Con el paso de los años, nos hemos tenido que ir acostumbrando a los ciberdelitos que han ido surgiendo con el tiempo. Desde el famoso tipo de la estampita hasta hoy, los delincuentes han ido afinando mucho sus modus operandi y la irrupción de internet no supuso sino una nueva y fructífera vía para que se especializaran en nuevas formas de engaño; en robar al ciudadano honrado, en definitiva, gracias a las posibilidades que ofrece llegar a cualquier parte del mundo a golpe de clic.

Portátil (1)

Uno de los timos que más han surgido en los últimos años, y que no es tan conocido como otros, es el llamado vishing. Un ciberdelito que coge su nombre de la unión de dos términos en inglés como son voice y phising. Es decir, la voz unida a uno de los timos más conocidos en la red, el del robo de información confidencial a través del email o de una web maliciosa.

En el caso del vishing, el timador marca un número de teléfono y se hace pasar por el teleoperador de una empresa, generalmente una entidad financiera, que comunica a su víctima que se ha detectado algún problema concreto con una cuenta o una tarjeta de crédito. El contacto lo establece mediante una llamada a través de una línea IP de internet y es muy frecuente que para dar mayor credibilidad al asunto, utilice una voz automática como las que emplean tantas veces los bancos en la atención al cliente.

El receptor de la llamada se alarma por la incidencia citada y es invitado a realizar otra llamada a un número de teléfono concreto. Si marca ese número, ya se ha metido en la boca del lobo, porque un sistema automático lo atenderá de manera exquisita, prometiéndole que va a proceder a solucionar su problema al tiempo que le extrae la información que necesita. Entre los datos que seguramente le pida, están el número de cuenta, el de la tarjeta de crédito y las claves para operar por internet que tenga en la operativa online de su entidad bancaria.

Hackeo

Cualquier persona medianamente familiarizada con el hecho de que nunca se debe facilitar este tipo de datos por teléfono –puesto que no hay banco alguno que los pida–, no caerá en la trampa y terminará ahí mismo la llamada. Pero son muchas más de las que pensamos las personas de buena fe que o no saben que esto es así, o no se dan cuenta por el estado de nervios en que se encuentran al haber sido informados que se ha intentado realizar un fraude con alguna de sus tarjetas, por ejemplo.

Si cae en la trampa, la víctima se habrá metido en un buen lío puesto que los ciberdelincuentes tendrán ya en su poder los datos suficientes como para suplantar su identidad, realizar compras fraudulentes en su nombre o vaciarle directamente la cuenta bancaria.

En todo caso, se haya caído o no en la trampa, se recomienda ponerse en contacto con la entidad suplantada y denunciar el fraude o su intento a la policía lo antes posible.