La población ocupada en España ha superado la cifra histórica de los 22,2 millones, según la encuesta de población activa, lo que supone un incremento respecto de cuatro años atrás en 2021, a la salida de la pandemia, de más de 2,5 millones de ocupados. En paralelo, se ha reducido significativamente el número de desempleados, que se sitúa en 2,5 millones, frente a los 3,5 millones de hace cuatro años, situándose la tasa de paro en el 10,2 %, frente al 15,4 % de 2021. Resulta incontestable que se ha producido un incremento espectacular del empleo en nuestro mercado de trabajo en este período de tiempo, a pesar del complejo escenario en el que nos hemos movido.

No obstante, conviene profundizar en los diversos elementos presentes en nuestro mercado de trabajo, por cuanto que para algunos los datos brutos esconden importantes debilidades del empleo, de modo que pudiera resultar que se trata de un crecimiento más aparente que real. Veamos, pues, algunos de los aspectos que se ponen en cuestión e intentemos explicar su consistencia o su justificación.

Ante todo, de la comparación de los datos precedentes se aprecia un importante diferencial, en términos tales que el empleo ha crecido mucho más (2,5 millones) en comparación con el descenso del desempleo (1 millón), que parece que se resiste a caer con igual fortaleza. La explicación básica se encuentra en que nuestra población en edad de trabajar ha crecido significativamente, de modo que los flujos migratorios de extranjeros han participado en el crecimiento del empleo de manera significativa en relación con la población residente inicial, aparte de que se ha producido cierto trasvase de población inactiva a población activa que no encuentra empleo de manera inmediata. Ello provoca un efecto positivo de crecimiento de empleo, más lento en la caída de desempleo. En todo caso, como lastre estructural, a pesar de que el crecimiento del empleo y, por efecto derivado la caída del paro es generalizada en todas las cohortes de edad, sin duda seguimos manteniendo unas tasas de desempleo juvenil muy elevadas, que duplican a la medida del resto.

Otra de las afirmaciones que se hace es que el tipo de empleo es bastante precario, incluso en parte ficticio. Frente a ello, el primer elemento a destacar como positivo es que el crecimiento del empleo se centra más en el trabajo asalariado, con una tasa de asalarización del 85,2 %, es decir, 1,3 puntos porcentuales superior respecto de 2021, mientras que el peso del trabajo autónomo en términos porcentuales ha descendido en más de medio punto. A tal efecto, debe tenerse en cuenta que el trabajo autónomo en términos generales tiene una vida media de existencia inferior a la de los asalariados, su jornada es muy superior y su retribución resulta bastante inferior a las de los asalariados.

De otro lado, se suele afirmar que el número de horas de trabajo totales efectuadas no discurre proporcionalmente en paralelo respecto del crecimiento del empleo producido. Aunque resulta especialmente llamativo que, frente al fuerte incremento del empleo, 2,5 millones, sólo se produce un leve incremento global de la jornada de trabajo, del orden de 60.000 horas/año más, cifra ciertamente reducida. Ello se explica, en primera aproximación, porque ha caído significativamente la jornada media efectiva por trabajador, en 1,2 hora a la semana por trabajador; si bien también es cierto que el PIB no ha dejado de crecer, lo que presupone un incremento notable de la productividad.

Más difícil es identificar las causas que han provocado esta caída de la jornada media efectiva. Algunos han defendido que ello se explica porque el empleo creado ha sido sobre todo a tiempo parcial, que supone que el crecimiento del empleo no es tan real como deriva de la cifra global de incremento de 2,5 millones de nuevos trabajos. Sin embargo, los datos estadísticos no confirman esta hipótesis, dado que el peso del trabajo a tiempo parcial en términos porcentuales ha descendido levemente (0,6 puntos), tanto en el conjunto del de los ocupados como de los asalariados. Ni siquiera el cálculo de la duración media de la jornada del conjunto de los trabajadores a tiempo parcial muestra cambios, de modo que se manifiesta estable a lo largo de estos últimos años, tanto para el conjunto de los ocupados como entre los asalariados.

