Ser senior supone un mayor obstáculo en España que en la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) a la hora de encontrar un empleo, pues mientras la tasa de empleo de las personas entre 55 y 64 es del 58,6%, en la media de la UE se eleva al 63,3%. O dicho a la inversa, en España no tienen empleo 41 de cada 100 seniors, frente a 36 en la media de los 27 estados comunitarios, según la estadística de la OCDE. En positivo, el porcentaje de los seniors con empleo ha venido creciendo en España de forma continuada y desde la pandemia se ha elevado 5,34 puntos porcentuales (pp), del 53,3% del primer trimestre de 2019, al 58,6% en el mismo periodo de este año.

Sin embargo, no ha sido suficiente para reducir de forma relevante el diferencial con la media de la UE, que ha aumentado su tasa de empleo en 5,19 pp, del 58,1% al 63,3%. Así, en 2019, antes de la pandemia, la brecha entre la tasa de empleo en España y la comunitaria era de 4,8 puntos porcentuales y en 2023 se ha reducido a 4,65 pp. Incluso, si nos remontamos a 2005, primer año en que la CEOE hace la comparación, los seniors españoles estaban mejor que la media comunitaria, pues en ese año el 43,1% tenían un empleo, mientras que la media de países que conforman actualmente la UE, era del 40%.

En el pelotón de cola

España encabeza al grupo de los 9 países comunitarios cuya tasa de empleo de los seniors se queda por debajo del 60%. En concreto, con un porcentaje del 58,6%, seguido de Bélgica con el 58,2%, Francia 57,6%, Polonia el 57,1%, Austria 56,8%, Italia 56,3%, Eslovaquia 53,3%; Grecia 51,5% y Luxemburgo con una tasa de empleo de los seniors del 46,2%. No obstante, dentro de este grupo hay dos subgrupos antagónicos: aquellos países donde la edad de jubilación es menor, incluso por debajo de los 65 años, que no tienen problemas de desempleo -uno de los factores que más inciden en la desocupación de los mayores- y aquellos cuya tasa se explica por un mayor paro. Entre los primeros se encuentran Bélgica, Francia, Austria y Luxemburgo y, entre los segundos, España, Polonia, Eslovaquia y Grecia, con Italia entre dos aguas.

Por la parte de arriba, los trabajadores seniors de Islandia son los que menos problemas encuentran a la hora de colocarse o continuar en su empleo, pues el 81,4% sigue en activo. Una tendencia que se mantiene en el resto de los países nórdicos: en Suecia trabaja el 78,4% de las personas entre 55 y 64 años; en Noruega el 74,7%, en Dinamarca el 74,8% y, algo más bajo, el 71% de Finlandia. En Estonia, la tasa de empleo es el 76,8%, en Países Bajos el 74,3% y en Alemania, un 74,2%. En referencia con el resto de los países de la OCDE (agrupa a los países más desarrollados del mundo) las diferencias con España son igualmente abultadas, pues sube algo la media en comparación con la UE, hasta 63,6%, aunque desde el 2019 ha registrado un menor incremento que los países comunitarios, tan solo 1,8 pp. Entre los países de la OCDE no comunitarios, Japón registra la mayor tasa de empleo de los seniors, un 76,7%, y después Nueva Zelanda, el 78,6%. En la cola, Sudáfrica, con un 34,5% de tasa de empleo, y Turquía, el 36,5%.

Causas

Jesús Cruz, catedrático de derecho del Trabajo de la Universidad de Sevilla, señala varios factures que explican el aumento de la tasa de empleo de los seniors en los últimos años. Desde la perspectiva jurídica, resalta la política de retraso de la edad de jubilación, así como una legislación más restrictiva de las jubilaciones anticipadas y de penalización a las grandes empresas que siguen haciendo uso de ellas. No obstante, como freno a una mayor participación de los seniors en el mercado laboral, está la actitud en la negociación entre empresarios y sindicatos en los procesos de despidos colectivos, “donde se siguen seleccionando con preferencia a los trabajadores de edad más avanzada para ser los más directamente afectados por las reducciones de empleo”. E, igualmente, la falta política en “el compromiso de modificación del régimen de las jubilaciones parciales”.

Desde un punto no jurídico, Cruz Villalón considera que puede influir positivamente la generalización de trabajos que requieren menor esfuerzo físico, sobre todo en el sector servicios, donde prima el trabajo intelectual, más fácil de seguir realizando a edades avanzadas. Por último, también podría influir el hecho de que, en una coyuntura de crecimiento constante del empleo, “se está produciendo una reducción del paro de larga duración, que sobre todo afecta a los trabajadores de edad más avanzada”. Por el contrario, aunque las políticas de fomento de empleo destacan como grupo vulnerable a los trabajadores de edad avanzada y se ofrecen incentivos a su contratación, no cree que “esté influyendo, a la vista del importante peso muerto que tienen estos incentivos”.

Discriminación laboral

BBVA Research ha dado a conocer este miércoles un adelanto del estudio “Prolongar la vida laboral: ¿Por qué? ¿Cómo hacerlo?, que será publicado próximamente. En el informe se señala que desde hace décadas se ha promovido la inclusión y la diversidad en el mundo laboral atendiendo a múltiples características individuales, como el género o la raza, logrando avances significativos. Sin embargo, afirma que “hay una dimensión en la que el objetivo de inclusión parece ir más retrasado, la discriminación por edad”, para lo cual se basa en la encuesta del International Social Survey Programme (OCDE,2020). BBVA Research apunta que la encuesta de la OCDE concluye que "la edad se reveló con mucha diferencia como la principal causa de exclusión para cualquier grupo etario, pero especialmente a partir de los 50 años”. Y añade que la evidencia muestra, además, que la participación en el mercado de trabajo cae de una manera abrupta entre los 55 y 60 años. “Voluntaria o involuntariamente, una parte importante del potencial productivo de nuestras sociedades está siendo desaprovechado”, subrayan los autores del informe del BBVA Research.

Pero, más allá de los efectos sociales y personales de la baja participación de los seniors en el mercado laboral, BBVA Research señala varias “razones” en términos económicos para promover la continuidad en el empleo. En concreto, este miércoles han adelantado tres: mejorar la sostenibilidad del estado del bienestar (en referencia al sistema público de pensiones), aprovechar el talento senior, complementario al de los jóvenes, e impulsar la productividad de los trabajadores jóvenes. El informe considera, sobre esta última razón, que la diversidad de edades en la empresa crea sinergias entre las personas trabajadoras experimentadas y las nuevas incorporaciones a través de la transferencia de conocimientos entre ellas. “Las personas empleadas jóvenes son más productivas cuando trabajan en empresas en las que las veteranas tienen una representación mayor, tanto por la posibilidad de aprender como por sus capacidades gerenciales”, especifican. Y el efecto positivo es bidireccional: no solo se produce desde las personas trabajadoras con más experiencia hacia las jóvenes, sino que los ocupados de edad avanzada también son más productivos cuando trabajan con menores de 35 años.