Después de 15 años desarrollando su carrera en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, Cristian Canton (Terrassa, 1980) ha vuelto a Barcelona con una misión clara: "hacer país". La oportunidad de dirigir al Barcelona Supercomputing Center (BSC) se presentó como la vía perfecta para devolver a la sociedad todo el conocimiento acumulado en el exterior.

En esta entrevista con ON Economia, Canton desgrana su ambiciosa visión para el centro, que implica aspirar a hitos tan trascendentales como "curar el cáncer" o "acabar con el cambio climático" en un futuro, a la vez que se enfoca en objetivos más inmediatos como la implementación eficiente de la inteligencia artificial a través de un AI Institute y la comunicación transparente del valor de la ciencia a los ciudadanos.

Su aspiración es clara: convertir Barcelona y el BSC en un polo de atracción de talento e innovación, en el "Silicon Valley de Europa", para que las futuras promesas de la ciencia puedan encontrar aquí, sin tener que marcharse, el ecosistema perfecto para hacer realidad sus sueños.

Después de una larga trayectoria internacional, ¿cuál ha sido la razón por la que Cristian Canton ha vuelto a Barcelona?
Buena pregunta, pues hacer país. A principios de enero, me pregunté qué quiero hacer después de 15 años viviendo en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Yo le decía a mi mujer que, de alguna manera, me gustaría ser útil para la sociedad y aquí es donde apareció la opción del Barcelona Supercomputing Center.

A través de la ciencia, la tecnología, la inteligencia artificial y la gestión de grandes organizaciones, yo quiero ayudar al país. De hecho, es lo que he aprendido durante todos estos años en el exterior.

¿Cuáles son los sueños que quiere hacer realidad en el Barcelona Supercomputing Center? 
Durante mi primer discurso en el BSC, yo bromeé un poco con que, en un periodo de entre 10 y 20 años, quiero tener dos premios Nobel, curar el cáncer y acabar con el cambio climático. Si conseguimos un 10% de todo esto, ya seré feliz.

Tenemos a unos profesionales espectaculares y uno de los ordenadores más grandes de Europa para hacer ciencia. Quiero ser espectador del hallazgo de una vacuna contra una enfermedad, los avances de la genómica, el cambio climático y de las soluciones a problemas críticos que puedan ir surgiendo. 

¿A corto plazo, qué objetivos se ha marcado?
Tenemos muchas carencias, no solo en investigación. El primer objetivo es aterrizar, de una forma eficiente, la inteligencia artificial en el Barcelona Supercomputing Center. Una tecnología que se ha convertido en un martillo que podemos usar para todo, pero nuestro centro es muy grande y complejo.

Por esta razón, la idea es crear un hilo conductor transversal interno, que es el AI Institute. Otra misión es hacer ciencia social. Me gustaría que la gente me pare por la calle y pueda explicar cómo los impuestos sirven para impulsar la actividad de un centro de estas características. Se trata de generar un impacto científico directo para el ciudadano y queremos identificar dónde (Catalunya, España y Europa) la investigación sea un factor diferencial.

Hace unas semanas, ON Economia dio a conocer un sistema pionero de respuesta inmediata a grandes catástrofes que se ha creado en el BSC. ¿Nos puede explicar más detalles de esta iniciativa?
Si hubiera un terremoto en México, inmediatamente las autoridades del país nos comunicarían el epicentro de este fenómeno. El equipo de ciencias de la Tierra tiene uno de los modelos del planeta más completos. Con el sistema que estamos desarrollando detectamos, por ejemplo, dónde se deben enviar los equipos de emergencias y así las autoridades minimizan los efectos del terremoto.

Como explicaba antes, este proyecto es ciencia útil que salva vidas. También existen otros proyectos como los gemelos digitales del clima y el análisis de la polución de una ciudad. Recientemente, hemos sufrido un apagón eléctrico y les comentaba a mis compañeros qué solución podemos encontrar para prevenir un episodio de esta tipología. Siempre estamos pendientes de dónde podemos aplicar la ciencia.

Con la IA existe cierta controversia sobre las incógnitas que existen alrededor de esta tecnología. ¿Se trata de una revolución social? ¿Cómo lo ve?
Es una revolución y es una tecnología que ha llegado para quedarse y transformarlo todo. Un poco como cuando surgió la electricidad. En aquel momento, mucha gente tenía miedo de cómo el cambio podría afectar a los trabajos y ahora es imposible concebir una sociedad sin electricidad. Con la inteligencia artificial sucede algo parecido.

Poco a poco, la IA se va integrando en tareas cotidianas como la simple redacción de un correo electrónico. La integración completa de la inteligencia artificial está muy lejos. Ahora bien, nos hará más eficientes y dedicaremos esfuerzos a las tareas donde somos más competitivos.

Nos quitaremos de encima las cosas repetitivas, redundantes y aburridas. La IA aún está lejos de la perfección, pero cada día mejora. Las grandes inversiones que se están haciendo en todo el mundo y aquí en el Barcelona Supercomputing Center nos permiten tener modelos de inteligencia artificial que nos entienden mejor.

