Han pasado 100 años desde que se creó la marca Sal Costa, en Barcelona, en 1925, y todavía ahora llena los saleros de las cocinas domésticas y de grandes restauradores de la gastronomía española. Llega al hito centenario con una imagen renovada y una diversa gama de productos -más de 20 referencias- para satisfacer un consumidor que valora "la experiencia de los sabores, el bienestar y la salud y tener al alcance una sal que se adapte a las nuevas tendencias culinarias, cada vez más internacionales y diferenciadas". "La sal, en su justa mide, es esencial para la salud", defensa Óscar de Vicente, director general de la firma.
De Vicente argumenta, que después de cien años en las estanterías de los establecimientos, uno de cada tres españoles consume un kilogramo de Sal Costa al año. Eso a pesar de la feroz competencia de la marca blanca o de distribuidor, que elaboran fabricantes que disponen de concesiones salineras a España. Pero De Vicente avisa de que se trata de una sal común, la sal seca fina, sin propiedades aditivas con potasio, magnesio y calcio, también yodo, flúor o el ácido fólico. Aditivos minerales que sí que incorpora Sal Cuesta. La compañía solo produce para su propia marca y algún producto específico para su matriz, el grupo francés Salins.
Esta es la gama de productos de sal para la cocina que, a pesar de aportar valor añadido, es la más simple que tiene la marca. Porque el grupo francés Salins, a quien pertenece la marca desde el 2016, quiere poner todavía más valor en la sal marina que se utiliza en las cocinas, por medio de la innovación y la renovación de Sal Costa, en el mercado español, con aditivos únicos. De hecho, fue la primera marca en España que elaboró la sal con yodo. Las sales elaboradas ya suponen el 75% de las ventas de la empresa que, este año, prevé crecer un 2% sobre un negocio de poco más de 6 millones de euros anuales, según datos del Registro Mercantil.

El directivo de la filial establecida en el Port de Barcelona destaca especialmente la diferencia que dan también la sal Essentiel y la Flor de la Sal. Este último producto, estrella para la gran gastronomía, cada vez se introduce con más éxito en las cocinas domésticas. "Es la esencia pura de las sales, porque la única forma de recolectarla Flor es manualmente, por expertas manos salineras que la recogen antes de que la sal se vaya al fondo del cristalizador, donde perdería las propiedades de la Flor de Sal y se convertiría en sal marina", explica el directivo. La marca lo extrae de las salinas que tienen a Quepo de Gata (Almería) y solo se puede obtener en unos días concretos del año cuando el rocío hace que las aguas salinas hagan los cristales en superficie en la salina y, por eso, se tienen que coger a mano. Este proceso artesanal garantiza la plena conservación de sus cualidades excepcionales, ya que es una sal rica en magnesio, elemento que le proporciona su aspecto húmedo, así como una explosión de sabor al entrar en contacto con el paladar. En Almería, Salins explota unas 400 hectáreas y produce unas 40.000 toneladas.
Con respecto a Essentiel, son escamas de sal cristalizadas en forma de pirámide. Durante el proceso de envasado, el producto se manipula con especial cuidado para evitar al máximo las roturas de las pirámides mencionadas. Las escamas de Essentiel potencian el sabor de los alimentos y realzan el resultado de los platos, por lo cual, la marca la recomienda para ensaladas.
Son dos productos con mucha presencia a la gastronomía y, por lo tanto, "están en los fogones de grandes cocineros españoles". Uno de ellos es Patricio Úbeda, chef del restaurante Blanca Brisa, en Almería. "Él es un gran defensor de la cocina y los sabores almerienses y de Cabo de Gata, y por descontado la Flor de Sal, de Sal Costa y sus salinas", dice Óscar de Vicente y avanza que la marca está negociando con otro chef español, también de reconocido prestigio gastronómico, para que abandere la renovación de Sal Costa y su posicionamiento como marca referente en el mercado español.
Salins tiene varias concesiones en España
Aparte de las salineras de Cabo de Gata, el grupo Salins explota en España concesiones a Torrevella y Bonmatí, en Alicante; y la bahía de Cádiz, y otro centro en Sant Fruitós del Bages (Barcelona). En las instalaciones del Port de Barcelona, donde se implantó en 1998, en una parcela de 7.305 m², llega toda la sal en bruto, se lava y se tamiza, y finalmente, se muele. Después se añaden los aditivos, "siempre con productos naturales". La plantilla, entre la planta y la administración, es de 40 personas.
