En el hipercompetitivo mundo de la inteligencia artificial, OpenAI consolida su posición de liderazgo. Según informa The Wall Street Journal, la compañía ha cerrado un acuerdo con un grupo de inversores, que incluye a SoftBank y MGX, que valora la firma en la astronómica cifra de 460.000 millones de euros. Esta operación, que implica la compra de acciones de los mismos trabajadores por valor de 5.600 millones de euros, no es solo un reflejo de la fiebre inversora por la IA, sino el preludio de uno de los proyectos tecnológicos más ambiciosos de la historia: el llamado Proyecto Stargate.

La trayectoria de valoración de OpenAI es un testimonio de su rápido ascenso. A principios de año, SoftBank ya acordó liderar una inversión que valoraba la compañía en 255.000 millones de euros. En cuestión de meses, esta cifra se ha disparado hasta los 426.000 millones, un incremento del 66% que refleja la esperanza de los mercados en su dominio tecnológico. Para ponerlo en contexto, esta valoración supera el PIB de países como Bélgica o Suecia y se acerca a las compañías tecnológicas más valiosas del mundo, como Apple y Microsoft.

Tan impresionante como su valoración es el equilibrio financiero de la compañía, que ilumina las reales dimensiones del negocio de la IA. Según las mismas fuentes, OpenAI prevé alcanzar 11.000 millones de euros en ingresos durante 2024, un crecimiento espectacular impulsado por los 700 millones de usuarios semanales que utilizan sus herramientas, como ChatGPT. No obstante, estos ingresos se ven ahogados por unos gastos aún mayores, que se prevé que ocasionen una pérdida neta de "miles de millones de dólares" este año.

Esta paradoja se explica por dos factores clave:

-El coste de la computación: Ejecutar y entrenar modelos de IA de última generación es excepcionalmente costoso. Cada consulta a ChatGPT requiere una potencia de cálculo inmensa, y los costes de infraestructura y energía son proporcionales.

-La carrera por la AGI: El objetivo fundacional de OpenAI no es simplemente obtener beneficios, sino alcanzar la Inteligencia Artificial General (AGI). Esto implica invertir sumas ingentes en investigación y desarrollo (I+D) para modelos futuros, sin la garantía de un retorno inmediato.

Dado que la compañía no ha hecho públicas sus previsiones oficiales para 2025, cualquier cifra se basa en extrapolaciones y análisis del sector. No obstante, considerando la tendencia actual, es plausible que OpenAI pueda alcanzar o incluso superar los 21.000 millones de euros en ingresos durante 2025. Esta proyección se basa en varios factores:

-La maduración de los negocios empresariales: La venta de licencias y el acceso a las API de sus modelos más potentes (como GPT-4o y los futuros GPT-5) a grandes corporaciones es una corriente de ingresos más estable y lucrativa que el modelo gratuito para usuarios.

-Nuevos productos e integraciones: El lanzamiento de nuevas modalidades de voz, vídeo y herramientas de desarrollo podría abrir nuevos mercados e incrementar la facturación por usuario.

-La alianza estratégica con Nvidia: El anuncio de una inversión potencial de hasta 100.000 millones de dólares por parte del líder mundial en chips de IA no es solo un apoyo financiero; es una ventaja estratégica colosal. Esta alianza asegura a OpenAI un acceso preferente a los procesadores más avanzados, el activo más crítico y escaso en la carrera por la IA.

La estrategia de OpenAI va más allá del software. La gira asiática de su CEO, Sam Altman, subraya este enfoque. Las recientes "alianzas estratégicas" con los gigantes surcoreanos Samsung y SK Hynix tienen un objetivo claro: asegurarse el suministro de los chips informáticos avanzados necesarios para su proyecto insignia. El Proyecto Stargate, un superordenador destinado a entrenar la próxima generación de IA, se rumorea que costará más de 100.000 millones de dólares. Este proyecto faraónico requiere una cadena de suministro global de última generación, y las alianzas con Corea del Sur (fabricación de semiconductores) y el apoyo de Nvidia (diseño de GPU) son piezas fundamentales en este rompecabezas.

La valoración de 426.000 millones de euros de OpenAI es, en esencia, una apuesta colosal sobre el futuro. Los inversores no están comprando solo los ingresos actuales o los 700 millones de usuarios; están financiando la investigación de la próxima frontera tecnológica. La compañía camina sobre la cuerda floja de una expansión agresiva y unas finanzas aún en números rojos, pero con el apoyo financiero, tecnológico y estratégico necesario para intentar convertir la promesa de la IA en una realidad que redefina nuestra relación con la tecnología. El año 2025 será clave para determinar si esta apuesta, la más grande de la historia de la tecnología, comienza finalmente a dar sus frutos económicos.