciativas empresariales. El resultado es que, en su conjunto, se mantiene estabilizada con el paso del tiempo la tasa de extranjeros autónomos respecto del total de los extranjeros ocupados (en torno al 10,7%) y respecto del total de ocupados (en torno al 1,5%); estabilidad de los porcentajes que se produce a pesar de que la tasa de emprendimiento entre los extranjeros duplique a la de los nacionales.

Con todo lo anterior no pretendemos ni demonizar ni minusvalorar la importancia que tiene el segmento de la población ocupada como trabajadores autónomos, por cuanto que un alto número de ellos presenta un importante dinamismo, gran flexibilidad para adaptarse a los cambios, fuerte asentamiento en nuestro mercado de trabajo y, en definitiva, decisiva aportación al crecimiento económico. Sin embargo, sobre lo que sí queremos llamar la atención es que frente a los anteriores existe también un importante número de autónomos en situación de fuerte debilidad, resultado en gran medida de proyectos empresariales poco viables en el tiempo, por tanto, con alta tasa de mortalidad. Por ello, es una llamada de atención a realizar un acertado diagnóstico segregado de uno y otro tipo de proyectos de emprendimiento, evitando promover o apoyar iniciativas de escasa viabilidad y con altas probabilidades de fracaso.