El 25% de las ventas restantes proviene de la sal que se destina a usos industriales, de manera que, por ejemplo, "Sal Costa es el principal proveedor de los elaboradores de jamón ibérico de España; nos compran el 60% de la sal que necesitan", asegura De Vicente. También comercializan sal para la industria de la sal de deshielo, para episodios de nieve; para la industria de tratamiento de piscinas; la industria de los tintes textiles o para los elaboradores de conservas. De la vertiente industrial, Sal Costa ha anunciado a ON ECONOMIA que dejará de producir la sal para lavavajillas bajo su marca.
Actualmente, Sal Costa elabora y comercializa 15.000 toneladas de sal marina seca -de las 300.000 de todo el grupo Salins- y el objetivo es que la innovación y la apuesta por procesos industriales más eficientes permita llegar a las 20.000 toneladas en cinco años, en España.
El bicarbonato y la sal de frutas ya no son para yayos
Para cerrar la diversidad: el bicarbonato y la sal de frutas. Parecen productos "que no se tengan que consumir actualmente y, en cambio, tienen bastante demanda". El director explica que es un buen recurso para muchas cosas. "Es un producto con mil usos; no solo ayudar a mitigar las digestiones pesadas o para la cocción de las legumbres, que era el uso que se hacía en las casas". Ahora también se utiliza en la cocina porque ablanda carnes hervidas y para muchos platos de repostería. En el ámbito doméstico, suele utilizarse como desodorizando o para añadir al agua para lavar ropa delicada o teñida. Por todo eso, las ventas del bicarbonato de Sal Costa registran crecimientos anuales de entre el 35% y el 40%. Hasta el punto que la compañía ha hecho un portal de Internet específico (bicarbonatosalcosta.com) y ha renovado la imagen de los paquetes de 1 kg y del formato salero, con gráficos ilustrativos y coloridos con valiosos consejos de uso e información útil sobre este producto.
Con respecto a la sal de frutas, se vende todavía para combatir rápidamente las digestiones pesadas y el ardor de estómago. La compañía lo elabora con productos naturales, es efervescente, y "es el único del mercado con ácido cítrico 100% natural".
El impacto social
Las sales con especias de la marca salen del Port de Barcelona con una ayuda social importante: se producen a las instalaciones y con el personal del grupo social Cooperatiu TEB, que vela para la inclusión de personas con discapacidad. "Trabajamos desde hace tiempo con TEB para hacer el envasado y el sazonado de una parte de nuestros productos", concreta De Vicente.
También cuida de la sostenibilidad. Como parte de la estrategia del grupo Salins en este ámbito, la marca ha empezado una transformación integral por reducir el impacto ambiental. La compañía ha desarrollado envases más ecológicos y prácticos, como el estuche de cartón para sus productos icónicos, y ha implementado también soluciones de descarbonización. Todo eso demuestra el compromiso de Sal Costa en la gestión transparente y responsable de los residuos, aportando a una industria más respetuosa con el entorno.

El espíritu emprendedor de tres socios de Barcelona
Se da la circunstancia de que fue justamente la marca Sal Costa la que revolucionó la industria de la sal marina, ahora hace cien años, con una patente pionera para producir sal seca. Este fue un éxito conseguido por Onofre Caba, que empezó a comercializar sal -a Barcelona, en 1846- con el nombre de Sal Caba. Pero rápidamente este industrial se unieron dos empresarios más, Cuyás y Joaquín Costa Gomis para formar a una sociedad que tenía como finalidad la comercialización de diferentes alimentos básicos para la época: sal, arroz, legumbres, etc.
Los esfuerzos de los tres socios hicieron de la compañía la primera a ofrecer una sal anhidra, que significa el primer paso para conseguir una sal seca. Este método revolucionario y la forma de envasado provocaron la admiración de los consumidores y de la competencia, así que a finales del siglo XIX, principios del siglo XX, el señor Joaquín Costa patenta su metodología y su proceso de fabricación, convirtiéndose en la primera empresa en España que ostentaba una patente de invención sobre un procedimiento de fabricación de sal seca.
En 1994, la compañía fue adquirida por el grupo alemán Südsalz, iniciando una etapa de expansión industrial e internacional. Posteriormente, en el 2016, pasó a formar parte del grupo francés Salins, líder europeo en producción de sal con presencia además de 10 países. Esta integración reforzó la proyección internacional y el compromiso con la calidad.