Una casa, un coche, la creación de una empresa, una intervención del dentista, o incluso a veces simplemente una televisión. Cuando afrontamos un gasto que está por encima de nuestras capacidades adquisitivas a corto plazo, o bien no queremos afrontar una brusca pérdida de liquidez, pedir un préstamo a un banco es la solución más habitual, especialmente cuando no tenemos a un amigo o familiar de confianza que nos pueda dejar o dar esa suma de dinero. A veces, echamos mano de nuestro banco y nos fiamos de sus condiciones y otras veces nos dejamos llevar por la publicidad de otros que nos prometen inmediatez y unas condiciones inmejorables. Pero, realmente, ¿qué es lo que se debe tener en cuenta a la hora de pedir un préstamo? 

Lo primero que hay que preguntarse es si el gasto que voy a efectuar es realmente necesario y, una vez confirmado este hecho, es importante conocer con exactitud la cantidad que quieres y asegurarte de que lo vas a poder pagar en las condiciones que estás pactando. Los préstamos son sumas de dinero que pedimos a un banco y que devolvemos a plazos pagando un plus, conocido por interés, que es lo que gana el banco por hacerte ese préstamo. A veces, es tentador pedir un préstamo mayor de lo que necesitas para contar con mayor liquidez, pero es mejor ajustarse a lo necesario para evitar un mayor endeudamiento o mayores intereses. 

La primera pregunta que debo hacerme, una vez concluido que sí, que podremos pagar ese préstamo, es por cuánto tiempo puedo o me conviene asumir la deuda. Hay que tener en cuenta cuestiones como tus ingresos y gastos mensuales, si tal vez tienes alguna previsión de afrontar un gasto importante en un futuro o reducir tus ingresos. 

De consumo e hipotecas

Existen varios tipos de préstamos y se utilizan para pagar unos estudios, una reforma o un coche, por ejemplo. Los préstamos más habituales son los de consumo, pero existen también los hipotecarios, para gastos más altos y sobre todo utilizados para las viviendas. Estos préstamos, con mayor duración, pueden tener tipos de interés o variables. En el segundo caso, van variando en función del Euríbor que a su vez varía en función de los tipos de interés que marca el Banco Central europeo. 

Por ello, hay dos variables claves a la hora de pedir un préstamo: la duración y los intereses. Y, además, están vinculados entre sí, porque como los tipos de interés se calculan anualmente, cuanto más tiempo demores en pagar un préstamo más pagarás de intereses. Es conveniente alargar un préstamo si no puedo afrontar mis gastos mensuales con el coste mensual previsto, y acortarlo si lo has alargado mucho en el tiempo o bien si crees que vas muy holgado y puedes saldar antes la deuda. 

Tienes que tener en cuenta que no solo tú vas a valorar si el préstamo es adecuado para ti, sino que también el banco valora si eres capaz de afrontarlo y tu capacidad de endeudamiento, sobre todo en préstamos más elevados como una hipoteca. Para ello, puede estudiar tu historial de crédito con tal de valorar tu fiabilidad como cliente.

Lo recomendable es que el nivel de deuda esté entre un 35 y un 40% de tus ingresos netos mensuales. O sea, que si cobras 2.000 euros al mes, no deberías pagar más de 800 euros al mes por un préstamo. 

Esta variable, teniendo en cuenta los elevados gastos que puede suponer una hipoteca o un alquiler, es aún más afinada (aunque también más exigente) si se aplica la fórmula en la que se restan los gastos fijos a los ingresos mensuales y se multiplica por 0,40. Así, si cobras 2.000 euros, pero tienes unos gastos fijos de 800 euros mensuales, no deberías de gastar en el préstamo más de 480 euros mensuales, que es el 40% de los 1.200 restantes. 

TIN y TAE

A la hora de decidir la duración del préstamo, aunque hay bancos que ofrecen calculadoras digitales que te lo facilitan, debes tener en cuenta el interés TAE, esto es, la Tasa Anual Equivalente. La TAE se calcula tomando como base el Tipo de Interés Nominal, que es el coste efectivo de un producto equivalente

La TAE o Tasa Anual Equivalente incluye, además del coste efectivo del préstamo, los gastos asociados como la comisión de apertura, la comisión de amortización anticipada o la comisión de cancelación o de cierre

Esta diferencia es clave para uno de los pasos más importantes a la hora de pedir un préstamo: leer la letra pequeña de los contratos por el préstamo. En ella, puede haber comisiones o gastos inesperados, por lo que es importante atender a todos los detalles, especialmente en aquellos préstamos que se ofrecen como inmediatos o a unas condiciones mucho mejores a lo habitual en el mercado. Es por eso que a veces la gente opta por préstamos en peores condiciones de entidades con mayor credibilidad.