China, el monstruo imparable al que hay que vigilar atentamente

- Àngel Hermosilla
- Barcelona. Lunes, 20 de octubre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 5 minutos
China se ha convertido en uno de los principales líderes políticos y económicos del mundo, capaz de hablar de tú a tú con Estados Unidos y encabezando los BRICS, el dinámico continente asiático y los países en desarrollo y del Tercer Mundo. Es un ejemplo de cómo un modelo socialista alternativo al soviético puede resultar “exitoso”, haciendo posible que la economía interna se haya transformado y fortalecido, y que su posicionamiento internacional lo haya situado, sin duda alguna, en los primeros puestos mundiales en muchos aspectos. Ha sido capaz de impulsar el fuerte desarrollo económico por la vía de un modelo low cost durante los años noventa del siglo XX y primera década del XXI, con tasas medias de crecimiento anual de su PIB de un 10%, y virar en los últimos años hacia un esquema intensivo en conocimiento y tecnología, con crecimientos medios de un 7,7% en el período 2010-2019 y de un 4,9% a partir de entonces (5,0% en 2024), que lo está llevando a liderar campos estratégicos como por ejemplo la motorización eléctrica, las energías renovables y la inteligencia artificial, sin olvidar otros ámbitos (robótica y automatización, tecnologías cuánticas…). Ha sabido convertirse no solo en la fábrica del mundo sino, también, en uno de sus mejores laboratorios, gracias a las elevadas inversiones en investigación y desarrollo, lo que le ha permitido situarse en el top 10 de la innovación mundial, según el Global innovaton index 2025, desplazando a Alemania.
Con un PIB de 18,74 billones de dólares, 18,1 veces más elevado que el de 1998, la economía china supone actualmente cerca de las dos terceras partes de la economía estadounidense (11,4% en 1998), representando alrededor de un 20% del PIB y concentrando más del 30% de la industria manufacturera del mundo. Esto se ha materializado en progreso de sus ciudadanos. Si en 1990 el PIB per cápita español era 43,3 veces superior al de China, en 2024 solo era casi tres veces más elevado (35.297 dólares frente a 13.303 dólares). Se puede añadir que cerca de las dos terceras partes del superávit comercial chino (785,3 mil millones de dólares en el primer semestre de 2025) proviene directamente de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Además, China concentra una proporción importante de la oferta mundial de determinados productos y recursos que actualmente son fundamentales en nuestras sociedades. Es el caso de los materiales críticos (tierras raras, por ejemplo) -de los que controlan buena parte de la producción y el procesamiento en el mundo-, de las baterías de litio, de las placas fotovoltaicas y de las tecnologías eólicas -de las cuales es líder mundial en instalación y en producción-, o de los vehículos de nuevas energías (NEV). Diplomáticamente, se ha acercado a países del Tercer Mundo -con reservas de recursos básicos-, a Rusia -con excedentes de petróleo y gas-, o a la India -potencia en ascenso con un gran mercado. Por otro lado, está plantando cara a Estados Unidos en muchos frentes (económico, tecnológico, militar…), siendo el único país del mundo que se está enfrentando activamente a la ofensiva comercial estadounidense, con contramedidas y con rondas de negociación de alto nivel. Cabe decir, en este sentido, que en el período marzo-mayo de este año las exportaciones chinas a Estados Unidos se han reducido, al tiempo que se han incrementado las dirigidas a la Unión Europea.
China se ha convertido en uno de los principales líderes políticos y económicos del mundo, capaz de hablar de tú a tú con Estados Unidos
La evolución de la economía china, sin embargo, no está exenta de problemas: desaceleración del crecimiento, envejecimiento de la población y baja natalidad, débil demanda interna, crisis inmobiliaria (deuda de promotores, baja confianza de compradores, reducción de venta de viviendas y de precios…), elevado endeudamiento y riesgo financiero (gobiernos locales, bancos…), riesgo de deflación, desempleo juvenil, desigualdad social y entre regiones, creciente proteccionismo comercial de los países contra las importaciones chinas, descenso del optimismo económico hasta niveles históricamente bajos… Últimamente, la producción manufacturera ha crecido más rápidamente que el consumo doméstico (en julio de este año la producción industrial ha aumentado un 5,7% frente a un 3,7% las ventas al por menor), generando un crecimiento económico desequilibrado y una fuerte competencia interna que provoca un aumento de inventarios, una intensa guerra de precios y un descenso de márgenes, haciendo que haya un exceso de capacidad productiva en ciertos sectores, que las empresas tengan que recurrir obligatoriamente a la exportación y que muchas de ellas estén en pérdidas. Existe el temor de que este dinamismo y fuerte concurrencia industrial sea insostenible en los próximos años, y que se produzca una involución.