¿Y cómo se puede aún el futuro?
Dentro de 10 años, el mundo será un lugar muy diferente y la IA tendrá algo que ver. Todos estos cambios deben gestionarse con responsabilidad, para que se transformen en un impacto social positivo y que no haya un desplazamiento de la población o que la gente no pierda sus trabajos. No debemos empezar a correr sin saber caminar antes. 

Desde fuera se ve que la IA en Europa está un poco lejos del protagonismo de Estados Unidos y China. ¿Qué nos falta?
Aunque cuantos más dinero tengas más deprisa y más lejos puedes ir, el problema del actual contexto no es necesariamente el aspecto financiero. El crecimiento de Estados Unidos y de China va relacionado con un uso más relajado de los datos. En Europa tenemos una posición más comprometida con la sociedad.

Hay más legislación y esto permite que puedas hacer una inteligencia artificial que sea más responsable, que podemos garantizar que se ha respetado todo el contrato social. Aquí existe un trade-off entre la velocidad y lo que es la corrección. Es la aproximación que está tomando Europa.

¿Esto hará que seamos menos competitivos o que nuestros modelos tarden más en llegar? Posiblemente sí. ¿Cambiarán las reglas del juego? No lo sé, porque hay muchos factores sociopolíticos y geopolíticos que quizás influyen en algún momento, pero todavía estamos definiendo las reglas del juego de la IA.

Aquí también hay mucha obsesión por quién es el primero. Aunque tengas la IA más potente, hasta que no pueda ser aterrizada con algo útil, puede pasar mucho tiempo. Europa ha tomado una postura de prudencia mesurada y yo creo que es el camino correcto.

Los centros de supercomputación en Europa, entre ellos el BSC, se están reinventando. ¿Cómo se ha llevado a cabo esta reinvención de la supercomputación en el mundo de la generativa?
El Barcelona Supercomputing Center era un centro de supercomputación, un ordenador muy grande. La gente trabajaba en diseño de semiconductores, pasan los años y acabamos poniendo a más de 1.200 personas encima de una máquina para hacer ciencia.

Ahora, los centros de supercomputación, en nuestro caso, hemos pivotado, ya no es la máquina, que sí que es muy importante, sino la ciencia que se hace encima, y además le añades la inteligencia artificial.

Al final, somos un centro de supercomputación, somos un centro de ciencia que utiliza la IA y un superordenador para hacer avanzar el progreso. Una cosa que en el Barcelona Supercomputing Center hemos estado haciendo y continuamos empujando es la soberanía tecnológica, y en este caso en el tema de los semiconductores.

Estamos desarrollando chips de aceleración para IA, porque nos gustaría que cuando entre en funcionamiento el Mare Nostrum 6, entre los años 2028 y 2029, esta máquina tenga tecnología de IA hecha en el BSC. Todos los centros europeos de supercomputación van, más o menos, por el mismo camino.

¿Cómo pueden el Barcelona Supercomputing y Europa tener más peso en un mundo global y donde China está corriendo mucho?
Correcto. El Barcelona Supercomputing Center no juega solo. Actuamos bajo el paraguas de la EuroHPC, un consorcio de la Unión Europea que nos permite trabajar juntos y compartir recursos con todos los grandes centros del continente. El objetivo es afrontar los retos tecnológicos.

Hace unos días que se ha dado el Premio Nobel de Economía y, de alguna manera, Philippe Aghion ha recuperado el discurso de Joseph Schumpeter sobre la destrucción creativa. Aquí tienen una iniciativa fantástica como son las AI Factories. ¿De esto último qué nos puede explicar?
Es una gran idea europea, porque Europa se ha dado cuenta de que pone grandes cantidades de recursos para hacer ciencia, en el Barcelona Supercomputing Center y otros centros, pero, por otro lado, tenemos las startups que al final generan la semilla de las grandes industrias del futuro.

Hablamos de proyectos con una fragilidad inicial y es aquí donde entran los centros con grandes capacidades y gente preparada. Por ejemplo, yo soy una startup de agricultura y me gustaría utilizar un modelo de IA que, por mis propios medios, no tengo manera de hacerlo. Transfieres el conocimiento de forma gratuita y esta es la parte más bonita.

¿Cómo ve Cristian Canton el Barcelona Supercomputing Center en un periodo de cinco años?
Es difícil hacer un pronóstico porque el mundo se mueve muy rápidamente. El primer día que aterricé en el BSC, yo me decía que me gustaría que Barcelona se convirtiera en el Silicon Valley de Europa. Más que nada, porque tenemos talento y estas personas tienen que marcharse.

Siempre hago la broma de que si vas a Palo Alto y te sientas a tomar un helado, al cabo de un rato seguro que oyes a alguien hablar en catalán o castellano. Personalmente, yo quiero que dentro de un tiempo la gente no tenga que marcharse, sino que las grandes universidades y los viveros de empresas vengan al Barcelona Supercomputing y pregunten cómo lo hacemos. No son sueños imposibles.