Durante la reciente Cumbre de Davos, de nuevo saltaron a la palestra los problemas de ajuste entre demanda y oferta en el mercado laboral, así como la dificultad para encontrar talento en todos los países. Según Manpower Group, en el análisis que hacen periódicamente sobre el estado del mercado de trabajo, el 75% de las empresas entrevistadas en ocho regiones del mundo manifestaron tener problemas para encontrar empleados.

Al hilo viene también la actual discusión entre los miembros de la UE para facilitar la llegada de inmigrantes de terceros países y paliar esta escasez de mano de obra. 

Esta es una de las secuelas post-pandémicas. Si bien, el fenómeno es anterior a 2020, la covid acentuó e hizo visibles los graves problemas en algunos sectores, por ejemplo, el sanitario. Pero también el logístico y transporte, la industria, la construcción, la hostelería o el sector tecnológico. Lo que sí es nuevo en algunos países es la convivencia de tasas de desempleo con un número alto de vacantes por cubrir.

Estudios y encuestas realizados en diferentes países desarrollados coinciden en la opinión de la mayor parte de los empleadores: les cuesta encontrar personal con las aptitudes necesarias. Es decir, cuesta encontrar empleados que, de inicio, puedan desempeñar perfectamente el trabajo para el que serán contratados. Esto significa un periodo más largo en los procesos de selección, pero también un tiempo mayor para que los trabajadores puedan realizar sus funciones a pleno rendimiento. Leía un artículo sobre el sector tecnológico de EE.UU. donde los principales empleadores se quejaban de que la educación no dotaba a los futuros candidatos de habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y capacidades digitales. ¿Les suena? Porque a mí me recuerda mucho a las opiniones que escucho a este lado del Atlántico.

Entonces, ¿qué significa que se contraten trabajadores que inicialmente no puedan contar con las habilidades necesarias? Que el empleador deberá invertir más en formación y el trabajador tardará más en ser plenamente productivo. Realmente se produce un trasvase cada vez mayor de la función de capacitación al sector privado, cuando debería ser compartida con el sector público, tanto en el sistema educativo, como en las instituciones de empleo. 

El diferencial de salarios explicaba antes de la pandemia mucha emigración entre países, por ejemplo, del sur y este de Europa hacia el centro y norte. Sin embargo, la evolución del mercado de trabajo de Polonia, por ejemplo, donde muchos trabajadores emigrados volvieron por la covid, pero se han quedado a trabajar en su país, a pesar de tener salarios muy inferiores, demuestra que estamos ante un escenario totalmente diferente, donde el salario no es la única variable determinante. Tenemos una población cada vez más envejecida y donde los nuevos empleados, especialmente los de la Generación Z, tienen prioridades radicalmente opuestas, con más motivación por tener calidad de vida, salud mental y con menos relevancia del factor económico. Esto tendrá un peso enorme en la captación de talento, pero también en la negociación de las condiciones de trabajo.

Al observar el sistema universitario, me sigue sorprendiendo, por ejemplo, la cantidad de egresados de las facultades de Magisterio que siguen saliendo cada curso, cuando la natalidad cae dramáticamente y no va a haber tantos niños para educar. Sin embargo, hay muy poca oferta para titulaciones o áreas donde el mercado y la sociedad nos indica que habrá necesidad de personal cualificado, por ejemplo, todas las necesidades de una sociedad tremendamente envejecida, más sostenible y digital. También el nivel formativo. Se ha vendido que tenemos a las generaciones más formadas de la historia, pero muchas veces estamos confundiendo títulos con formación.

Cuestión similar con los sistemas nacionales de empleo y su bajo impacto en el mercado laboral, tanto en la cualificación de desempleados como en la intermediación entre oferta y demanda. Precisamente, leía con interés un informe del think tank CEPS para el Parlamento Europeo donde analizaba los planes para el empleo financiados por los Fondos Next Generation en Italia, España y Croacia. Remarcaba que en los dos primeros casos, no se habían identificado todas las áreas de mejora de los sistemas públicos de empleo y que, si bien, algunas acciones van bien encaminadas, la falta de objetivos claros y un sistema de evaluación de los resultados, no hacía albergar muchas esperanzas sobre su potencial dinamizador. Es decir, más de lo mismo. 

Por tanto, limitar la cuestión únicamente a una subida de salarios es tener una visión muy limitada de las verdaderas razones y sus consecuencias. Porque sí, esto afecta a todas las economías a nivel macro. Pero también nos afectan a usted, a mí y todos sus vecinos, puesto que imposibilita desde la prestación de servicios públicos de calidad hasta la implementación de la innovación y la tecnología. Eso del cambio del modelo productivo, ya saben.