Tampoco la causa se puede encontrar en el número de horas extraordinarias realizadas, sean pagadas o no, sino todo lo contrario, ya que sorprendentemente se han incrementado pasando de 5,8 millones anuales hace cuatro años a los 7 millones en el momento actual.

Ni siquiera la causa se puede encontrar en la negociación colectiva, donde en grandes cifras la jornada pactada para los trabajadores a tiempo completo no ha variado sustancialmente, incluso con un leve incremento.

La principal explicación plausible a este descenso significativo de las horas medias semanales de trabajo se puede encontrar en el elevado incremento de la tasa de ausencia al trabajo por enfermedad, que se ha elevado casi el 20 %. Ello representa una elevada cifra, sobre todo de fuerte aumento en los últimos tiempos, pero que resulta difícil que este factor lo explique todo.

Cierta influencia también puede tener el incremento del trabajo fijo discontinuo, en la medida en que su jornada anual siempre es inferior a la de un fijo ordinario a tiempo completo. Sin embargo, algunos matices son necesarios. De un lado, su influencia es menor, ya que su aumento, siendo importante, porque se ha duplicado, sin embargo, no es decisivo en lo que supone en el peso global del conjunto de los ocupados, pues en estos momentos sólo representa el 4 % del total de ocupados. Por añadidura, los datos proporcionados por la EPA refieren siempre al número de fijos discontinuos que se encuentran ocupados en el momento en el que se realiza la encuesta y, por tanto, entre ellos no contabiliza a los fijos discontinuos en situación de desempleados o inactivos. En todo caso, como valoración general, la figura de los fijos discontinuos debe valorarse positivamente, en la medida que proporciona mayor estabilidad en el empleo y, en comparación con los temporales tiende a fomentar jornadas anuales más extensas.

También algún impacto haya podido tener el hecho de que el crecimiento del empleo se haya producido entre los asalariados, dado que el trabajo autónomo tiene jornadas superiores: 8 horas semanales más de media los autónomos respecto de los asalariados.

Finalmente, el otro dato bien conocido es el referido al importante impacto que ha tenido la reforma laboral de finales de 2021 sobre las cifras globales de contratación temporal. La apuesta de esta reforma por la contratación por tiempo indefinido ha tenido un efecto decisivo en el sector privado, que es hacia donde se dirigía esta reforma, sin que las medidas en paralelo adoptadas en el ámbito del sector público hayan tenido resultados efectivos. En concreto, en el sector privado se ha pasado de una tasa de temporalidad del 24,1 % antes de la reforma al 12,55 % en la actualidad, cifra que ya se encuentra por debajo de la media de los países de la Unión Europea. Aunque ello ha impactado también reduciendo la rotación en el mercado de trabajo, incrementando la duración medida de los contratos de trabajo, ello no ha sido tan influyente como la caída de las tasas de temporalidad: el incremento del número de despidos, la caída de la indemnización media por despido, así como el aumento de las extinciones durante el período de prueba así lo prueban. Por el contrario, las cifras de temporalidad en el sector público seguimos con un mal endémico en el sector público, donde tenemos un problema estructural, que queda emblematizado por la cifra actual de casi el 28 % de tasa de temporalidad, que sorprende negativamente cuando se compara el panorama existente en el sector privado.

En definitiva, se puede conformar que nuestro mercado de trabajo muestra un crecimiento del empleo sólido, que pueden considerarse con real y asentado en un nuevo escenario claramente positivo. No obstante, cabe enumerar como desafíos pendientes los de lograr una reducción necesaria del empleo juvenil, hacer frente a los problemas que se esconden detrás del elevado incremento de las ausencias por enfermedad de los trabajadores, lograr un incremento de la duración media de los contratos de trabajo, así como resolver el fondo del problema de las muy elevadas tasas de temporalidad en el sector público.