El conflicto entre Ucrania y Rusia está arrastrándonos a todos a tiempos de máxima incertidumbre, de carestía de productos básicos, de miedo, de pérdida de derechos y libertades. Una situación que bien se podría haber evitado, si nuestros dirigentes hubieran tenido en algún momento altura de miras, hubieran apostado por el diálogo en lugar de echar continuamente más leña al fuego. 

¿Acaso era todo esto lo que pretendían? Generar situaciones como las que estamos empezando a vivir, que van a llevarse por delante a miles de familias, puestos de trabajo destrozados, es la consecuencia inmediata de decisiones políticas que no hemos tenido la oportunidad de votar, de debatir ni de valorar. Ahora que el conflicto escala, en un momento en el que se van a celebrar unos referéndums en la región del Donbás, permanecemos atados de pies y manos esperando noticias que tampoco llegan con claridad, puesto que la censura que se impone en esta parte del planeta no nos permite tener una visión global y poder sacar nuestras propias conclusiones. 

Las elecciones en Suecia han dado el triunfo a la extrema derecha, como apuntan las de Italia que se celebrarán en los próximos días. ¿Tan difícil es comprender que, cuando la ciudadanía no se siente representada, ni protegida ni respetada, vuelven de nuevo a aparecer los fantasmas del pasado? De nada sirve que intentemos defender ideales si en nuestros comportamientos diarios no actuamos desde el respeto, el diálogo y la construcción de un entorno mucho más amable.