En un año aparentemente positivo, con facturación y entregas de coches en alza, la empresa Seat ha registrado un resultado que pone de manifiesto las tensiones extremas que vive el sector del automóvil. El fabricante ha entrado en terreno negativo tras encajar unas pérdidas operativas de 22 millones de euros en el tercer trimestre, un vuelco radical respecto a los 9 millones de beneficio del mismo periodo de 2023. En el capítulo de ingresos, Seat alcanza los 11.241 millones de euros y, a la vez, se han vendido 481.000 vehículos.
Este mal trimestre lastra de forma decisiva el acumulado del año, truncando la frágil recuperación que se había vivido en el segundo trimestre. En septiembre, el beneficio operativo acumulado es de solo 16 millones de euros, una diferencia del 96% respecto al año pasado. El margen operativo acumulado, que era de un saludable 3,9% hace un año, se desvanece hasta un mero simbólico 0,1%, el peor de todas las marcas consideradas core dentro del conglomerado Volkswagen. ¿Cómo se explica que una empresa venda más e ingrese más, pero gane menos?
La respuesta tiene nombre propio: Cupra Tavascan. La joven marca, verdadero motor de crecimiento del grupo (sus ventas se han disparado un 40% en Europa, mientras Seat cae un 22%), se ha convertido también en su talón de Aquiles. Este modelo eléctrico, fabricado en China por cuestiones de eficiencia productiva, está sometido a unos aranceles de la UE del 30,7% por su importación. Estos derechos aduaneros, una auténtica tasa a la competitividad, se tragan directamente el margen de cada unidad vendida. La dirección de la empresa lleva meses alertando de que esta situación es insostenible y que, incluso, puede poner en riesgo la producción en la planta de Martorell (Barcelona), donde se monta el Cupra Born y el Audi A1.
Un escenario global adverso
El contexto no favorece. Volkswagen, la matriz alemana, también presenta unos resultados negativos. Su beneficio neto cae un 61% hasta septiembre, hasta los 3.400 millones de euros. En el tercer trimestre, el grupo registró incluso pérdidas netas, un hecho que no se daba desde la pandemia de 2020. Dos decisiones estratégicas explican esta caída: los aranceles comerciales impuestos por Estados Unidos, que le cuestan unos 5.000 millones anuales, y el cambio de rumbo en la estrategia de electrificación de Porsche, que supone un gasto extra de 4.700 millones.
Esta tormenta perfecta de costes adicionales y guerras comerciales está pasando factura a los grandes grupos automovilísticos, demostrando que la transición hacia el vehículo eléctrico está llena de obstáculos inesperados. En este panorama complicado, se ha confirmado como nuevo consejero delegado de Seat a Markus Haupt. Su reto es monumental: recuperar la rentabilidad sin frenar el impulso de Cupra, la gallina de los huevos de oro que, paradójicamente, está poniendo en peligro las cuentas.
La solución exige desactivar la bomba de los aranceles del Tavascan y optimizar al máximo los costes en un entorno inflacionista. Las cifras del sector reflejan una realidad bifurcada: por un lado, la demanda de coches, especialmente los eléctricos de la línea Cupra, es sólida; por otro, la complejidad geopolítica y los costes amenazan con convertir este éxito comercial en un fracaso financiero. La trayectoria de Seat en los próximos trimestres será el termómetro perfecto para medir la salud real de la industria automovilística europea.