El BCE acaba de subir los tipos de interés, colocándolos en el 4,50%. Vamos a ver, está claro que la inflación baja más despacio de lo que a todos gustaría. Pero lo que no puede hacerse es pasar en catorce meses de un euríbor que ronda el 0% a un 4,50%. Entre otras cosas porque ni familias ni empresas tienen tiempo de adaptar sus economías, su gasto y su presupuesto. Sinceramente, pienso que el BCE se está pasando de frenada. Y lo afirmo por varios motivos.

El primero es que hay que tener un poco más de paciencia. Las subidas de tipos tardan unos meses en trasladarse a la inflación. Se están poniendo muy nerviosos. Suben tipos y si al mes siguiente los precios no bajan lo esperado, insisto. Un poco de calma, por favor. Den tiempo a que sus decisiones monetarias sean absorbidas por el mercado. Y más teniendo en cuenta que la inflación es de aquellos fenómenos económicos que lleva inercia. Cuando arranca con fuerza, cuesta frenarla.

El segundo es que esta es una inflación de oferta. Es cierto que estamos ya en la situación en la que inflación causa inflación (inflación de segunda ronda), pero los precios no suben porque la economía crece a doble dígito o el consumo está recalentado con crédito desbocado. Más bien todo lo contrario. El mismo BCE ha ido reconociendo las distintas causas de la inflación en cada momento: crisis de cadena de suministro; conflicto Ucrania; gas y petróleo; electricidad; materias primas… Todas las causas esgrimidas son de oferta. ¡Absolutamente todas! Y, sin embargo, venga a machacar sobre la capacidad de compra e inversión de ciudadanos y empresas.

Es como si le digo a mi hijo que vamos entre todos los padres a reducir la asignación semanal a nuestros hijos para ver si el tendero que les vende las chucherías y golosinas frente a la escuela baja precios porque los ha subido mucho. Y resulta que el tendero se ha limitado a repercutir el aumento de los costes de unas golosinas que se fabrican en el extranjero.

En 1973 se produjo la crisis del petróleo con el consecuente shock de oferta de 1974. La inflación en España era del 17% y en Estados Unidos, del 12%. Se aumentaron tipos de interés solo temporalmente, pero es que la economía estadounidense creció de manera sostenida entre un 7% y 10% durante toda la década. Con aumentos del PIB de doble dígito, se puede aumentar tipos. Pero con la economía a punto de entrar en recesión, hay que andar con mucho ojo.

El tercer motivo es que pienso sinceramente que el BCE realiza un tipo de análisis muy economicista, estadístico, matemático. Olvida que las cifras son estadísticas, pero que luego está lo que las personas realmente hacen. El PIB es el PIB, pero la inflación o el IPC es la medición mediante muestreo del aumento de los precios a la venta. ¡No significa necesariamente que las familias estén asumiendo ese aumento del coste! Existe lo que llamo la inflación personal, que es la que cada uno se construye a partir de sus hábitos de consumo. Las familias pueden lograr que su gasto aumente menos que el IPC gracias a cambios de marca, optar por otros puntos de venta, más discount, etc. Es decir, el ciudadano puede defenderse de la inflación, pero, en cambio, no puede defenderse de los aumentos de tipos. Si el PIB se mantiene razonablemente bien, es debido a tal motivo.

Por último, el propio BCE ha reconocido errores recientes en todo su análisis y diagnóstico sobre la naturaleza de la inflación. Si tras la subida de tipos los precios siguen sin corregirse, ¿qué nos dirá? Porque Lagarde afirmó esta semana que manteniendo así los tipos un tiempo, la inflación se domeñará seguro. Nos dirán: “Ay, perdonen, que vemos que la subida de tipos no era la medicina”.

El mal estará ya hecho porque les aseguro que la subida de tipos le está haciendo más daño a las familias con hipotecas que la propia inflación. Y lo mismo a las empresas.

Si el BCE quiere detraer liquidez del sistema, tiene otras vías más urgentes. Dejar de financiar estados ineficientes, de ser cómplices de una deuda pública desbocada y fruto de la corrupción y sucursalismo políticos y, finalmente, detraer la enorme liquidez que puso en el sistema financiero durante la pandemia.

Por cierto, la inflación en Estados Unidos derivada de la crisis del petróleo de 1974 se solucionó muy rápidamente. Y la solución no estuvo en los tipos de interés.