Por todo lo anterior, siempre -y especialmente en la actualidad- hay que estar atentos a lo que ocurre en China y a cómo afronta su futuro a través de sus famosos planes quinquenales. Está finalizando el 14º Plan (2021-2025), que ha alcanzado muchos de sus objetivos y ha supuesto un salto significativo del país, aunque rompiendo con los planes precedentes no incluyó finalidades explícitas de crecimiento. Y ahora está en marcha la fase preparatoria del 15º Plan, que cubre el período 2026-2030, y que está previsto se aborde en la 4ª sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista Chino, que comienza hoy en Pekín y se ratifique a principios de 2026. Dentro de este Plan es muy probable que China continúe con las ideas clave del anterior (desarrollo coordinado, subida de rentas y dinamización de la demanda, aumento de la auto-resiliencia, sostenibilidad, crecimiento de calidad, cambio en la composición del PIB…), y siga invirtiendo en autonomía estratégica y autosuficiencia (semiconductores, materiales críticos, baterías…), impulse la inteligencia artificial aplicada y eficiente (salud, logística, finanzas…), mantenga el dominio en tecnologías limpias (paneles solares, generadores eólicos, almacenamiento de energía…), dinamice la automatización y la robotización, aumente la producción científica y las publicaciones, impulse regulaciones y estándares propios (inteligencia artificial, seguridad de datos, gobernanza…), e incremente su expansión e influencia internacional (comercial, tecnológica, política…).
Mientras que el “rodillo chino” sigue con su imparable marcha, la Europa comunitaria mantiene una parálisis con falta de unidad política
La Cámara de Comercio de la Unión Europea en China (unas 1.600 empresas miembro) ha aprovechado su último número de European Business in China. Position Paper 2025/2026 para hacer recomendaciones, un total de 1.141, a las autoridades chinas a la hora de preparar el nuevo Plan, con el objetivo de que pueda afrontar sus desafíos de los años venideros, recomendaciones algunas de las cuales nos pueden orientar sobre los planteamientos y los objetivos que tendrá este país, o cuando menos sobre las oportunidades que se pueden abrir para las empresas occidentales exportadoras e inversoras. Hay que pensar que el nuevo programa centrará su atención en hacer de China una potencia científica y tecnológica, situándola en el centro de la innovación disruptiva. Las recomendaciones se agrupan en cinco apartados: implementar reformas que aborden problemas estructurales (equilibrar oferta-demanda, reducir la deuda de los gobiernos locales, acelerar el papel del sector servicios, mejorar el sistema de seguridad social…); permitir que el mercado tenga un papel decisivo en la distribución de los recursos (aumentar la productividad vía un mayor desarrollo del sector privado, nivelar la competencia, reducir los excesivos subsidios a la industria…); adoptar medidas para crear unas relaciones comerciales equitativas (reconocer las preocupaciones de los socios comerciales sobre el proteccionismo, desarrollar estrategias para fortalecer las cadenas de suministro…); continuar con la transición verde de la economía y asegurar la sostenibilidad medioambiental (aumentar el acceso a fuentes de energía sostenibles, abrir sectores verdes a la inversión extranjera, armonizar la certificación verde con sistemas internacionales, potenciar la economía circular…); e, impulsar la transición digital de forma inclusiva (permitir que los extranjeros participen en la digitalización, implementar regulaciones de acuerdo con prácticas globales…).
Mientras que el “rodillo chino” sigue con su imparable marcha, con un crecimiento de su PIB de un 5,2% el segundo trimestre de 2025, la Europa comunitaria mantiene una parálisis autocrítica con falta de armonía y unidad política, que Enrico Letta y Mario Draghi evidenciaron el año pasado, y que este segundo reiteró en su reciente discurso con motivo del primer aniversario de su informe, cuando habló de la “frustración creciente de los ciudadanos por la lentitud con la cual avanza la Unión Europea” (solo se han completado un 11,2% de las 383 medidas recomendadas por él), con un crecimiento en el caso de la zona euro de un 1,4% el segundo trimestre de este año.
En síntesis, todo lo anterior lo resumía muy bien el título de uno de los artículos del número de finales de septiembre de la prestigiosa revista The Economist, “Un plan hecho en China para dominar el mundo”.