Esta semana, Nadia Calviño ha tenido su rifirrafe particular a colación de la baja remuneración que la banca española hace por los depósitos a la vista. La banca cerró filas enseguida, alegando que el gobierno no puede realizar tal injerencia y la vicepresidenta económica amenazó entonces con prohibir las comisiones. La banca está bastante escaldada, pues todavía está digiriendo el impuesto especial al sector, que debía ser temporal, y tanto PP como PSOE están barajando mantenerlo. Un año más, dicen, pero ya sabemos lo que en este país cuesta eliminar un impuesto una vez que se ha fijado.

Me preguntó una periodista que cómo es que la subida de tipos sí se repercute en las hipotecas y, en cambio, no se repercute en las cuentas corrientes, dando a entender que había una asimetría completa y casi una falta de ética en cuanto a responsabilidad corporativa de la banca.

Pienso que cuando de economía se trata, los juicios de valor y apelar al sentido de la responsabilidad sirve de bien poco, y lo que hay que hacer es analizar bien el problema, separando causas de consecuencias. Acto seguido, asegurar los mecanismos e incentivos que llevan a las partes en la dirección deseada.

En primer lugar, no es cierto que la banca no haya trasladado las subidas de tipos a los depósitos. Los ha subido, pero únicamente en algunas tipologías de depósitos, como los de plazo fijo. En las cuentas corrientes, ¿cuántas nóminas o depósitos a la vista, únicamente alguna entidad, necesitada de captar clientela, ha ofrecido un tipo de interés relevante?

Las razones son, principalmente, dos: no lo necesitan y, además, hay poca presión competitiva.

La banca tiene más liquidez de la que precisa. Es como si yo vivo en un pueblo de veinte habitantes millonarios, decido crear un banco en el pueblo, los veinte millonarios depositan su dinero y ninguno me pide un crédito porque están todos forrados. En una economía cerrada, yo no tengo cómo ganar dinero con sus depósitos, pues necesitaría otorgar préstamos para tener un beneficio que resulte del diferencial entre lo que presto y lo que retribuyo del dinero. Supongamos que viene el alcalde y me obliga a subir tipos de interés. Me está obligando a producir pérdidas.

Grosso modo es lo que está sucediendo. La banca española tiene más liquidez de la que precisa para préstamos. Así que retribuir cuentas a la vista es un coste añadido que no le produce más beneficio. Gran parte de esa liquidez proviene de liquidez otorgada por el BCE, garantizada por el Gobierno de España. Con lo que si el propio gobierno desea que la banca aumente la retribución por nuestro dinero, lo que tiene que hacer es que necesite captar depósitos y, para ello, a medida que se produzcan los diferentes vencimientos de los préstamos del BCE, no renovar las garantías públicas.

En segunda instancia, debemos recordar que el tipo de interés que se ofrece en un país a la ciudadanía es similar al precio que ofrece una empresa cualquiera que vende un producto determinado. Si en un país hay un solo distribuidor de gasolina monopolio, la presión competitiva a la baja de los precios no existe. Si es un oligopolio, existe, pero es poca.

Pues bien, en España, solo cuatro entidades financieras copan el 75% de los depósitos de los españoles. La concentración del sector financiero fue resultado de la cuasi desaparición de las cajas de ahorro, una institución centenaria en nuestro país, que era única en Europa, y que favorecía la presión competitiva. Las cajas se transformaron en bancos y la concentración a base de fusiones y, principalmente, adquisiciones tuvo lugar. El objetivo fue salvar al sistema financiero minimizando el coste para el estado, evitando quiebras y personas perdiendo sus depósitos o el estado teniendo que cubrir la garantía de cien mil euros por persona y entidad, que prevé la ley.

Finalmente, las hipotecas suben porque están indexadas al euríbor, según contratos suscritos entre las partes. Mientras que los depósitos están sujetos a la libertad de precios, propia de un sistema de libre competencia.

Los precios no se pueden regular por real decreto, salvo en casos de extrema emergencia o estado de excepción. Así que, en lugar de tratar de regular lo que no puede regular, una vez más, las autoridades económicas deberían asegurar las condiciones estructurales (mayor competencia) y coyunturales (menor liquidez) para que la banca remunere mejor nuestro dinero por pura necesidad. No por autoridad.