Esta semana, Puig ha hecho oficial sus planes de salir a bolsa. El grupo de perfumería que nació en Barcelona y se ha convertido en una compañía global, de trayectoria y éxito sin precedentes, busca captar más de 2.500 millones de euros. La idea es refinanciar parte de la deuda asumida en los últimos años y, de paso, financiar nuevas adquisiciones. La familia Puig mantendrá la mayoría en el capital y, al estructurar la operación con acciones de clase B, cuyos derechos están sujetos a limitaciones, se asegura el control a través de los derechos de voto.

Durante 2023 y 2024 he tenido la oportunidad de ser invitado como ponente a diversos encuentros y asambleas de asociaciones territoriales de la empresa familiar. La empresa familiar es una institución en España y tenemos bastantes casos de emprendedores que arrancaron de la nada y han logrado culminar negocios de miles de empleados y de ámbito global: Roca, Puig, Vicky Foods, Mango, Mercadona, GB Foods, Inditex… son algunos ejemplos.

El tiempo pasa y, en algunos casos, como con las embotelladoras de cava de Catalunya, las acciones pasan de generación en generación y se producen situaciones donde hay cientos de pequeños accionistas con porcentajes mínimos.

Siglos atrás, el derecho sucesorio, con tal de evitar que las tierras de cultivo y las explotaciones ganaderas se fragmentasen por cuestiones generacionales, se decidió que el primogénito concentrase el grueso de la herencia familiar. Los tiempos han evolucionado y, lógicamente, el resto de hermanos, que eran igual de importantes y tenían tanto derecho como el mayor a heredar, ahora heredan también, ni que sea a través de la legítima.

Y esa igualación de derechos es lo que ha producido que, con el tiempo, las participaciones se fragmenten. ¿Qué ha hecho la empresa familiar? Pues, básicamente, tres cosas.

La primera es la de establecer protocolos clarísimos donde se va limitando, cada vez más, la participación de los herederos en la dirección o gestión. Es una separación necesaria y adecuada y más que recomendable entre capital y trabajo. Haber heredado participaciones de un negocio no te habilita para dirigirlo. Ser hijo de empresario no te hace necesariamente empresario. Si, además, quienes deciden en el día a día influyen sobre el patrimonio de otros herederos todavía puede enredarse más la gestión del negocio, que acaba siendo el principal damnificado de las desavenencias familiares. Hay empresas familiares que, a partir de cierta generación, prohíben a los herederos trabajar en las mismas.

Mientras la familia está en el accionariado, el control es fundamental. Por eso, Puig ha hecho bien

La segunda es la de agrupar familias del árbol genealógico en forma de sociedades patrimoniales. De este modo, una rama determinada de la familia son socios de una patrimonial que, a su vez, concentra todas las acciones heredadas por aquella rama. De este modo, si bien hay un número elevado de herederos, se logra un número reducido de socios. La comunicación es más fácil y cada rama tiene su propio representante, que es el consejero delegado o administrador de cada una de las patrimoniales. 

La tercera es la de salir a bolsa, como va a hacer Puig. Es la culminación de un proyecto empresarial. Dar cabida a accionistas en el mercado de capitales es un paso de gigante para una empresa familiar, pues se abren las puertas de casa a cualquier persona deseosa de apoyar los proyectos empresariales de una familia.

Eso sí, mientras la familia está en el accionariado, el control es fundamental. El control en la empresa familiar solo puede cederse cuando la salida del accionariado sea total. En caso contrario, se pierde la gestión del proyecto y deja de ser un proyecto propio.

Por eso, Puig ha hecho bien. Abre puertas a nuevos accionistas, pero sigue decidiendo la familia porque son todavía accionistas principales. Si bien estamos ya ante una empresa en que parte del capital cotizará, el proyecto empresarial sigue siendo familiar.