Esta semana hemos visto cómo el juez ha archivado la causa en la que se investigaba a Josep Lluís Alay, jefe de la oficina del president en el exilio, Carles Puigdemont. Después de correr ríos y ríos de tinta, no ha habido un sólo indicio de delito que pudiera procesarle. Después de todo lo que se ha dicho, que ya sonaba raro en un principio, ahora queda claro que no había por dónde cogerlo. ¿Dónde están las disculpas de todos aquellos que han utilizado esta investigación para intentar hacer un juego sucio en política? No las busque porque no se han producido y muy probablemente no se vayan a producir. 

La política está demostrando ser ese lugar donde todo vale, con tal de que "los tuyos" machaquen "al contrario". La coherencia, la ética y la elegancia han quedado absolutamente fuera de "moda". Lo hemos visto una y otra vez y para muestra más reciente, lo ocurrido en la mesa del Parlament, que ha decidido sin pestañear ventilar a Borràs, sin necesidad de solicitar un informe previo a los letrados para que les ayudase a discernir sobre la redacción reglamentaria, sobre los hechos investigados, sobre los derechos fundamentales. Esos que tanto le llenan la boca a algunos cuando les interesa y de los que tan rápido se olvidan cuando pueden pisotearlos si son de otros. 

El caso de Borràs, que está pendiente de ser juzgado, ha levantado las faldas una vez más de la tremenda incoherencia que sostiene el pacto del Govern: aquel documento mediante el cual se hicieron una serie de promesas, sabiendo como se sabía, que se firmaban para no cumplirlas. Un acuerdo que ha brillado por su ausencia siempre que ha habido oportunidad. 

El comportamiento del PSC, en un momento en que su máximo líder, Pedro Sánchez, ha aparecido para decir que la condena a Chaves y Griñán suponía que "pagaban justos por pecadores porque ninguno de los dos se había llevado un solo euro al bolsillo", deja mucho que desear. Como deja mucho que desear, igualmente, la actitud de la CUP, que por lo que se ve, más allá de entender el funcionamiento de la maquinaria represora, se ponen muy "flamencos" cuando el tema puede llevarse por delante a alguien que consideran "de derechas". Porque según parece, aquello de los principios, la democracia, las cloacas y demás palabrería, tiene solamente sentido cuando interesa. En definitiva, que el problema en todo esto es siempre el mismo: la falta de principios éticos, más allá de las siglas, de los partidos y de sus supuestos idearios. El comportamiento riguroso que exigirías para ti mismo, que en definitiva es el que deberías aplicar a los demás.