Se cuenta que el presidente chino Deng Xiao Ping utilizó el proverbio “no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”, también el presidente español Felipe González lo utilizó en su momento para identificar lo que en su opinión era más importante, había que crecer para poder repartir.

En este sentido, el desempeño de la economía española en los últimos tiempos no es muy esperanzador, por lo menos cuando se compara con el resto de los países de la Unión Europea, dado que nuestro PIB por habitante ha perdido posición desde 2004 hasta situarse un 15% por debajo en 2022.

La llegada de la pandemia en 2020 cortó abruptamente la evolución de la actividad económica a nivel mundial y nacional. En España, el ciclo apuntaba a una progresiva desaceleración del ritmo de crecimiento (desde el 3,8% en 2015 al 2% en 2019) caminado hacia su tasa potencial.

Después de varios años de sufrimiento, en 2023 se ha recuperado el nivel de actividad previo a la pandemia y la economía española puede crecer a una tasa anual algo superior al 2%. A la vista de esta cifra cabe preguntarse si es resultado del buen hacer nacional o si está ayudado por circunstancias extraordinarias, que como su nombre indica, no pueden mantener en el futuro.

Analizando la situación se pueden identificar algunas variables no habituales que pueden estar empujando la actividad económica. Los fondos europeos Next Generation europeos, si bien el dinero en circulación parece bastante inferior al recibido (37.000 millones de euros) están impulsando proyectos de inversión. A falta de una evaluación para conocer su efectividad en la mejora del tejido productivo, si parece que mantendrán una inyección de dinero que mejorará la inversión nacional.

Las políticas de gasto expansivas de carácter extraordinario recientemente renovadas (subvenciones al consumo de productos afectados por la inflación por valor de 0,6% del PIB) aportan dinamismo a la actividad. Se suman otras de carácter ordinario, pero de bastante dimensión cuantitativa, como la actualización de las pensiones con el IPC (8,5%) también juegan a favor de aumentar el consumo (también el ahorro). En este apartado, hay que recordar que el gasto público ha aumentado en España 6 puntos del PIB desde 2018, y aunque el incremento de los ingresos también ha sido importante (3,8 puntos) lo ha sido en menor medida, de forma que la política fiscal se puede considerar expansiva en el periodo.

También ha jugado un papel impulsor de la demanda el ahorro acumulado durante la crisis por aquellas personas que pudieron mantener su renta, aunque es posible que su efecto se esté agotando.

La política monetaria ha cambiado de dirección en el último año. El Banco Central Europeo mantuvo tipos de interés negativos desde 2020, a la vez que compraba una cantidad muy importante de deuda pública española (120.000 millones de euros hasta alcanzar un saldo de 620.000; 44% del PIB), lo que permitió una financiación barata y segura del nuevo déficit y de la necesaria refinanciación de los vencimientos de la deuda. El proceso de subida de tipos de interés iniciado hace un año (hasta el 3,75%) para reducir la inflación ha cambiado la tendencia, encareciendo la financiación de particulares y sector público, si bien parece que los efectos negativos pueden sentirse más el próximo año.

"El resultado de este año estará más afectado por los elementos favorables que negativos"

Los últimos datos de empleo muestran una desaceleración en su crecimiento e incluso el número de afiliaciones ha disminuido en términos desestacionalizados en junio, y parecen marcar una senda no tan positiva en la segunda parte del año.

No es fácil llegar a una conclusión en este tiempo lleno de incertidumbres, pero en mi opinión, el resultado de este año estará más afectado por los elementos favorables que negativos.

Conocer el potencial de crecimiento de nuestra economía ayuda en la adopción de muchas decisiones presentes y futuras en el ámbito privado y público. Para hacerse una idea, la diferencia entre un crecimiento anual real del PIB del 1,3% (escenario base de la AIReF) y del 2% (el utilizado por el Gobierno en la reforma de las pensiones) es de un 50% en 2050. Evidentemente, con el segundo habría más actividad y más renta a repartir, y también incidiría favorablemente, en ratios con mucha influencia en la sostenibilidad de las cuentas públicas, como la deuda total o el gasto en pensiones sobre PIB.

La gran cuestión sería conocer qué puede suceder en el futuro cuando no se disponga de las políticas extraordinarias aplicadas en los últimos años y la economía española deba subsistir con sus propios medios.

Recursos entre los que no se podrá contar con políticas fiscales expansivas, al retornar las reglas fiscales comunitarias que obligarán a reducir un déficit estructural en torno al 3,5% del PIB, mientras se pagan más intereses de la deuda pública debido a los mayores tipos de interés.

En este contexto desfavorable cobra más importancia hablar sobre cómo se puede mejorar la productividad, la única fórmula para aumentar la generación de riqueza. Una herramienta es utilizar los fondos Next Generation para mejorar el potencial de crecimiento. Aparecen bastantes dudas sobre las posibilidades de éxito con los destinos elegidos y, sobre todo, con la capacidad de ponerlos en práctica, ¿hay posibilidad todavía de introducir cambios para mejorar su desempeño?

En sentido contrario, parece difícil que en un mundo global como el que vivimos, la solución pase por una reducción generalizada por ley de la jornada laboral o la recepción de una cantidad de dinero cuando cumplas 21 años.