Esta semana tuve el privilegio de impartir la conferencia inaugural del 4º Encuentro de Inversión Sostenible, organizado por Suma Capital, gestora independiente de inversiones con fuerte especialización en proyectos con impacto positivo en el medio ambiente y en la sostenibilidad.

El tema de la sostenibilidad ha adquirido tal relevancia en el mundo empresarial y financiero que la convocatoria superó todas las expectativas de afluencia. Más de 400 primeros directivos de los más variados sectores de actividad llenaron el Beatriz de Madrid.

Fue una mañana donde se pusieron sobre la mesa muchos argumentos. Me quedo con tres grandes mensajes, algunos de ellos fruto de los debates en las dos mesas redondas que hubo.

El primero quizás no sorprenderá. Pero impresiona comprobarlo y verlo en directo. Y es el increíble consenso que hay en el mundo empresarial acerca de la sostenibilidad. Es una prioridad para todo el mundo. Enrique Tombas, presidente de Suma Capital, lanzó esta definición de sostenibilidad: “La capacidad de una sociedad de disfrutar del presente sin arruinar el futuro de los que vendrán después”. Había organizaciones de todos los sectores de actividad. La sostenibilidad ya no es un “nice to have”. Ni siquiera un “must have”, que también. Se ha convertido en eje vertebral de las propuestas de valor de las empresas. Y, por lo tanto, pasamos a la tercera pantalla: del “must have” al “must be”. No se trata de tener políticas de sostenibilidad o compensar huellas de carbono. Se trata de “ser” sostenibles.

En este sentido, mi opinión, tal y como expliqué a la audiencia, es que, en términos económicos, ya podemos referirnos a la sostenibilidad como un mercado. Hay demanda y oferta de sostenibilidad. Y no es un mercado abstracto, sino protagonizado por ciudadanía, sociedad, medio ambiente y la propia economía. En cada una de estas dimensiones, hay infinidad de elementos que pueden articularse e incorporarse al modelo de negocio empresarial, para hacerlo evolucionar hacia un modelo más sostenible. El concepto sostenibilidad se ha ampliado y, para la población general, entraña más cosas: equidad, justicia, conciliación laboral, economía circular…

El segundo mensaje es que las empresas necesitan que, en la medida de lo posible, los cambios que se produzcan aprovechen las estructuras disponibles. Fernando Ruiz, CTO de Repsol, lo explicó de forma meridiana. Necesitamos ir sustituyendo los combustibles fósiles por otros con menor impacto medioambiental, pero lo que no podemos es desprendernos de todas las estructuras de distribución y almacenaje que tenemos porque, sino, la transición verde no puede pagarse.

En este mismo sentido se expresó Beatriz Herrera, responsable de Reputación, Relaciones Institucionales y Sostenibilidad en Mahou San Miguel ahondó en esta cuestión. Las exigencias regulatorias no necesariamente pueden ser absorbidas por el consumidor final y no puede pedirse a las empresas que sean los responsables únicos de transformar al planeta. Si preguntas en una encuesta, la mayoría de la ciudadanía optará por, por ejemplo, envases sostenibles. Pero solo una fracción de los mismos está dispuesta a pagar más por ellos. La gran pregunta es: “Quién paga la transición verde”.

Y eso nos lleva a la tercera cuestión: “la tecnología”. Durante mi intervención hablé de la paradoja malthusiana. El economista británico Thomas Malthus, al comparar el crecimiento geométrico de la población con el crecimiento aritmético de los alimentos, predijo guerras, pandemias o hambrunas. No sucedió. La Revolución Agrícola primero y la Revolución Industrial después, permitieron que la población aumentase y pudiera ser alimentada. Nos encontramos en una situación similar. La transición hacia una economía sostenible solo podrá hacerse de la mano de tecnologías que hagan posible dos cosas: que se aprovechen estructuras existentes y que el ciudadano pueda encajarlo en su renta disponible.

Y, para ello, se precisan dos cosas: capital humano, esto es, talento. E inversión, esto es, dinero. 

La vida no deja de sorprenderme. Los mercados financieros y los vehículos de inversión, tan criticados en determinados episodios y crisis de la historia económica, van a ser, junto a las administraciones, uno de los promotores de la transformación económica que necesita el planeta Tierra.