Mientras los países mediterráneos buscan trazar un camino a seguir tras las múltiples crisis que han trastocado sus economías, acelerar la integración regional se vuelve más crítico que nunca. El aumento de los flujos comerciales, las inversiones bidireccionales y la movilidad en los países del norte, sur y este del Mediterráneo serían los principales impulsores de una recuperación sostenible. Y, con todo, existen múltiples retos para solucionar para seguir esta agenda.

En un entorno competitivo global, el Mediterráneo se enfrenta a múltiples retos relacionados principalmente con su posicionamiento como región. Se necesita una hoja de ruta que vincule los proyectos a largo plazo capaces de asegurar el desarrollo económico y los planes operativos que permitan una implementación eficiente y oportuna de los mismos.

Actualmente, el comercio dentro de la región del Mediterráneo está valorado en 1.100.000 millones de euros anuales, que es apenas un tercio del comercio global entre el Mediterráneo y el resto del mundo. Esto contrasta con otras regiones prósperas, donde los principales socios comerciales de los países suelen ser sus vecinos regionales. Con esta dotación limitada, actualmente alrededor de un tercio del comercio regional es de energía. El comercio exterior general en estos países representa casi el 45% del PIB. Además del intercambio comercial  dentro de la región, las inversiones entre los países mediterráneos suman aproximadamente 200.190 millones de euros.

El área sur y oriental del Mediterráneo es el segundo socio comercial de la Unión Europea. El 70% de las importaciones provienen de la Unión Europea, mientras que el 12% de las exportaciones comunitarias se dirige a los 10 países que forman esta área. El 80% de estas exportaciones proceden, básicamente, de cinco países de la Unión Europea: Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña y España (Cataluña es el primer socio de la región en España con 30% de exportaciones).

Los cambios de paradigma, de tendencia y la nueva configuración de la geopolítica global hoy implican una remodelación de las relaciones entre el Mediterráneo  y Europa, caracterizadas durante mucho tiempo por una relación donante-beneficiario. Trabajando en igualdad de condiciones, esto fomentará una mejor cooperación que conducirá al fortalecimiento de economías más inclusivas y a un mayor bienestar social en ambas regiones, además, se podrían aprovechar la revolución digital y la economía verde, azul y lecciones de la pandemia para desarrollar nuevos enfoques y abrir nuevos horizontes.

La Unión Europea solo encontrará su lugar en el nuevo orden mundial aliándose a sus socios del Mediterráneo para crear un polo competitivo global. Pero requiere desplazar el centro de gravedad hacia el sur

La crisis hace más relevante este desarrollo, porque en la carrera entre EE.UU. y China, la Unión Europea solo encontrará su lugar en el nuevo orden mundial aliándose a sus socios del Mediterráneo para crear un polo competitivo global. Pero requiere desplazar el centro de gravedad hacia el sur.

La dinámica de la integración económica es importante  para el desarrollo y la solidez del Mediterráneo, también lo es el papel que los países de la región con economías emergentes deben desempeñar para impulsar, acelerar y consolidar el proceso.

Sumando las fuerzas, tienen mucho que ganar. Unas economías de escala importante, un potencial real de crecimiento y un gran mercado de consumidores. En diez años, el Mediterráneo podría ganar hasta el 30% del PIB si finalmente decide abrir las fronteras y crear un mercado unido.

La posible integración atraería empresas internacionales y la creación decenas de  miles de puestos de trabajo en una zona donde el paro alcanza cifras importantes. Podría hacer ganar anualmente a cada país de la región un aumento de las exportaciones y un 13% del PIB. Tal vez, la conveniencia económica podría dar lugar a un mercado integrado. Esto impactaría positivamente en ambas orillas del Mediterráneo, ya que las necesidades de esta región se transformarían en oportunidades para sus vecinos europeos del sur. El potencial y la interrelación entre Europa y el sur y la parte oriental del Mediterráneo es obvio.

Es imperativo consolidar la economía regional y fortalecer su inclusión en la economía mundial para facilitar la transformación de la región. Las futuras relaciones entre ambas orillas se basan, en un grado no despreciable, en la capacidad de las empresas del sector privado para incrementar los flujos de inversión, de bienes producidos y comercializados, desarrollar infraestructuras, especialmente digitales. Es una forma de estimular indirectamente el espíritu emprendedor al facilitar el proceso de creación de pymes, además de mejorar los modelos de gobernanza con mayor transparencia y trazabilidad. Las empresas europeas tienen que considerar la región no como un mercado de consumo o una fuente de materias primas, sino también como una región que crea valor.

El sector privado juega un papel fundamental en la diversificación y transformación de las economías mediterráneas. Los países de la región deberían valorar aún más a las pymes mediterráneas como impulsoras de la diversificación al facilitar su acceso a fondos y servicios financieros asequibles, lo que contribuirá a la creación de riqueza y valor agregado para el desarrollo sostenible e inclusivo en la región y el bienestar de su población, incluida su juventud.

Los destinos de Europa y África están enlazados, y el Mediterráneo es el espacio natural de este nuevo eje de futuro.